Me veo obligada a dar a conocimiento público una situación de mala práctica médica que me ocasionó el Instituto del Diagnóstico de La Plata, al cual concurrí por una simple cirugía -la cual relato en la nota más abajo-. Hoy ya han pasado tres meses de la intervención y más de dos meses desde que eleve mi queja, y me encuentro con que lo que se curaba en quince días se convirtió en una lesión permanente.
Este tratamiento que deberé realizar siempre, toda mi vida, me ocasiona problemas físicos y laborales. Yo trabajo con mis manos, pero el sufrimiento no es solo físico sino también psicológico.
Como respuesta, recibí un enorme silencio de parte del Instituto del Diagnóstico de La Plata. Ojalá nunca más se repita en otras personas, pero es muy difícil que esto no pase, ya que para los profesionales, las clínicas o como en este caso el Instituto del Diagnóstico de La Plata no somos pacientes sino un número para poder cobrarle a la obra social que corresponda.
A continuación, adjunto copia de correo enviado a los señores de la comisión directiva del Instituto del Diagnóstico, presidente Raúl Alberto Tassi, vicepresidente Christian Zgrablich, gerente Raúl Alberto Tassi, director Médico Alejandro Néstor Pérez, con fecha 28 de junio de 2011.
S.___________/___________D.
Quien suscribe Mirta Susana Sánchez, DNI 17.214.736, argentina, de 46 años, afiliada a la obra social IOMA Nº J147844722/01, llego a ustedes a través de esta nota en calidad de protesta por varias acciones fallidas que sucedieron antes y durante mi internación. Y como la comisión directiva del instituto tiene la misión de cuidar y asegurar el correcto funcionamiento del mismo, brindando la mejor asistencia posible, para mí ustedes son los responsables que deben tomar en cuenta esta queja, subsanar los errores, para que nunca nadie más pase por la mala experiencia que me tocó vivir.
El día 12 de mayo de 2011 concurrí con los análisis y demás elementos prequirúrgicos solicitados por el doctor Ariel Cosoli y convinimos que debía presentarme el día 24 de mayo a la hora 10.00 a 10.30 para internarme a esa hora y realizarme una operación de vesícula por laparoscopia con horario de entrada a quirófano a las 12.40. Me presenté en el horario convenido y debí soportar una espera de dos horas y media en la planta baja, hasta que se me recepcionara y recién subí al piso 3º a las 12.40, que era la hora en que ya debía entrar al quirófano. A las 13.15 recién ocupe una cama que estaba -según la paciente con la que compartí la habitación- libre, lista y preparada antes de las 10.00, o sea dos horas cuarenta minutos antes -que son los que debí esperar en la plata baja-. Ni bien entré y estaba por vestirme a esperar que se me tomara la presión y demás protocolos de internación, llegó personal a trasladarme al quirófano, al que me llevaron como si me hubiera internado de “urgencia”. Hasta ahí estaba más que nerviosa y estresada por las demoras en internarme, sin que nadie me diera una explicación. El traslado repentino, vuelvo a repetir, sin los protocolos de internación y recepción, al quirófano, me puso aun más nerviosa, lo que provoco, quizá, que el anestesista también algo nervioso no me encontrara las venas y después de varios intentos que dejaron marcas y moretones en mis muñecas y antebrazos. Además se puso agresivo y me manifestó que no me “encontraba las venas porque era gorda y tenía los brazos llenos de grasa”. Estos dichos me angustiaron mucho más y él intentaba en ese momento buscar venas en los pies o en el cuello; ahí intervino el doctor Cosoli, que me comunicó que debían “canalizarme”, intervención que se realizó en el brazo izquierdo a la altura de los bíceps.
Del doctor Ariel Cosoli y el resto del equipo de quirófano –excepto del señor anestesista- no tengo ninguna queja, más, estoy agradecida por la contención de muchos de ellos, dado que se dieron cuenta la difícil situación que estaba viviendo.
De vuelta en la habitación, debo decir que no me higienizaron, no me hicieron orinar en doce horas, estuve con el camisolín de quirófano veintitres horas, hasta el otro día, poco antes de retirarme de alta. A las 19.00 del día de la intervención, llegó el doctor Cosoli y dejó la orden que me sirvieran la cena, cosa que debí reclamar y una hora más tarde me trajeron una bandeja con los alimentos fríos y literalmente “me la arrojaron” sobre la mesa y nadie me ayudó, dado que me hallaba sola, porque a mi esposo personal de seguridad le comunicó que debía retirarse.
Respecto al equipo de enfermería, tanto el de la noche como el del turno mañana, su atención fue buena.
Pasado un poco más de un mes, llego en queja a ustedes, dado que aun, por el shock emocional que me produjo:
1º) La espera injustificada en el hall de entrada por mas de dos horas y media, por culpa de trámites administrativos, espera que aumento mi nerviosismo y estrés. Considero que es una actitud inhumana hacer esperar el tiempo que yo esperé, a cualquier persona que debe ser intervenida quirúrgicamente.
2º) La situación que una vez ingresada fuera llevada inmediatamente a quirófano sin protocolo de admisión e internación –ni me tomaron la presión- teniendo quien suscribe antecedentes de hipertensión.
3º) La actitud y la agresión verbal ofensiva, discriminatoria y totalmente fuera de lugar del anestesista, relatada en párrafos anteriores.
4º) La falta de atención, una vez retornada a la habitación, cuando, repito, no me higienizaron, no me hicieron orinar en doce horas, estuve con el camisolín de quirófano veintitrés horas, además del episodio de la cena con la persona encargada –una irrespetuosa-, dado que me hizo sentir maltratada y destratada.
Gracias a Dios, me fui de alta pasado el mediodía del día 25 de mayo de 2011. Fui a internarme para que me extirparan la vesícula y salí con traumas que aun hoy me afectan psicológicamente, por los moretones en ambos brazos, por los dolores que sufro en todo el brazo izquierdo -donde me canalizaron- y el adormecimiento de tres dedos de mi mano izquierda.
Quiero informarles que mis manos son mi herramienta de trabajo, soy tejedora artesanal, y no he podido trabajar normalmente desde que volví de la experiencia vivida en su instituto. Solo se salvan de todo este episodio el doctor Ariel Cosoli, que tanto antes de la intervención como después intentó contenerme y me demostró que es un excelente profesional médico; las enfermeras del turno noche y mañana del tercer piso que estuvieron en servicio esos días.
Lamentablemente me veo en la obligación de informarles que esta queja la haré llegar a la dirección de IOMA por los canales que correspondan y que me reservo el derecho de actuar, de acuerdo a lo que mis asesores legales me aconsejen, en caso que mi recuperación se demore un tiempo más, ya que cuando se programó esta intervención se me dijo que en un par de días estaría haciendo mi vida normal. Llevo ya treintiseis días y no poder cumplir mis compromisos de trabajo, el necesitar ayuda para todo lo cotidiano, que antes hacia, como esposa y madre dentro de mi hogar, los analgésicos que me causan alergia y cada vez me hacen menos efectos y todo estos trastornos vividos durante y después de mi internación en esa institución, hacen que tome esta determinación de reservarme el derecho de accionar judicialmente contra el instituto, por sentirme perjudicada en lo personal, en lo físico, en lo laboral y moralmente.
Sin otro particular, los saludo atentamente.
Mirta Susana Sánchez.
PD: Hoy esos treintiseis días se transformaron en ciento un días, de dolor, sufrimiento e impotencia; el sentirme que solo soy un número más de una obra social que mantiene este sistema de salud cada vez mas irresponsable y precario.
Comentá la nota