La oposición venezolana teme que el régimen provoque con los infiltrados

La oposición venezolana teme que el régimen provoque con los infiltrados

Denunció que fueron chavistas los que quemaron la sede de la magistratura en Chacao.

"Nuestro mayor enemigo no es el gobierno de Nicolás Maduro, nuestro mayor enemigo es la desesperación”. Lo decía en la noche del sábado el vicepresidente del parlamento venezolano, Freddy Guevara. Después de la reprimida marcha de ese día, el diputado opositor había convocado a los periodistas en la sede de Acción Democrática, el partido del ex presidente Carlos Andrés Pérez. Su miedo, decía, era que el gobierno gane el juego de la resistencia y logre que los venezolanos se cuestionen “si vale la pena o no”. Según Guevara, que aprovechó la presencia de los periodistas para convocar la marcha de hoy, entre las tácticas que emplea el gobierno ocupan un lugar destacado los infiltrados del gobierno que provocan actos violentos y deslegitiman la protesta. Este sábado, denunció, fueron chavistas los que quemaron la sede de la magistratura en Chacao, una oficina del Tribunal Supremo de Justicia en zona opositora. En el barrio de Altamira, Clarín vio bandas formadas por jóvenes de menos de veinte años armados con piedras. Estaban a kilómetros del frente de batalla donde la policía reprimía con gases y en un barrio opositor que tras su paso amaneció con las marquesinas hechas añicos y plagado de guarimbas, barricadas improvisadas con basura quemada y tapas de alcantarillas.

Horas después de la marcha, el ministro de Interior, Néstor Luis Reverol, dio una versión diferente a la de Guevara sobre “los actos vandálicos contra la magistratura”. “Fue una agresión planificada y dirigida por grupos que participaban en la concentración de la oposición”. Difícil saber cuál de los dos dice la verdad, con el nivel de polarización que vive la sociedad venezolana y la falta de independencia de los organismos que podrían investigar el caso.

Lo que sí es medible es la ausencia de referencias en el discurso de Reverol al ataque que vivió el mismo día de la marcha el cuartel general en Caracas de Henrique Capriles. Un asesor de prensa del recientemente inhabilitado gobernador del Estado de Miranda relató a Clarín cómo se vivió la agresión desde dentro. Contó que una primera tanda de policías en moto disparó los gases lacrimógenos hacia las instalaciones (cada moto lleva a dos policías; el pasajero, con la escopeta de gases). Contó también que él estaba con Capriles y otros compañeros de trabajo mirando por una ventana cuando alguien vino a advertirles de que el edificio se prendía fuego: las calientes bombas lacrimógenas habían provocado llamas. “Si no nos avisan, a lo mejor nos quemábamos”, dijo el asesor de prensa con cierto dramatismo. El fuego fue sofocado y no hubo heridos que lamentar pese a que, según el asesor, hubo un segundo ataque con gases de la policía cuando los bomberos trabajaban en la extinción del incendio.

Además de los supuestos infiltrados, la otra táctica del gobierno desde el principio de las marchas ha sido hacer la vista gorda con los “colectivos”, como muchos venezolanos llaman a los grupos civiles armados y afines al gobierno. En la sede de Acción Democrática, el también diputado opositor Jorge Millán, denunció su presencia en las inmediaciones del búnker de Capriles. Más grave fue la denuncia de César Pérez Vivas, ex gobernador del andino Estado de Táchira: dijo que un grupo de taxis sin placas había transportado a los “colectivos” para que dispararan contra los manifestantes en San Cristóbal. Según un dirigente en Táchira del partido opositor Primero Justicia, Carlos Humberto, los “colectivos” también se llevaron secuestrados a cinco jóvenes manifestantes.

“Tenemos que hacer lo que en sociología se llama la función panóptica”, dijo el diputado Guevara. Luego lo explicó: que todos estén pendientes en las marchas y vigilen si alguien tiene actitud violenta para denunciarlo inmediatamente. “Son los infiltrados del gobierno”, dijo. Imitando los discursos de Capriles, donde nunca falta un “compañero”, Guevara detalló frente a los periodistas el objetivo de una lucha que definió como de “resistencia, no de un día”. “A ver qué se quiebra primero, si nuestras ganas de luchar o la obediencia interna de la dictadura”.

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