La SAT se niega a reparar las pérdidas que alimentan la laguna de líquidos cloacales del barrio La Margarita

Los vecinos de la barriada La Margarita tienen envidia de Los Vázquez: el motivo es una plaza. En los dos barrios se formaron, desde hace al menos 20 años, lagunas de aguas pestilentes. La Municipalidad de San Miguel de Tucumán drenó, tapó y montó una plaza en Los Vázquez, pero todavía no puede hacer lo mismo en La Margarita, un barrio conformado como un asentamiento al noreste de la ciudad, entre Villa 9 de Julio y Bajo La Pólvora.

Cansados del pantano putrefacto, vecinos de La Margarita habían hecho una presentación judicial: la Sala III de la Cámara en lo Contencioso Administrativo había dictado una cautelar a raíz de un amparo colectivo presentado por el vecino Claudio Azcurraire, quien solicitó que se realicen obras para desagotar el agua contaminada, instalar alumbrado público, abrir caminos y prestar el servicio de recolección de residuos.

El 25 de septiembre de 2018, el camarista Sergio Gandur ordenó que tanto la Municipalidad como la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) “efectúen de manera inmediata y conjunta los trabajos necesarios para proceder al desagote de la laguna de agua contaminada y relleno del terreno”. La laguna fue tapada en un 45%, según el municipio.

“Tenemos todo para poder taparla, pero necesitamos que la SAT arregle las pérdidas para que se deje de alimentar la laguna”, expresó el director de Higiene Urbana municipal, Jorge Pérez Musacchia.

Funcionarios de la SAT, a cargo de Augusto Guraiib, culparon al municipio: expresaron que la Municipalidad se había comprometido a reparar los desagües antes, para abocarse a las reparaciones de cañerías.

“Tenemos el sueño. Vimos qué pasó en otros barrios y deseamos que esa laguna pueda ser tapada y que pongan ahí una plaza, para que tengan dónde jugar los niños”, anheló Eduardo Farías en diálogo con La Gaceta.

Para llegar a este barrio hay que doblar a la derecha desde la avenida Juan B. Justo al 1.800 y tomar por El Salvador -la calle del Cementerio del Norte- cuatro cuadras hasta Diagonal Norte. Después de otras tres cuadras hay que volver a doblar a la derecha por la Calle 41, que los vecinos rebautizaron pasaje 17 de Octubre.

El camino es en una pronunciada bajada y con el paso de las cuadras quedan atrás el asfalto, el pavimento articulado y el cordón cuneta, hasta entrar al barrio: calles delimitadas sólo por los yuyos que crecen a los costados, antes del comienzo de las casas.

No se puede acceder desde la Avenida Gobernador del Campo porque el Country de Lawn Tennis construyó un murallón delimitando el predio. El paredón de ladrillo hueco del barrio privado se continúa con otro predio, también privado, que impide salir o entrar por la Avenida de Circunvalación, al este. Al norte, otro espacio privado los encierra.

Como el terreno hace muchos años supo albergar una cortada de ladrillos, la zona está hundida con respecto a la avenida Juan B. Justo, por lo que toda el agua que drene desde los barrios de la zona anegará La Margarita. Ese es el nacimiento de la laguna, que supo tener hasta una cuadra completa de diámetro y se identificó en Google Maps

“Esto es terrible, sufrimos un montón acá. Cuando hay tormentas, nos inundamos. Después viene la maraña de alimañas y constantemente estamos matando víboras y alacranes que se vienen a las casas después de cada lluvia. No se puede vivir así”, se quejó Farías.

"Tenemos enfrente un monto de descampado lleno de bichos. El camión recolector de basura no pasa por aquí, así que todos los días llevo la basura hasta los contenedores de la avenida Juan B. Justo. Sin embargo, hay camiones que traen y tiran al basura acá, entonces más que barrio estamos en un basurero. Encima tenemos esa laguna, con totoras (la vegetación que crece en el agua) altísimas. Hay un olor nauseabundo. Es una podredumbre. Un asco. Esa laguna está siempre rebalsando por el agua de lluvia y por todas las roturas de caños de cloacas que vienen a parar hasta acá”, describió.

Antonio Salinas comparte la indignación con su vecino Farías: “llevo 25 años aquí y ya estaba la laguna. Es algo fulero, cada dos por tres tenés que estar pechando el agua, con el ojo al charco, pendiente para que no se te inunde la casa, porque rebalsa la laguna: te tapa el agua de lluvia porque se inunda todo y entran los bichos a tu casa. ¿Los olores? Para qué voy a hablar de eso: es un asco. No se pude vivir así. Como al lado tenemos el paredón del country, los vecinos de más abajo tienen que romper el muro para que el agua drene”.

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