La muerte de seis perritos puso también en valor la vida humana

La noticia de la muerte de seis cachorros ocurrida en La Punta, aparentemente en manos de un chico de 12 años puso también en tela de juicio el valor de la vida humana, puesto que a partir del aberrante hecho, quienes se expresaron por las redes sociales -con nombre y apellido muchos de ellos- no dudaron en pedir pena de muerte, que lo quemen vivo, que echen a su madre del trabajo, que lo internen en un reformatorio y no fueron menos los que prometieron, difundiendo su foto, que si lo veían por la calle, lo iban a "moler a palos".

El hecho es, sin dudas aberrante, condenable. Haber matado y luego prendido fuego en una bolsa a los cachorros que estaban al cuidado de los vecinos, porque su madre había sido abandonada, es reprobable por donde se lo mire.

Pero la condena social transmitida por las redes como Facebook enciende una luz de alerta sobre lo que piensa mucha gente, al menos la que se expresó de esa manera. En promedio uno de cada cinco de los comentarios pedía penas brutales, torturas y otros lisa y llanamente la muerte para el HDP, palabra esta que fue el común denominador.

En una sociedad que se consume a diario como entretenimiento video juegos en donde un hombre baja a otro de su auto, lo golpea, se lo roba y luego sale a pisar transeuntes y acumula puntos mientras más muertes produzca. O aquel otro que sale con diversas armas (fusiles, granadas, bazookas y armas de toda laya) que también suma puntos mientras más muertes produce, este hecho no parece ser más que una reproducción de aquello a lo que se juega en la realidad virtual.

Sin buscar demasiado en internet, particularmente viralizado por las asociaciones de defensa de los animales, se pueden encontrar videos donde se muestra como desoyan vivos a los animales para sacarles intactas sus pieles o como se los mata con una descarga eléctrica con el mismo propósito, ¿Por qué causa tanta extrañeza que un menor de esa edad pueda tomar como 'normal' el maltrato a los animales?

Aún cuando el hecho sea absolutamente repudiable y el chico deba recibir asistencia profesional por lo realizado ¿Qué estamos brindando como sociedad para que esto no suceda?

¿No es acaso común ver cotidianamente en la pantalla del televisor como las bombas arrojadas sobre poblaciones civiles dejan centenares de víctimas inocentes, entre ellos chicos, quemados, mutilados...? Y obviamente animales que viven con las familias masacradas.

Y lo hacen los gobiernos organizados, los paladines de la justicia, los guardianes del orden mundial y la democracia.

Esas imágenes nos inundan cotidianamente. ¿Qué valor tiene entonces la vida?

Y parecen influir también, consciente o inconscientemente, sobre los 'justicieros' que prometen castigos cada vez más duros, que arrancan en "cagarlo a palos", pasan por las torturas físicas como "si fuera mi hijo le quemo las manos" y terminan pidiendo lisa y llanamente "la pena de muerte para estos hijos de puta" que la mayoría coincide que son "irrecuperables", "psicópatas", "futuros asesinos seriales", etc. etc. etc.

¿Qué rol jugamos los medios de comunicación en esta valorización de la vida? ¿Qué papel ocupamos en esta deshumanización? ¿Qué contenidos debe trabajar la escuela para que esto no suceda? ni lo que hizo el chico, ni las opiniones que después se virtieron. ¿Que temas deberían ocupar la agenda de los gobernantes para parar esta oleada de terror y salvajismo?

Quien escribe estas líneas se tomó el trabajo de revisar los perfiles de aquellos que expresaron las opiniones más virulentas y se los ve -aún sin conocerlos, por las fotos que publican- buenos padres/madres de familia, incluso muchos con sus hijos en brazos o jugando con ellos.

¿Opinarían lo mismo si el que tuvo la pésima idea de sacrificar a los cachorros hubiese sido su hijo?

Hoy nuestra sociedad está atravesada por la violencia física, pero también por la violencia simbólica. Aunque también es cierto que los buenos no tienen tanta prensa y cotidianamente los actos plausibles deben ser, seguramente, muchos más que los otros que salen en los noticieros y de los que hablamos los periodistas.

Deberemos aprender de los errores y comenzar a debatir y preguntarnos qué es lo que nos sucede, antes de que la ecuación sea distinta y la espiral de la violencia nos lleve a lugares indeseados.

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