Kitesurf, un deporte que crece en Junín

Kitesurf, un deporte que crece en Junín
Nacida en las islas de Hawaii, la disciplina –que se practica en el Parque Natural Laguna de Gómez- hoy reúne en nuestra ciudad a unos 40 aficionados, que se suman a varios deportistas que llegan desde ciudades de la Región.

Nacida en las islas de Hawaii, la disciplina llegó a Junín y fue creciendo lentamente hasta reunir a decenas de aficionados que actualmente la practican en la Laguna de Gómez.

El grupo es de aproximadamente 40 personas más aquellos que se acercan desde ciudades de la región como Rojas, Chacabuco, Lincoln, Pergamino, Vedia, Chivilcoy, Carmen de Areco.

Hugo Bottaro, director de la Asociación de Windsurfistas del Noroeste Bonaerense, revela los secretos y peligros de este deporte.

¿Qué es el kitesurf?

El kitesurf, que no es otra cosa que deslizarse por el agua con una tabla mientras se es impulsado por una vela de parapente, es una práctica importada de Europa.

Se instaló en la Argentina hace alrededor de una década y en Junín fue ganándose poco a poco el gusto de quienes visitan el Parque Natural Laguna de Gómez con el afán de saciar su gusto por la aventura náutica, algo que se percibe claramente cada fin de semana al ver a decenas de aficionados a esta disciplina.

Cualquier persona que pese más de 40 kilos y tenga al menos 10 años de edad puede practicar Kitesurf, aseguran los expertos.

“Si me preguntás hasta qué edad se puede practicar, tenemos un amigo kitesurfista de 84 años que viene todos los veranos desde Pergamino”, sorprende Bottaro.

“Es decir que, prácticamente, no hay limitaciones para practicarlo. La mayoría cuando se acerca piensa que tiene que tener mucha fuerza y en realidad es más técnica que otra cosa. Tenemos varias chicas en el grupo y otras que ya están en pleno curso”.

Pero para practicar kitesurf no sólo hacen falta ganas, sino también conocer algunos pormenores, secretos y riesgos de esta aventura náutica.

“El kitesurf es un deporte muy nuevo”, comenta Bottaro. Y añade: “Comenzó a tomar forma a partir de 1998 aproximadamente, en algunas islas de Hawaii y parte de Francia, y se hizo popular en 2000. Básicamente está formado por una pequeña tabla, con unas fijaciones para poder meter los pies, un arnés de cintura y la cometa o kite”.

El kitesurfista está sujeto a dicha cometa a través del arnés, y da las órdenes de dirección a la cometa con sus manos a través de una barra compuesta por cuatro líneas de alrededor de 25 metros.

“Es un deporte que tiene mucha tecnología en materiales y muchas horas de diseño. Con esto estoy diciendo que en sus inicios todo fue en base a pruebas y errores, y los equipos no brindaban la seguridad necesaria para poder practicarlo. Yo me compré mi primer kite en 2001 y luego de muchos errores y golpes importantes, decidí venderlo para no golpearme más de la cuenta. En esa época, no existían los cursos, es más, había muchos kites en circulación, pero muy pocos con el conocimiento necesario para utilizarlos”, recuerda.

Riesgos y cuidados

“Desde mi postura de instructor, descubro que cometí muchas imprudencias años atrás, que pusieron en riesgo mi integridad física, pero de esto me doy cuenta después de varios años de estar en contacto con el deporte. Puedo decir que me sirvió mucho esa experiencia, para saber que la persona que desea aprender kitesurf desconoce casi por completo los riesgos a los que se expone. La mayoría lo ve como algo muy fácil y que no les presentará complicaciones”, afirma.

“Esto me sirve mucho a la hora de dar la capacitación. Porque es sabido que todos los extremos son malos. O sea, si comenzás el curso con mucho miedo, es casi seguro que vas a estirar más de la cuenta la curva de aprendizaje, y por supuesto que si tenés un exceso de confianza, te va a jugar en contra. El kite es un deporte ‘fácil’, pero no hay que engañarse, no deja de ser un deporte extremo con el que podemos lastimarnos”.

Asociación de Windsurfistas

El Director de la asociación, satisfecho con el trabajo realizado, asegura que en Junín el kitesurf está controlado.

”La Dirección de Turismo del Municipio estaba organizando los deportes náuticos en la Laguna de Gómez y nos propuso entregarnos un terreno para que nosotros representáramos en él nuestra actividad. Para eso, debíamos conformar una asociación para darle un marco legal. Fue una decisión muy acertada la de agruparnos en un mismo lugar, porque eso nos permitió poder regular y controlar el accionar de todos los navegantes”, destaca.

“A diferencia de otros lugares donde ya peligra la autorización para practicar kite, en Junín estamos muy ordenados y se nota a simple vista, no vas a ver ninguna vela de kite saliendo o entrando por otro lugar que no sea el spot Awinoba (sigla de la Asociación de Windsurf local)”.

Asimismo, el Municipio impulsó la creación de la primera Escuela Municipal de Kitesurf a nivel Nacional, cooperando en todo lo referente a la formación de los instructores y coordinando su funcionamiento.

“La escuela es fundamental para que los que tienen ganas de aprender este deporte, lo hagan de una manera segura y sin riesgos. Además de facilitar el aprendizaje de manera exponencial. Mucha gente se animó a acercarse a este deporte gracias a la escuela”, afirma Bottaro.

El curso

Para comprender más o menos con qué se encontrará quien decida adentrarse en el mundo del kitesurf, vale advertir que el curso consta de una primera clase teórica en la que el alumno completa una serie de planillas que luego se remiten a la AAK –Asociación Argentina de Kitesurf.

“La clase teórica, que tiene una duración de aproximadamente tres horas, es una charla interactiva donde se explican condiciones meteorológicas, tipos de vientos, direcciones de vientos, tipos de playas, puntos cardinales, direcciones de navegación con respecto al viento, turbulencias y obstáculos, entre otras cosas”, explica.

Las planillas que completa el alumno son para que la entidad tenga registrado cuántos alumnos pasan por la escuela y principalmente para que cuando la persona finaliza el curso, a través del instructor, pueda solicitar el carnet habilitante de navegación, en el que figura el nivel de conocimientos.

“Para poder recibir el carnet, el alumno debe completar un feedback con la AAK en el que debe responder unas preguntas técnicas y otras referentes al modo de enseñanza del instructor, expresando conformidad o descontento y explicando las cosas negativas por parte del instructor, si las hubiera. Esto se hace para que las personas interesadas en tomar un curso puedan ingresar a la web de la AAK y puedan ver el ranking de instructores y de esta manera tener al menos una referencia de la persona con la cual se capacitarán”, indica el director.

Los instructores responden a la Asociación Argentina de Kitesurf (AAK), que es una entidad sin fines de lucro cuyo objetivo es unificar las metodologías de enseñanza y seguir capacitándose para poder brindar un buen servicio y ayudar a que el deporte se expanda con seguridad y minimizando los riesgos.

Técnicas y seguridad

En el curso, lógicamente, también se aprende a armar el kite. “Enseñamos a armar e inflar el kite por primera vez, a conectarle las líneas, y se explica los tipos de kites existentes en el mercado y sus diferencias. Finalizando la clase teórica, se realiza la eyección y el auto rescate, que es el ejercicio más importante del curso, es la acción que nos va a sacar de un apuro o de una situación en la que estamos perdiendo el control del kite”, explica Bottaro.

“La realidad es que el curso se basa en que el alumno asimile y automatice las situaciones de riesgo y actúe en consecuencia. Después, como cosa secundaria, obviamente, que logre pararse sobre la tabla y pueda disfrutar del placer inexplicable de deslizarse velozmente sobre el agua y sentir el viento en la cara. Eso no tiene precio”.

Respecto de la importancia de la seguridad y el hincapié que se hace en los cursos sobre esta, Bottaro explica, “para darte un ejemplo, si utilizamos el kite de manera incorrecta, tiene la misma fuerza de tracción que un auto del cual nosotros estamos agarrados con una cuerda, desde atrás y este acelera a fondo y suelta el embrague. Ese tirón es lo que en el curso se enseña a dosificar o evitar. Aunque cuando estamos en el agua lo realizamos intencionalmente varias veces para conocerlo y acostumbrarnos para que podamos reaccionar mas fríamente y no desesperarnos ante una emergencia. Pero lo hacemos en el agua”.

Costos

El valor aproximado del curso es de $ 1.500. La variación del precio depende de la cantidad de clases que tome la persona y de cómo vaya aprendiendo, ya que hay personas que necesitan más clases que otras.

“La escuela brinda absolutamente todos los materiales para tomar las clases (kite, tabla, arnés, traje de neoprene, botas, casco, chaleco, gafas). Todos estos materiales tienen un desgaste importante, debido a que sufren castigos continuos durante las clases, lo que obliga a un recambio permanente y lamentablemente para todos, los valores son en dólares, lo que obviamente nos encarece el deporte”, afirma.

Según Bottaro, comprar un equipo, es como comprar un auto. “Hay de todo: nuevos, usados impecables, usados, usados regulares. Al momento de comprar, en primer lugar, hay que tener en cuenta que el producto sea moderno y que brinde los elementos de seguridad necesarios; en segundo lugar, ver el estado del mismo, que la tela se encuentre en condiciones aceptables. Hay kites impecables y muy baratos, pero que no son modernos, y hay kites que son más caros pero están más maltratados. Es un equilibrio que hay que encontrar entre estos dos factores”.

Un equipo usado cuesta desde 800 dólares a 1.900 dólares.

Dentro del equipo hay partes que no se reemplazan por mucho tiempo, tales como la tabla y el arnés. El kite, dependiendo del uso, cada dos o tres temporadas podría reemplazarse. Hay que tener en cuenta que la vida útil de la tela está medida en la cantidad de horas de sol que recibe (600 horas aproximadamente).

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