Pese a la lluvia, la peregrinación a San Nicolás convocó a miles de fieles

El fervor y el deseo de acompañar la imagen de la Virgen permitió que los creyentes llegaran hasta el campito donde está el templo. El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, ofició la misa.

 

El imponente y flamante templo de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de la ciudad de San Nicolás es un refugio espiritual y ayer fue también material para los numerosos fieles que fervorosamente llegaron hasta él buscando la protección y el calor, luego de una larga noche de marcha por la ruta bajo la lluvia y el frío en el transcurso de la 21ª edición de la Peregrinación Masiva Arquidiocesana a Pie Rosario a San Nicolás.

  Una persistente lluvia castigó duro a los peregrinos que partieron desde Rosario durante toda la marcha, maltratándolos especialmente tras sobrepasar la ciudad de Arroyo Seco, cuando se habría desatado con más fuerza el temporal que hasta la tarde de ayer azotaba al norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe.

  Testimonios recogidos entre los peregrinos en la entrada de templo nicoleño indicaron que la merma de participantes fue muy importante durante la noche y que se registró también una importante cantidad de atención médica por descomposturas y bajas de presión.

  Para proteger la imagen de la intensidad y duración de la tormenta, los organizadores de la peregrinación decidieron adelantar la llegada de la estatuilla de la Virgen del Rosario al templo nicoleño, prevista para las siete de la mañana. Así, la camioneta con el remolque que la trasladaba ingresó al predio que rodea al templo a las 6.30, media hora antes de lo previsto, razón por la que la caja de cristal con la pequeña imagen fue recibida con mucho fervor, pero por una cantidad de público sensiblemente menor al habitual integrado por algunos peregrinos que se habían adelantado a la caravana y vecinos nicoleños.

Veinte años. El templo, cuya construcción se extendió por 20 años presentaba ayer un aspecto particular, con todos los bancos de la nave principal ocupados por peregrinos visiblemente extenuados, hombres y mujeres que a duras penas se mantenían despiertos junto a otros que dormían profundamente pese a adoptar las poses más incomodas imaginables para sus cuerpos.

  El piso de la capilla inaugurada en mayo pasado mostraba las huellas del festejo con papel picado metalizado con las numerosas bolsas de residuos de nailon que muchos fieles usaron a modo de improvisados pilotos. Cualquier rincón de las naves menores del templo fue ayer para muchos un buen lugar para dormir mientras un grupo de sacerdotes, junto a un conjunto juvenil de músicos y cantantes intentaban reanimar a los presentes.

  En el exterior, frente al templo y sobre la vereda del histórico “campito” donde habitualmente se celebraba la misa, los vendedores de souvenirs y los propietarios de bares intentaban, aunque sea alcanzar el “empate” en sus ingresos en una jornada de calles, puestos y mesas vacías ante la adversidad del clima. Los peregrinos, apenas cumplida la promesa que los había llevado allí, buscaban el modo de regresar rápido al calor de sus hogares en los servicios de ómnibus interurbanos que unen a San Nicolás con Rosario y otras localidades y cuya frecuencia fue sensiblemente incrementada.

Misa. Eran pasadas las siete y diez cuando, tras la llegada desde Rosario, comenzó la más destacadas de todas las misas de la jornada, la que fue oficiada por primera vez por el recientemente designado arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín.

   En su homilía, que en ningún momento incursionó en temas sociales y políticos y se circunscribió a destacar el peso que la presencia de la Virgen María tiene en la Iglesia y en la construcción de la fe, no dudó en apelar a metáforas humorísticas populares y habló de quienes “andan como turco en la neblina”.

Bastones. Las recomendaciones de la organización en torno a llevar bastones o palos de escoba para ayudar en la marcha no fueron en vano. Una gran cantidad de fieles podía aún movilizarse gracias a estos elementos tras tan intenso y agotador ejercicio. Entre gestos de claro dolor y sonrisas de resignación, muchos peregrinos hacían relajación o elongación para superar el agotamiento y el dolor y en esa tarea no pocos se quedaban dormidos en el suelo.

  Entre las razones para asistir a la peregrinación había más agradecimientos por lo logrado que pedidos. Dora, de 62 años, destacó la cuidada organización de la peregrinación. “Nos costó, parábamos y seguíamos, pero nos sentimos muy cuidados”, dijo, y acotó que lo suyo era para agradecer. Natalia, de 27 años, también viajó para agradecer, en su caso, el logro del título de profesorado de inglés.

  Mady, de 40 años, reside en Funes, agotada, descansa al pie del altar, su presencia en el lugar es para agradecer por cuestiones de salud y trabajo y su religiosidad no se limita a la Virgen ya que luce un chaleco de otra pegrinación reciente a San Antonio de los Cobres, en Salta.

  En la eucaristía los sacerdotes auxiliares recorrían filas de bancos del templo para asistir a quienes ya no podían moverse y cumplida la ceremonia los fieles se retiraron, aunque muchos se reservaron un último esfuerzo para dialogar brevemente y pedirle bendiciones a monseñor Martín quien, a las 8.30, acompañó, junto a los sacerdotes a los fieles a la entrada del templo. Cuando los peregrinos ya se iban, por avenida Perón, y proveniente de Pergamino, llegaba otra extensa caravana de unas cuatro cuadras, que avanzaba al templo con otra imagen dando continuidad a su fe.

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