Rafa Nadal en Nueva York, como King Kong en el Empire State

Rafa Nadal en Nueva York, como King Kong en el Empire State
El zurdo manacorense, protagonista de una temporada espectacular, asoma como el gran favorito en el último Grand Slam de 2013

Rafael Nadal echaba de menos caminar por Manhattan de la mano de Xisca Perello, su novia de siempre. Extrañaba pisar el cemento neoyorquino, percibir el bullicio del tránsito, alucinar con las luces de Broadway, levantar la mirada hacia los interminables rascacielos intentando no pestañear, absorto. El mallorquín añoraba disfrutar de algunos de los tantos musicales de la ciudad que nunca duerme; es más, cuentan los suyos que asistió a El Fantasma de la Ópera un puñado de veces. Es su obra favorita, claro, pero se la conoce de memoria.

Sucede que, aquí, el mallorquín vivió momentos espirituales muy fuertes en su vida, en su carrera. Su primer contacto con Nueva York fue cuando era niño y llegó de visita con su numerosa familia. Por ello, cada vez que puede, recorre el Ground Zero, sin entender aún como cayeron las torres del World Trade Center. Se le eriza la piel. También se conmueve, de diferente manera, cuando camina por los pasillos del Arthur Ashe, el estadio para tenis más grande del mundo, y ve su gigantografía junto con la de los otros campeones del US Open. Rafa volvió a Flushing Meadows después de dos años, ya que en 2012 obligadamente lo tuvo que seguir por TV por culpa de sus maltrechas rodillas. Y vaya cómo regresó el español: lo hizo recargado, con una temporada de ensueño, con 9 títulos en 11 finales, 53 victorias y sólo 3 derrotas. Qué paradoja: Rafa, el rey de las canchas lentas, es el gran favorito [más allá de que Novak Djokovic sea el mejor preclasificado] para ganar el Abierto de los Estados Unidos que se pondrá en marcha mañana. ¡Quién lo diría?! Y como si fuera poco, podrá recuperar el número 1 si gana el torneo y Nole no juega la final, aunque también será el líder del ranking si alcanza la definición y el serbio no llega a los cuartos de final.

"Yo soy el primer sorprendido, o el segundo. No sé si Rafael será el primero, pero creo que sí. Sé cómo estábamos en Viña del Mar y en San Pablo, en febrero, y no estábamos así. Todavía no está recuperado del todo, pero las cosas han ido mejor de lo esperado", le comenta Toni Nadal, el tío y formador de Rafa, a La Nacion, durante la tarde de un sábado muy agradable, casi primaveral. Nadie duda del magnetismo hechizante de Roger Federer en el Billie Jean King National Tennis Center, pero la figura de Nadal, que anteanoche participó en la celebración por los 40 años del ranking ATP [en el Waldorf Astoria neoyorquino se juntaron 19 líderes del circuito] actúa como un imán. Su rostro está en cada rincón, en la mayoría de los locales de ropa deportiva, y en las publicidades que lucen taxis y ómnibus. "Posiblemente está jugando el mejor tenis en cancha dura de su carrera. No ha perdido ni un partido este año, ha ganado tres Masters 1000 [Indian Wells, Montreal y Cincinnati] y lo ha hecho con buen juego", reconoce Djokovic, en rueda de prensa. Tampoco ahorra elogios Federer: "Estoy impresionado, porque está jugando muy bien en pistas duras". Roger y Rafa podrían cruzarse en los cuartos de final. Claro que el español es cultor de la mesura y sólo se refiere al debut de mañana en el tercer turno del escenario central: "Sólo pienso en mi primer partido, ante Ryan Harrison [97°, 21 años, una de las esperanzas del alicaído tenis estadounidense], que no creo que esté en Nueva York de vacaciones".

Al menos en los entrenamientos, el ganador de 12 Grand Slams parece ser el tenista que más intensidad le imprime a cada ejercicio, a cada golpe. Su exclamación y el sonido hueco de cada impacto, estremecen. Es durante estas horas previas al gran show, probablemente, el tenista que más gatillazos de cámaras fotográficas recibió, de fans y profesionales. Su conferencia de prensa fue una verdadera exhibición: al más mínimo movimiento de un músculo, Rafa parecía ser perforado por los flashes, uno tras otro. Hasta que en un momento, lo tentó la situación y sonrió. "Mi objetivo es estar sano y jugar bien. Si luego llega el número 1, será una consecuencia. Puedo ganar o perder, pero lo mejor que tengo es la actitud. El US Open es un gran evento y no quería perdérmelo de nuevo, quería competir", dijo Nadal, y se marchó del club cargando su raquetero, atiborrado de ilusiones y de la energía de una ciudad que lo impulsa. Sintiéndose King Kong en el Empire State.

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