El matrimonio feliz cuyo trágico final conmovió a los mendocinos

El matrimonio feliz cuyo trágico final conmovió a los mendocinos

Tenían 76 años y llevaban 56 de casados. Planeaban sus próximas vacaciones en Mar del Plata, pero lamentablemente ese anhelo se frustró para siempre por el feroz ataque de dos carreteleros.

Paulina no conocía el mar. No sabía qué se siente mirar ese horizonte lejano e imaginar qué hay detrás de él. Antonio la iba a llevar este verano. Irían a Mar del Plata con Estela, la hija del medio, aquella que nació entre Rubén y Adriana. Sería maravilloso ir con todos, pero eran muchos. Ya tenían 10 nietos y tres bisnietos, y era casi imposible que los tiempos de todos coincidieran. Pero al menos Paulina conocería el mar. Antonio la llevaría de la mano, hasta la orilla. Llevaban 56 años de casados y disfrutaban de estar juntos. Todo lo hacían juntos.

Antonio Ortega (76) trataba con ternura a Paulina Bransini (76). La semana pasada le regaló un CD de Sandro. Ella adoraba al Gitano. Él también se dio un gustito y se compró uno de tangos. Los escucharían juntos una de estas tardes, después de las 6, cuando ya estuvieran disfrutando de la tranquilidad de su casa. Siempre, a esa hora, se refugiaban allí y disfrutaban de estar juntos en esa casita del barrio El Porvenir, de Coquimbito, en Maipú.

Durante el día solían salir juntos. Los fines de semana disfrutaban del aire libre. Les gustaba ir al Carrizal, al camping de la Virgen de Lourdes, en Agrelo, y también a Paulina le encantaba ir a la plaza de Chacras. De allí, hace un tiempo, se habían encariñado con un perrito callejero que estaba en adopción. El cachorro les hacía buena compañía.

Siempre andaban juntos. Antonio había sido agricultor en sus años de hombre joven y después se había comprado un camión. Su viaje regular era llevar productos frescos de Mendoza a Bariloche. Varias veces llevó a su esposa consigo. La pareja disfrutaba de ese lugar, del viento frío del Oeste, de las montañas y los bosques, del lago encrespado que tanto se parecía al mar desconocido.

Antonio había dejado de trabajar hacía ya algunos años. Ahora disfrutaba de las salidas con Paulina. De su compañía. Y ella disfrutaba de él, y ambos disfrutaban del cariño de la familia que habían construido.

El domingo pasado decidieron ir al camping de la Virgen de Lourdes. Antonio preparó todo: carne, leña y su equipo ya perfectamente estudiado de parrilla, cubiertos, platos… Y cargó todo en el Citroën. Era un lindo auto. Lo habían comprado especialmente con ese fin: el de disfrutar del paseo juntos.

Eran las 11 de la mañana cuando salieron de su casa.

La otra pareja

Alfredo José Osorio y Carolina Olmos salieron la mañana del domingo de su casa del barrio San Cayetano, de Luján. Él tiene 21 años y ella 23. Lo que no tienen es auto. Apenas una carretela.

Subieron en ella y allí también cargaron a su nena de 5 años y a otro de un año y ocho meses. También subió un hermano de Alfredo, de 17 años, a quien apodan Gordito.

Quizás hayan salido sin rumbo, sin destino, sólo buscando como lo hacían siempre. No llevaban nada consigo. Apenas a sus hijos.

El recorrido que hicieron hasta llegar al camping es una parte de la historia que todavía se debe establecer. Lo que sí está claro es que, quizás desde una distancia considerable, en un momento vieron a Antonio Ortega y a Paulina Bransini.

La pareja ya había hecho el asado y almorzaba. El auto estaba cerca.

No se sabe todavía quién tuvo la idea. Posiblemente eso ahora sea lo de menos.

Algunos dicen que sólo los niños quedaron en la carretela. Otros que su madre se quedó con ellos. Lo concreto es que Antonio y Paulina ya habían terminado de comer, y fue allí cuando Alfredo Osorio y su hermano se acercaron a ellos. Buscaban dinero, teléfonos, el auto. Y los atacaron.

Los obligaron a subirse en la parte trasera del C3 y se fueron. Carolina Olmos quedó en la carretela, con sus hijos. Sabía lo que iba a ocurrir. Su conciencia la obligaría a relatar después lo que vio. “Soñé con la mujer y que me pedía ayuda para que no la mataran”, dijo en su declaración, días después.

Se quedó en la carretela hasta que un hermanastro de su marido la fue a buscar, en una destartalada Fiat 125 Multicarga.

Mientras, su marido y su cuñado habían ido hasta la zona de Cruz de Piedra, en Maipú, obligaron a Antonio y a Paulina a bajarse del auto y, después de volver a golpearlos con saña, los arrojaron a una planta potabilizadora de agua, todavía vivos pero malheridos. Murieron ahogados.

“A mi mamá la golpearon más. Y pensar que era de muy baja estatura. ¿Qué resistencia puede haber hecho, a su edad?, dijo Estela, la hija de Paulina, la misma que planeaba acompañarla a conocer el mar. “A mi papá, incluso, le vi las muñecas lastimadas como si lo hubieran atado. Los tiraron vivos al canal”, dice con la voz entrecortada.

Después los Osorio se fueron con el auto hasta su casa del barrio San Cayetano. Increíblemente el vehículo estuvo estacionado allí gran parte del domingo.

“Cuando mis papás no volvieron a las 18, como era su costumbre, nos empezamos a preocupar. Mi hermana los llamaba y no atendían. A las 21 los salimos a buscar”, recuerda Estela. La búsqueda tendría un final tremendo. Terminaría cuando reconocieron sus cuerpos en la morgue.

El Citröen C3 apareció quemado el lunes en el Bajo Luján, a poca distancia de la casa de la pareja Osorio- Olmos. Le faltaban las ruedas.

El personal de la Unidad Investigativa de Luján ya había iniciado su trabajo. Por algunos testimonios recolectados en la zona, se logró identificar la casa donde vivían. Luego vino la orden de allanamiento y las detenciones de los principales sospechosos: la pareja, el hermano menor de Osorio y su hermanastro, Daniel Funes (24).

También encontraron allí un porta CD rojo que tenía discos de folclore y tango. También estaba el CD de Sandro que Antonio le había regalado a Paulina.

Dos detenidos, imputados de homicidio criminis causa

La policía encontró unas zapatillas y una remera manchada con sangre en la casa de Alfredo Osorio y Carolina Olmos. El cotejo de ADN entre estas manchas y la sangre de las dos víctimas será un elemento más que tendrá la instrucción de la causa, que está en manos del fiscal de Delitos Complejos Santiago Garay, que ya imputó a los dos que quedaron detenidos por el delito de homicidio criminis causa (ver página 28 de Policiales).

Carolina Olmos se puso a llorar cuando fue detenida. Dijo que soñó con Paulina y que ella le pedía que la ayudara para que no la mataran. Pero es probable que su conciencia se haya desbocado también por la reacción que tuvo su hija de 5 años, después de que vio cómo su padre atacaba a los ancianos.

Un vecino de la familia contó que a la nena se la escuchó llorar mucho después de ese domingo. Ahora la niña está bajo la tutela de su abuela materna y, según indicó una fuente, se recomendó que recibiera tratamiento para poder superar el shock que le produjeron esas imágenes.

También estaba con ella su hermanito, de un año y 8 meses, aunque por su temprana edad es probable que no haya logrado percibir lo que estaba ocurriendo.

Secuencia

►Las víctimas salieron de su casa cerca de las 11 del domingo 16.

►Fueron atacados en el camping de la Virgen de Lourdes, entre las 13 y las 14.

►Los cuerpos fueron hallados cerca de las 19 en un piletón, en Maipú.

►Los cadáveres recién fueron identificados entre la noche del domingo y la madrugada del lunes.

►La primera hipótesis que dejo trascender la policía fue la de un suicidio, pero esta teoría nunca fue aceptada por los deudos.

►El auto C3 apareció quemado pocas horas después en el Bajo Luján. Le faltaban las cinco ruedas y la batería.

►El informe preliminar del Cuerpo Médico Forense y algunos datos obtenidos por la policía orientaron la causa hacia un doble homicidio cometido para ocultar el robo.

►Las detenciones se fueron sucediendo a partir de allí. Los primeros en ser capturados fueron Alfredo José Osorio y Carolina Olmos.

►Después fueron apresados dos hermanastros de Osorio, ahora liberados.

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