"La Franja de Gaza es el lugar más triste que he conocido"

María de Ánima Christi van Eijk, estuvo en San Luis y contó su experiencia en el conflicto entre Israel y Palestina.

La monja toma un papel y con la lapicera empieza a dibujar el lugar donde ocurrió la tragedia: “Acá está la escuela, ahí la casa de los padres, por acá hay otro patio de la misma escuela y en la segunda planta está la casa que destruyeron las bombas. Más atrás se ubica el hogar de las hermanas de la Madre Teresa. También hay una especie de cementerio y todo está amurallado”. La hermana María de Ánima Christi van Eijk, superiora General del Instituto Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, relató las consecuencias del bombardeo que el pasado martes sufrió la casa de las tres hermanas de esa congregación que viven dentro del predio parroquial en la Franja de Gaza. La madre  Ánima, quien estuvo la última Navidad en esa zona de guerra, recorrió durante dos días la provincia donde visitó la comunidad de las hermanas que realizan su tarea en el Hospital de San Luis.

“En Gaza hay 29 niños que sufren diferentes discapacidades y 9 ancianas atendidas por las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta que ahora se han refugiado en lo que sería el rincón más seguro del predio. Gracias a Dios están todos bien. Muy asustados, porque además no pueden trasladarse a ningún otro lado y a veces ni siquiera se puede caminar por el lugar”,  dijo la  religiosa,  quien contó que al párroco Jorge Hernández, que está ahora en Medio Oriente,  le habían avisado con anticipación que iban a bombardear la zona.  "Recen por ellos, por el padre Jorge y por todos los habitantes de la Franja de Gaza para que llegue la paz de una buena vez”, pidió.

“Fue el lugar más triste que conocí de todos los que he visitado. Es como una cárcel de 30 kilómetros toda amurallada donde viven poco más de un millón y medio de personas, y la mayoría no puede salir. Cuando estuve por allí en diciembre del año pasado había inundaciones y algunas partes del muro habían cedido. Tuvimos que esperar hasta cinco horas para poder salir de Gaza. Durante ese tiempo no tuvimos ni una silla, ni un vaso de agua, mucho menos un baño. Me sentí totalmente encerrada porque hay un pasillo de 2 kilómetros para llegar hasta el ingreso, que además está  totalmente enrejado. Es realmente impactante cómo tienen que vivir allá”, afirmó.

Explicó que la iglesia y la escuela donde desarrollan su tarea pastoral las tres monjas (devotas) de la Virgen de Matará está en  el sector más antiguo de Gaza,  “donde las calles son muy estrechas, las casas son de dos pisos y en la planta baja hay pequeños negocios como talleres mecánicos. La gente que vive allí me explicaba que en realidad en varios de esos locales fabrican los proyectiles que luego los palestinos lanzan con morteros hacia Israel. Dicen que llenan esos misiles de clavos y trozos de metal, que cuando explotan, se esparcen y lastiman a las personas. En cambio los israelíes tienen radares que los detectan y por eso los atacan. El impacto es tremendo”, destacó.

Según la madre María de Ánima, “el padre Jorge Hernández está bloqueado en esa zona y no puede irse a ninguna parte. En cambio las tres hermanas de nuestra congregación (una argentina, otra brasilera y la tercera egipcia) pudieron salir por medio del contacto que realizó la embajada de Brasil que les consiguió un convoy de Naciones Unidas que las llevó hasta Belén”.

La superiora estuvo en la zona del  conflicto unos días antes de Navidad: “Habían organizado un concierto navideño con músicos de Estados Unidos y Francia. La iglesia se llenó de jóvenes musulmanes que grababan a la orquesta con sus teléfonos celulares. Fue un momento de alegría y de paz que les pudimos regalar. Los chicos se nos acercaban y nos preguntaban qué significaba nuestra tarea y cómo habíamos tomado la decisión de ser monjas. Fue muy interesante hablar con ellos”, recordó.

Al ver las condiciones en que vivían las hermanas pidieron ayuda y les consiguieron muebles y materiales para la casa, que por esos días estaba en refacción, “porque estaba en malas condiciones”. Pero la buena nueva duró poco ya que tras el bombardeo del martes, la casa quedó inutilizada y se perdieron todas las donaciones.

Contó que los católicos que viven en la ciudad “son unos 180 y los cristianos en total serán alrededor de 1.200, y la mayoría ortodoxos”. El padre Jorge es el director de tres escuelas, aunque una sola está en el predio que fue alcanzado por las bombas, las otras dos se ubican en una zona más alejada. 

En relación a su visita a San Luis dijo que “vine para ver cómo están las tres hermanas que hacen su trabajo de acompañar a los enfermos. Yo me sumé con ellas durante uno de los recorridos, sobre todo visitamos la sala de pediatría donde en esta época hay muchas madres que estaban con sus niños que sufren de bronquitis. Nadie dormía en ese pabellón, por eso nos acercamos a llevar nuestro mensaje de esperanza también a ellos”.

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