Un extrapartidario en la presidencia del PJ

Un extrapartidario en la presidencia del PJ

El anuncio formulado este viernes por José Luis Gioja, presidente del PJ, sobre la determinación del consejo nacional de ofrecerle la presidencia del histórico partido a Alberto Fernández, en el contexto de la celebración del 17 de octubre, ha generado respuestas contrapuestas. 

Analizando la cuestión lo más objetivamente posible, puede plantearse del siguiente modo. Desde su fundación, tanto el movimiento peronista como el PJ aspiraron a expresar el interés común de la sociedad. Por eso Perón definió al peronismo como un movimiento de centro, diferenciándolo de las opciones eurocéntricas de izquierdas y derechas. Las condiciones históricas habitualmente impidieron la expresión de los afiliados al momento de definir las autoridades partidarias. En la actual situación, consideraciones estratégicas han llevado a sus autoridades a proponer como titular a un extrapartidario -que además preside otro partido- para que lo suceda, clausurando así el proceso de renovación partidaria en curso, sobre las bases estatutarias que prevén la consulta de la opinión de los afiliados a través de un proceso electoral.

En este caso, la apuesta es más arriesgada que en otras ocasiones, ya que, por primera vez, se trata de un extrapartidario, que además preside un partido propio, el PARTE, se define como liberal de izquierda y socialdemócrata, más cercano a Bob Dylan que a las “veinte verdades” y se referencia en Raúl Alfonsín. No hace mucho tiempo Alberto Fernández afirmó que los peronistas lo iban a odiar por declarar sus convicciones. Lejos de ello, el consejo nacional le acaba de ofrecer la presidencia al frente de una lista única, ya que, en las actuales circunstancias, el respaldo del PJ parece resultar indispensable para fortalecer su posición y afrontar los duros tiempos que nos esperan.

En la citada reunión del consejo nacional, la única voz discordante fue la del gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá, quien reclamó elecciones internas, luego de destacar su buena relación con Alberto Fernández. En solitario, el histórico dirigente peronista llamó a respetar los derechos de los peronistas, sobre todo de los que trabajan en el territorio, a expresar su voluntad. También subrayó que el Frente de Todos no definió un programa en su composición, y que las medidas implementadas hasta ahora contradicen las consignas electorales y las banderas históricas del peronismo, tanto en lo referido a la relación con el FMI, la impunidad de los funcionarios del gobierno macrista, la falta de un proyecto productivo, etcétera. También expresó su convencimiento de que Alberto Fernández apoyaría un programa fundado en esas banderas y consignas históricas, pero que no era cerrando la puerta a una expresión abierta y popular de la sociedad en el proceso electoral del PJ como se auxiliaba al presidente de la Nación, sino más bien todo lo contrario. Para Alberto Rodríguez Saá, tanto el peronismo como el gobierno saldrían fortalecidos con una mayor participación, en lugar de cerrarle las puertas.

La pregunta del millón es la siguiente: ¿Qué debe hacer un partido que en el pasado fue la garantía de gobernabilidad? ¿Convocar a un proceso electoral para legitimar liderazgos y definir un programa, emergente del debate correspondiente, lo que no sucede desde la década de 1980?  ¿O rodear al presidente para tratar de fortalecerlo, aunque hasta ahora haya sido escasamente consultado ese partido durante su gestión, para contribuir a preservar la estabilidad del poder ejecutivo?

Veamos los riesgos. La apertura de un debate interno podría hacer salir a la luz críticas y objeciones al gobierno nacional y a sus principales referentes. También podría darse el resultado inverso, tal como ocurrió con la renovación de los años 80, que permitió renacer a un peronismo muy golpeado por las disputas internas y los años de plomo. 

Por el contrario, la presentación de una lista única con la candidatura de Alberto Fernández podría sumarle un apoyo significativo al primer mandatario, pero conlleva el riesgo de incrementar la fractura interna y el malestar de muchos afiliados y militantes. Por no hablar del corte definitivo de puentes con amplios sectores del peronismo que ya tomaron distancia del partido durante la gestión Gioja. 

La decisión adoptada por el consejo nacional es arriesgada, porque si los resultados no se traducen en un relanzamiento exitoso del gobierno nacional, el PJ no saldría ileso. Si, en cambio, ese apoyo anuncia un punto de inflexión en su tarea, el partido podría reafirmar su condición de garante de la gobernabilidad y promotor de los eventuales logros que pudieran alcanzarse. 

Una de las cuestiones clave consiste en precisar en qué términos se lo va a promover a la presidencia partidaria, algo que no trascendió hasta ahora. Elevado a la presidencia del PJ, ¿el máximo mandatario integrará al partido a las instancias de toma de decisión y le asignará un papel destacado en su gabinete? ¿Se incorporarán los aspectos programáticos y el debate interno que reclamó Alberto Rodríguez Saá, o se profundizará la línea actual de gestión?

Y aquí, finalmente, aparece la cuestión de fondo. ¿El PJ debe privilegiar la gobernabilidad de la Nación o la democracia interna? Es decir: ¿Debe representar fielmente a aquellos actores y sectores que se incluyen dentro de su estructura, o su participación debe pasar a un segundo plano cuando el futuro de la patria está en juego? ¿El éxito de un partido debe medirse por la efectividad en la acción, en sus realizaciones, o por su calidad democrática? Por último: ¿Estas dos opciones son excluyentes? 

¿Se impone aplicar la REALPOLITIK en un contexto extremadamente crítico, con la oposición y los poderes fácticos alentando el hundimiento institucional y con un sector del peronismo diagnosticando la anomia y propiciando como única salida una asamblea legislativa, o abrir el debate?

Perón definió una escala de prioridades: “Primero la patria, después del movimiento y por último los hombres”. Pero también sostuvo el precepto: “Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”. La situación es ambigua. Muchos son los interrogantes y, hasta ahora, pocas las certezas sobre los términos de una propuesta que implica una movida decisiva, que sólo podrá ser legitimada por el éxito. El comité nacional ya se expresó y privilegió el respaldo a las instituciones nacionales a los reglamentos estatutarios. ¿Pragmatismo patriótico o salto al vacío? ¿Existen condiciones fácticas para tomar una decisión alternativa? Estos son los interrogantes, con el destino de la Argentina como telón de fondo.

En la toma de decisiones en los momentos clave se prueba el carácter de la dirigencia. Ahora no es diferente. 

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