Misión audaz: la vuelta al mundo en velero

Misión audaz: la vuelta al mundo en velero
El sol se escondía entre las copas de los árboles del Club Náutico de Ensenada. Algunas aves buscaban cobijo en las ramas más altas del monte para pasar la noche mientras Pablo Alejandro Prada terminaba de masillar en el copi del velero la caja de una camioneta Pick Up Peugeot 404 que consiguió a buen precio por Internet. Sin ostentaciones, con lo necesario para navegar por el océano junto a la mujer de toda su vida, ultimaba detalles para afrontar pequeño desafío: dar la vuelta al mundo.
“Es para proteger al velero de las grandes olas”, aclaró María Alejandra Ferroni en diálogo con NOVA, como si estuviese hablando de una cosa de todos los días. A pesar de la confianza, la pareja admite que les cuesta dormir; la ansiedad y el temor son dos huéspedes de lujo en el velero “Ave Fenix”.

Con el objetivo de recuperar los valores de la expedición del navegante solitario argentino Vito Dumas en 1942, planean seguir su rumbo por el océano: el primer destino es Sudáfrica, luego partirán hacia Nueva Zelanda, de allí a Chile y del país trasandino nuevamente a tierras argentinas, más precisamente a Ensenada hacia junio del 2014.

“¿Es descabellado recomendar hacer una pausa en la vida programada?”, se preguntó Pablo. La pareja pertenece a un eslabón de la sociedad donde el motor son los sueños, las travesías. Actualmente, al igual que en la época de Dumas, reina una visión individual del futuro, donde el desarrollo de proyectos hacia utopías del porvenir son fácilmente desalentados por la competitividad y la limitación de medios; de esta manera pretenden dejar un mensaje de que los imposibles no existen.

La tripulación

Dos. Dos expedicionarios. Dos soñadores. Dos locos. Dos enamorados. Compañeros de la secundaria, empezaron a salir un año después del viaje a Bariloche. Tienen 50 años de vida, 31 de casados y dos hijos.

Ella es contadora autónoma en Longchamps y para afrontar la expedición debió acordar con su socia; aunque está atravesando un punto de inflexión dentro de lo que es su profesión y no sabe si volverá a retomarla: “Este viaje es bisagra para un montón de decisiones al respecto”.

Él es guardaparque nacional en una Empresa del Estado en Villa Dominico y su estrategia fue pedir licencia sin goce de sueldo hasta el año que viene: “Logré juntar vacaciones durante varios años hasta tener un número interesante de días”.

El puntapié inicial de esta misión comenzó en un momento particular de nuestra historia socio-política. Los coletazos de los noventa pusieron en jaque a esta familia argentina como sucedió con tantas otras. La década en la que el libre mercado era palabra santa, en la que se imponía el saqueo del Estado, derivó en una profunda crisis que desestabilizó al hogar de los Prada – Ferroni en el sur de Buenos Aires, allá por 2001.

En un contexto en el que el país era un barco sin timón, empezaron a surgir ideas de abandonarlo todo para “probar suerte” en el viejo continente; la principal afectada era Alejandra. Cansado de tener que empezar de nuevo, Pablo convenció a su mujer para quedarse en tierras rioplatenses e incursionar en el mundo de la navegación; allí nació el sueño, la misión audaz.

Desde el 2002 al 2007 atravesaron años de sueños, estudios, planificaciones y ahorros. Las energías y el esfuerzo de la pareja lograron que el primer objetivo se cumpla: compraron un velero que luego, en 2009, cambiaron por un oceánico para viajar por el mundo, para embarcarse en un nuevo estilo de vida.

Comenzaron a navegar por puertos de la región, para experimentar si lo que iban a hacer era viable. Las primeras expediciones les permitieron observar cuántas cosas tenían que analizar del barco, cómo solucionar problemas, entender las condiciones del mar y del río. Estuvieron en distintas ciudades de Uruguay, en Puerto Madryn, Mar del Plata, Quequén, entre otros puertos. En el último lugar fue donde surgió la historia de Vito Dumas.

“Que afrontemos este viaje representa una continuidad en la navegación de 31 años juntos. Hoy nuestros temores son a una tormenta, pero alguna vez fue miedo a la desnutrición de nuestros hijos. Este riesgo nos lo buscamos, hemos salido adelante de situaciones peores, por eso tenemos las energías para intentarlo. Si nos toca perder, lo vamos a hacer con dignidad, pero nunca vamos a abandonar nuestros sueños y valores, lo imposible es nada”, reconoció Pablo.

La embarcación

Lejos de ser un barco moderno y con todos los “chiches”, la pareja confía plenamente en su tercer hijo: el velero Orion 34, cien por cien argentino y botado en 1978. En sus primeros años se llamó “Audaz”, luego “Ave Fenix Audaz” y cuando fue adquirido por la pareja, dándole la espalda a las malas lenguas, lo rebautizaron “Ave Fenix”, reservando la "Audacia", a la tripulación.

La historia de este barco se remonta a 1974 cuando un grupo de regatistas le solicitaron al diseñador y constructor de barcos, Don Roberto Rovere, la construcción de un velero oceánico para participar de la Regata Buenos Aires-Rio de Janeiro. Basado en un dibujo del diseñador Van de Stadt y con ideas acordes al pedido, nació el Orion de 34 pies.

El “Ave Fenix” tiene una eslora de 10,25 metros; una manga de 3,26; un puntal de 1,50; un calado de 1,75; 1,80 de altura interior; un quillote de 3600 kilogramos; y está impulsado por un motor Yanmar de 28 caballos de fuerza. La pareja se encargó de reforzar la embarcación y agregarle nuevos elementos para retar a la fiereza de los mares.

El recorrido: la vuelta al mundo con Dumas como referente

El planeta no es plano como en las cartas, por eso la pareja estudió el recorrido aplicando la técnica de la ortodromia, que en navegación es el camino más corto para trasladarse de un punto a otro de la Tierra. Reflotando los valores de la expedición de Vito Dumas, partieron desde Ensenada, Argentina, en octubre de este 2013 para dar la vuelta al mundo por el paralelo 40 sur en un velero deportivo.

El paralelo 40 sur, se caracteriza por presentar condiciones meteorológicas particulares. En esta latitud, los vientos ciclónicos (es decir en sentido horario) provenientes del círculo polar antártico, se enfrentan con los anticiclones oceánicos (en sentido antihorario). Esto genera un corredor de persistentes vientos, desde el oeste hacia el este, llamados los 40 Bramadores o 40 Rugientes. Esta ruta, de manera deportiva amateur, fue inaugurada en 1942 por el gran navegante solitario, argentino Vito Dumas. El mismo, unió los puertos de Buenos Aires (Argentina), Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Wellington (Nueva Zelanda), Valparaíso (Chile), Buenos Aires, y hacia esos mismos puertos va la pareja audaz.

Entre el 27 de Junio de 1942 y el 8 de Agosto de 1943, Vito logró su objetivo luego de 408 días. Esta travesía tuvo dificultades y vicisitudes que el autor plasmó en su libro “Los 40 Bramadores”. En la introducción, Vito expresó su deseo de dar un ejemplo a la juventud, seducida por el materialismo que el desarrollo industrial generaba en dicha época. Identificándose como un visionario, poético, aventurero, pretendía ser un ejemplo al esfuerzo para conseguir sueños por parte de la juventud, en los tiempo de la Segunda Guerra Mundial.

En el contexto sociocultural actual, en el que la revolución tecnológica desgasta las relaciones humanas, Pablo y Alejandra buscan actualizar la hazaña de su referente. Anhelan ser un espejo para las futuras generaciones, dejando el mensaje de que con esfuerzo las ambiciones se cumplen y, asimismo, se proponen concientizar a la comunidad acerca del cuidado del medio ambiente.

Salir del Río de La Plata es el primer desafío, que demandará alrededor de dos días. En las costas bonaerenses aparecen los primeros retos: allí la navegación tiene sus propias complicaciones debido a la variabilidad en los vientos, las olas y las corrientes. Una vez afuera, apuntarán al sur de la Isla Gough, de origen volcánica y localizada en mitad del océano Atlántico Sur, a unos a 395 km de la isla de Tristán de Acuña, a 2700 km de Ciudad del Cabo y a 3200 km de las costas de Sudamérica.

Allí cambiarán el ángulo de navegación apuntando hacia Ciudad del Cabo. Luego de estudiar el recorrido, se ahorrarán 600 millas -que equivalen a 6 días de navegación-. Si logran hacer el rumbo que establecieron en las cartas, el primer tramo de la expedición se prolongará entre 38 y 40 días, con un promedio de 100 millas diarias a una velocidad estimada de 4 nudos (la mínima a vela).

El primer trecho es una prueba de fuego, allí se enfrentarán por primera vez a una navegación tan prolongada y de ella surgirán circunstancias únicas, que por ahora desconocen. Algunos experimentados navegantes oceánicos describen que a partir del quinto día se comienza a construir una rutina que se mantiene casi todo el resto del viaje. Es por eso que la pareja diseñó una lista de actividades para integrar a esa rutina, como gimnasia, lectura, yoga, escritura, juegos, charlas registradas, entre otras.

Llevan un timón de viento, un dispositivo que permite llevar el barco mecánicamente hacia un rumbo fijado durante horas, pero necesita un control permanente. El siguiente paso es el doble del primero, y el más largo, que es Nueva Zelanda. De allí emprenderán el viaje hasta Chile, el último puerto antes de arribar nuevamente a costas argentinas.

Provisiones: alimentos y agua

La encargada de suministrar los alimentos es Alejandra: “Vamos a contar con alimento fresco, es decir carne, verduras y frutas, durante las primeras dos semanas; después consumiremos enlatados y comidas que se llaman termoestabilizadas, que tienen un empaque especial que no necesita refrigeración ni cocción”. Pescar no es una alternativa, mientras se navega es complicado y en altamar no hay mucha fauna, los cardúmenes están cerca de las costas.

El agua es un recurso vital que también les preocupa. Calculan un litro y medio de consumo por día, cada uno. Cómo transportarla es la cuestión: llevan dos tanques de 50 litros y botellas fraccionadas para ocupar los espacios libres de la estiba. “Si se rompe una botella no perdés tanta cantidad de agua, distinto sería si se rompe uno de los tanques, por eso lo complementamos”, explicó Pablo.

También tienen otras estrategias, como la de consumir agua de mar combinada con potable, principalmente para hidratarse y cocinar. Otra táctica es la de recolectar agua de lluvia, pero muchas veces representa un problema porque las cantidades son escasas y se mezcla con la salada: “Igualmente, voy a intentar recolectar con dos medios bidones, siempre y cuando no molesten”, dijo el capitán.

Cuando desembarquen en Ciudad del Cabo, van a evaluar como resultaron las raciones; representa el tramo más corto y las conclusiones servirán para analizar el resto de la misión. También las condiciones de la embarcación y la de los tripulantes.

El destino

Pablo miraba al horizonte mientras terminaba el mate: “No tenemos todo lo necesario, por ahí nos faltan muchas cosas, pero me da la sensación que en este viaje todo eso es el 30 por ciento; el 70 por ciento es el destino. Te enfrentas a algo fuera de lo común, las personas que han cruzado a Sudáfrica de esta manera las contás con los dedos”.

La mayoría no confía en ellos, los trata de locos. Pero ellos tienen un proyecto de vida, un sueño en conjunto, y por esa causa se atreven a retar al destino. Tienen temor, como cualquier humano, pero nos los detiene.

“No es un viaje de placer turístico, vamos a quedarnos lo menos posible en cada puerto. El objetivo es dar la vuelta y permanecer en tierra lo suficiente para evaluar el tramo y reequiparnos, estamos urgidos por los tiempos meteorológicos”, concluyó Pablo. En el “Ave Fenix” hay tripulación, hay desafíos, hay amor. El recorrido de los 40 Bramadores es tan solo uno más de los que esta pareja transitó.

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