Son más de 200 en la ciudad y por día conducen hasta 13 horas. Claves y presente de un trabajo clásico.
“Acá sos taxista, psicólogo, amigo; sos de todo porque los pasajeros te plantean sus problemas, sus cosas y uno los escucha y habla con ellos”, definió Dany López, el presidente de la Asociación de Propietarios de Taxis, que nuclea a casi el noventa por ciento del sector.
López en realidad era camionero, pero en 1994 tras la quiebra de la empresa para la que trabajaba y por diversas situaciones familiares, decidió convertirse en taxista. “Es un oficio como cualquiera, con la diferencia de que hay que tener una responsabilidad mayor porque es un servicio público”, señaló. Muchas veces, esa responsabilidad va mucho más allá de una correcta conducción y buenos modales. “Hay ocasiones donde somos asistentes también. Trabajo en la parada ubicada en el banco donde cobran los jubilados, en el centro. Suben algunos pasajeros, gente mayor, y después yo me tengo que bajar a comprarle desde los remedios hasta las verduras. Es una gran responsabilidad y me gusta mucho”, indicó López.
Desde hace 32 años, Héctor Rosales conduce un taxi. Comenzó con un Valiant 4, pasó por varias marcas y modelos y hoy conduce un Corsa. Es además el presidente de los Taxistas Unidos de la Terminal de Ómnibus. “Compré un auto con parada y todo y así empecé en plaza Pedernera. Trabajaba en la mañana en el ferrocarril, y a la tarde manejaba el taxi. En aquellos años trabajábamos muy bien, no había tanta competencia, eso cambió”, expresó Rosales.
Ambos taxistas coinciden en la necesidad de más controles para evitar los taxis “truchos” y controlar que los remises tomen pasajeros en la vía pública. Las jornadas de trabajo diarias implican unas 12, o hasta 13 horas, para poder lograr un buen ingreso, y que la actividad se resintió en los últimos tiempos. “Bajó mucho el trabajo y la tarifa que tenemos no está acorde a la situación actual, pero el problema es que si aumentamos la tarifa nos quedamos sin trabajar y eso terminaría agravando más la situación”, dijo López.
“Este oficio es todo paciencia, no es para volverse loco. Acá hay que venir y ser paciente, hay momentos donde se trabaja bien, otros más o menos y otros malos, hay que saber adaptarse también. Yo ya lo tengo asumido y no me vuelvo loco si pasan dos o tres horas y estoy parado”, contó Rosales.
Días buenos, días malos; pasajeros que hablan, otros que sólo indican el destino, malhumorados, simpáticos. Cada situación cotidiana es diferente y eso también es un punto que define a la actividad y que sus protagonistas marcan como característico. "Lo mejor de esto, para el que le gusta, es el trabajo con la gente, el contacto diario, yo tengo infinidad de amigos que hice gracias al taxi”, destacó el representante de los propietarios de taxis. “Lo que más me gusta es cambiar el ritmo, de estar metido en la casa y salir, y tener roce con la gente, así se pasan las horas. Tengo 62 años, si me quedo en casa sin hacer nada no sirve, quiero seguir con esto hasta que Dios diga basta”, señaló el representante de los taxistas de la terminal.
Comentá la nota