A partir de una necesidad, inventó un sillón para obesos

A partir de una necesidad, inventó un sillón para obesos
Horacio Gibert dice que en el mercado no hay nada para personas con sobrepeso. “Cuando vas a la Costanera, los gordos están sentados en un cantero, en sillas apiladas o en el piso”, describió.

Horacio Gibert tiene su peluquería en una zona de la ciudad vecina de Santa Fe conocida como Guadalupe. Desde hace 20 años padece una enfermedad: la obesidad, pero paralelamente también sufrió vivir en una sociedad que no tiene en cuenta a las personas con exceso de peso. Horacio cuenta que eso repercute directamente en la vida social.

“Todo parte en base a lo que me pasaba a mí. No podía salir, no podía ir a ningún lugar porque no había nada para los gordos. A mí me tocó romper sillas en un restorán. Esas cosas que te hacen pasar vergüenza son las que te dicen que debe haber algo más. Y no había. Busqué por todos lados y no había”, dijo a Diario UNO de Santa Fe. “Los gordos tenemos que usar el baño para lisiados porque ocupamos el lugar de la silla de ruedas. No tenemos una cama para nosotros. Vas a comprar un sanitario y no hay. Diseñar un sillón playero para obesos arrancó en función de una necesidad propia. Como yo soy gordo, rompía sillas, sillones. Empecé a buscar y no encontré sillones para gordos. Lo único que había era uno bajito que hacían en Inglaterra. Pero eso tenía un problema, que es ¿cómo levantás a un gordo desde abajo?”, expuso.

A los 47 años está en tratamiento para bajar de peso. En los últimos meses logró perder 25 kilos para quedar con 175. “Todos te dicen bajá de peso, ¿pero mientras tanto qué hago?”, dijo, y agregó: “Empecé a pensar en un sillón playero para gordos y después de contactarme con un par de amigos, uno que es ingeniero y el otro que hace la mano de obra, lo patentamos y armamos un prototipo”.

A diferencia de un sillón playero común, el Sillón Triple X –diseñado por Gibert junto a Miguel Bandeo y Manuel Rojas– tiene todos los caños más gruesos, es más ancho, la estructura del asiento es doble y las cintas no solo salen desde afuera, sino también desde adentro. “Eso nos permite achicar el margen de hundimiento. Además le pusimos seis antideslizantes, tiene una altura distinta a la de los comunes porque el gordo necesita poder levantarse y si es muy bajo no puede. La diferencia es la comodidad que no tiene un sillón común”.

Por ese motivo se lo hizo con un metro de ancho y 50 centímetros de alto en el asiento. Mientras que el respaldo también es un poco más alto que en los comunes. “Lo que pasa es que el tipo que es gordo no se va a sentar, se tira, queda desparramado. Lo digo por experiencia. Se necesita que tenga una estructura fuerte y buena altura, si no se desarma como todos los otros. Este tiene una capacidad para soportar 300 kilos. Eso está comprobado. Para llegar a ese resultado lo fuimos probando con bolsas de portland y yo sentado arriba. Hicimos prueba de fuerza en los caños, con las cintas para ver cuántas teníamos que utilizar. A los comunes le ponen una lona y ya está. Pero a este le tuvimos que hacer todas las pruebas para que aguante”, explicó. Luego agregó: “Tuvimos que armar muchos prototipos. Plegar uno de estos sillones nos llevó muchas pruebas. Tuvimos que acomodar los apoyabrazos, acomodar piezas que si eran más largas o más cortas no permitían que se plegara el sillón”.

“Esto se armó y se desarmó unas 20 veces. No hay matrices para hacer este sillón. No hay dobladora de caño para este modelo. Tuvimos que armar todo. Hasta las agujereadoras son distintas. De entrada fuimos pidiendo prestadas algunas máquinas y en algunos talleres nos ayudaron a doblar los caños”, relató. De todas formas el proceso fue bastante rápido. En mayo Gibert empezó a darle forma a la idea y en agosto se pusieron a trabajar para terminar el prototipo a fines de noviembre.

El inventor sostiene que la única contra que tiene es que es más pesado que uno común, pero por otra parte no existe alternativa. “Mis socios decían que era muy grande y yo les dije que cuando lo termináramos yo me iba a sentar y me iba a quedar bien. De cada lado me sobra una mano. En el lugar donde se sienta el gordo entran dos flacos. No hay vuelta. Me pasé la vida en banquitos plásticos apilados para poder ir a la playa. Cuando vas a la costanera un sábado o un domingo, a los gordos los ves sentados en los canteros, en dos sillas apiladas o en el piso. Con esto se terminó esa historia. Porque bajar de peso no es fácil, lo digo yo que pesaba 200 kilos y ahora con Ravenna ya bajé 25 kilos”, sostuvo.

Gibert dijo que la obesidad termina siendo un problema social para la persona porque no se las contempla para generar su inclusión. En ese sentido, este santafesino espera poder aportar una solución. “Hay una ordenanza que dice que en los lugares públicos si hay una línea de butacas, el final tiene que tener una para gordos. Pero en la mayoría de los lugares no hay. En el cine creo que hay una butaca arriba de todo. Este modelo es más para la playa. Pero mi idea es poder hacer otro tipo de cosas. De todas formas, este va a ser nuestro puntapié inicial porque acá se usa mucho el sillón playero. Incluso hice contactos con cabañeros y les gustó la idea”, señaló.

“Tal vez las empresas creen que es un mercado limitado. Pero la Organización Mundial de la Salud dice que la obesidad es la tercera enfermedad en el mundo. Cada vez hay más gordos. Entonces, o abren la mente y el mercado para esa gente o la terminan escondiendo como hacían antes. No tenemos lo básico, y esto es una enfermedad. El mercado es grande y yo quiero entrar en el mundo de los gordos, con la ventaja de que cuando yo empecé lo hice sabiendo cómo era el mundo de los gordos”, definió el hombre al que se puede contactar vía mail a: horaciogibert@hotmail.com.

Horacio decidió cambiar su vida en las pequeñas cosas que le permiten vivir mejor. Fue una buena manera de transformar un problema cotidiano en el desarrollo de una idea que puede ser un negocio con mucho futuro y, sobre todo, pensado por y para la gente que lo necesita.

La cifra

300 Kilogramos soporta el Sillón Triple X. Durante el proceso de construcción se fueron probando todos los materiales.

Están en la etapa de la producción

Los tres socios que encararán este proyecto –Horacio Gibert, Miguel Bandeo y Manuel Rojas– sacaron un pequeño crédito para comprar las herramientas básicas y les quedó un resto para la compra de materiales. Además consiguieron un lugar físico para montar su pyme. Con lo que tienen van a empezar a producir una cantidad mínima de sillones para sondear el mercado. Si eso tiene una buena recepción, la idea es conseguir un nuevo préstamo que les permita producir a mayor escala. El prototipo que diseñaron se hizo con materiales comprados al por menor. “Si se lo hace a escala seguro que sale más barato. Pero de costo tuvimos 650 pesos. Nosotros calculamos que si podemos comprar para fabricar muchos, ese costo tiene que bajar”, estimó Gibert.

Luego faltarían definir algunos detalles como cuáles van a ser en definitiva las cintas que se utilizarán. Pero eso se irá viendo sobre la marcha.

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