Una obra para apreciar el teatro del absurdo

Una obra para apreciar el teatro del absurdo

Este sábado se repone “Madre (el drama padre)”, de Enrique Poncela, dirigida por Jaime Mamaní. Una obra que logra la esencia del teatro del absurdo. A las 22 en El Círculo de la Prensa.

El absurdo como estética en el teatro comenzó a gestarse en la década del ‘40 en Europa, sin embargo Eugène Ionesco lo consolidó en la década del ‘50 en Francia. Este tipo de obras se caracterizan por tramas que parecen carecer de significado,  diálogosrepetitivos y falta de secuencia dramática. Tienen fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la sociedad y al hombre. Siempre apelando al humor. 

La introducción es necesaria para entender Madre (el drama padre), escrita en los años 40 por Enrique Pencela. Censurada por el franquismo y llevada a escena por primea vez en Tucumán por Arte Urbano, con una impecable dirección a cargo de Jaime Mamaní. 

Unas cuatrillizas contraen matrimonio con unos cuatrillizos. El conflicto se genera al circular la noticia de que los ocho son hermanos. El drama se cierne sobre los recién casados. Van apareciendo nuevos personajes y nueva información. La obra, de este modo, da más de tres vueltas de tuercas. 

Lo absurdo de los diálogos, adaptados a un lenguaje coloquial, permiten que los espectadores se diviertan a lo largo de las casi dos horas que dura el drama. Un tiempo que resulta excesivo, a pesar de que se recortaron varias escenas de la obra original. Este tipo de teatro suele tener una prolongada duración.

El elenco es enorme, 16 personas entre actores y actrices. Destacándose las interpretaciones de Jaime Mamaní, Tina herrera y Zulema Ponce. El resto del elenco, los más jóvenes; Luciana Gonzalez, Pato Zamora, Maria José Herrera, Vicky Garcia,  Karina Argañaraz, Ezequiel Cano, Yoni Aragon, Ezequiel Legorburu, Yamil del Castillo, David Navarro, Santiago Cano, Manuel Gimenovich y Juan Soria; mantienen un buen nivel aunque no en todos los casos. De este modo se observa el oficio de Mamaní quien logra un equilibrio interesante. Las buenas actuaciones alternan con las no tan buenas y la obra mantiene regularidad. 

El vestuario es sencillo, las mujeres de blanco, los hombres más bien de traje, aunque no en todos los casos. La escenografía es sencilla con cuatro camas y un ventanal de fondo. 

Poncela fue un dramaturgo que se alejó del humor tradicional acercándose a otro más intelectual, inverosímil e ilógico, rompiendo así con el naturalismo tradicional imperante en el teatro español de la época. Jaime Mamaní logró captar esa esencia. El absurdo del teatro se disfruta en cada diálogo. 

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