Gloria a Instituto

Gloria a Instituto

El albirrojo derrotó anoche a Ferro por 88-87 y cumplió el gran objetivo de ascender a la Liga Nacional. La emoción y satisfacción de dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas, copó la parada. 

Tuc-tuc, tuc-tuc, tuc-tuc… fue el fiel sonido de los corazones que latieron a mil kilómetros por hora en los últimos segundos de un sueño que estaba haciéndose realidad. Allá, abajo, un abrazo interminable con explosión de emoción resumía lo que se vivió a lo largo de siete meses de trabajo. Fue para el infarto, algo sin igual. Indescriptible.

Las lágrimas se apoderaron de las mejillas de todos, se fundieron con la transpiración y el deseo de concretar ese anhelo que tan lejos parecía estar y que hoy, en una verdadera noche de Gloria, se hizo realidad.

Correteando por aquí, correteando por allá, algunos arrodillados, otros a upa, abrazos con unos y otros… Nada era suficiente como para expresar lo que en ese momento se sentía. Un nudo en la garganta imposibilitaba la necesidad de tragar con normalidad. La emoción brotaba cual espuma de champagne agitado con fervor y destapado para el brindis.

Puños en alto, curvando la espalda y con la frente apuntando al cielo buscando en el más allá ese no sé qué de agradecimiento mientras un constante snif snif snif evitaba expresar un llanto al desnudo. Eran imágenes que permitían pintar de cuerpo entero lo que se vivía sobre la madera del histórico Héctor Etchart, tan histórico como lo conseguido por Instituto.

Sí señores, con mucho esfuerzo, perseverancia y sobre todo creyendo siempre en sí, los cordobeses cumplieron con creces el objetivo de volverse a acomodar entre los grandes del básquetbol argentino, ese lugar que supieron ocupar como fundadores de nuestra Liga Nacional allá por 1985 y 1986, ocasión en la que Córdoba tuvo por única vez tres representantes al mismo tiempo en la elite.

Cuánta agua corrió bajo el puente desde aquel “no” de firmar avales a este presente de ensueño que se concretó con 88-87 de anoche y el 3-0 sobre Ferro en la semifinal de la División Norte del Torneo Nacional de Ascenso.

La sangre que hierve en las venas del hincha por el fuego sagrado y la satisfacción de la victoria tiene muchos que ver con dos nombres y un mismo apellido: Mario y Juan Manuel Cavagliatto. Sí, los hombres fuertes y puntales de este Instituto que no querían estuviera en consideración de un club de fútbol y que terminó por torcerle el brazo a la mayoría. El básquetbol pasó de ser un deporte que iba a dar pérdida a convertirse en el gran orgullo de la institución de barrio Alta Córdoba.

Con manejos deportivos racionales, financieros y dirigenciales de muy bajo perfil, llevaron a que el albirrojo vuelva a ocupar ese sitial del que estuvo ausente por casi 30 años. Pero hoy se transformaron en los directores de una obra maestra que tuvo como actores principales a un cuerpo técnico serio y laburador; y un plantel dispuesto y profesional. Sin egos, como desde un primer momento todos se encargaron de destacar.

Así es que con esa base y seguridad blindada que brindaron los Cavagliatto, a pesar del bombardeo pesimista que se generó desde afuera una y otra vez, el cuerpo técnico encabezado por Osvaldo Arduh y asistido nada menos que por el experimentado ex base Facundo Sucatzky, hizo su labor casi a la perfección sobre la tablita y también en la cancha para conseguir conformar un equipo tan sólido como inexpugnable. Con ideas claras e identidad propia.

Y los jugadores, que en esta oportunidad con la lección aprendida por lo sucedido en la temporada anterior, estuvieron a la altura de las expectativas y respondieron con creces a la presión de ser candidato y también a la de un hincha demandante, creyente y soñador.

Señores, Instituto tuvo su noche de Gloria en el mítico e histórico Héctor Etchart. Fue una noche de la que muchos no quieren despertar y que esperan de alguien que los pellizque para saber que es realidad y no tan sólo un sueño.

El albirrojo ascendió. Sí, cumplió su primer objetivo, pero no se queda con eso. Ahora justamente va por la Gloria. Por el título. Por la frutilla de este postre que desde hace tiempo comenzó a ser degustado pero que deja, como siempre, la parte más rica para el final.

 

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