El desesperado intento de Carola y Claudio por adoptar una niña

El desesperado intento de Carola y Claudio por adoptar una niña

Es un matrimonio que cuida desde hace dos años y medio a una nena. Temen que la Justicia, sin embargo, decida definitivamente entregársela en adopción a otra familia. Prometen que irán "hasta las últimas consecuencias".

"Hola, Ch.... Espero que descanses mucho este fin de semana y que puedas jugar todo lo que quieras. Nosotros te queremos muchísimo. Esperemos que la señora que decide sobre tu vida nos responda rápido para que pronto puedas volver con tu familia. Besos". El mensaje, lleno de dolor pero también de esperanza, lo escribió en su muro de Facebook Carola Gravina (42) el 6 de junio. Dos días después, las palabras eran más tristes pero no abandonaban la ilusión: "Te extraño chiquitita. Ojalá podamos revertir esta situación. Nuestro amor es más grande. Es un obstáculo para probarnos".

Fue el primer fin de semana que Carola y su esposo, Claudio Salvatore (49), pasaron sin ver a la nena de 3 años que cuidan desde que era bebé y cuya situación debe ser resuelta por el Juzgado de Familia N° 2 de la ciudad.

La pequeña (una disposición judicial impide a Carola y Claudio mencionar su nombre y mostrar fotos de ella) llegó a sus vidas en vísperas de un año nuevo: el 30 de diciembre de 2011 fue entregada para su guarda a Marta Palmeyro (65), madre de Carola y colaboradora de los Hogares de Belén, un servicio dependiente del Movimiento Familiar Cristiano que recibe a niños de los juzgados mientras se decide su situación legal.

"Lloraba mucho. No se podía dar vuelta en la cuna. No se sentaba y, con un año y un mes, tampoco caminaba". "Descubrimos que tenía un retraso madurativo. Tenía abstinencia por la droga que había consumido a través de la leche materna. Y había que tenerla a la intemperie porque, como vivía en la calle, adentro se sentía encerrada y lloraba. Por eso nos dispusimos a ayudarle a mi mamá", cuenta Carola a LA CAPITAL.

Todo cambió un año después, cuando Marta se lastimó y una doble hernia de disco le hizo padecer dolores inaguantables. La prescripción médica fue tajante: no podía levantar peso. "Ahí la empezamos a ayudar un poco más y decidimos darle una estabilidad mayor a la nena. Empezó a caminar, a andar en bicicleta, a hacer todo lo que hace una nena. Y se empezó a quedar en casa y a tener su cama, sus chiches, sus amigos. Empezó a tener una sensación de pertenencia", dice Claudio, que como su mujer es empleado administrativo en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

La niña también comenzó a ir al jardín. "No podía estar encerrada casa y nos dijimos que tenía que sociabilizar", agrega Claudio.

El Juzgado, de todos modos, había dispuesto un régimen de visita para que sus padres biológicos la pudieran ver. "Pero cada vez que iba nos la devolvían en malas condiciones. Tosía mucho, venía empapada y llena de barro en pleno invierno, había que sacarle toda la ropa y bañarla", recuerda Claudio.

En abril de este año, el Juzgado decidió poner a la nena en estado de adoptabilidad. Esto implica que no va volver con sus padres biológicos y que, en cambio, será entregada a otra familia.

El día en que la pusieron en adopción, Carola y Claudio se presentaron en el Juzgado para pedirla. De inmediato quedó abierto un expediente, con todos los trámites que eso implica: presentación de informes, visitas a la abogada y evaluaciones de psicólogos y asistentes sociales. Los informes eran positivos. La ilusión crecía. El sueño de adoptar a la Chinita estaba en marcha.

Era, sin embargo, una marcha demasiado lenta: la Justicia decidió que sus padres adoptivos serían los primeros en la lista de adoptantes, no ellos, y que debía abrirse un período de integración con la futura familia. Entonces la pequeña empezó a irse a otra casa. Primero tres horas por día. Después los fines de semana.

"Nuestro expediente va a tranco cansino. Nosotros vemos que estamos subiendo la Torre Eiffel por una escalera mientras el expediente de la pareja que eligió el Juzgado va por el ascensor a 200 kilómetros por hora. Hace dos semanas presentamos una medida cautelar. Y la encontraron traspapelada", se queja Claudio, entre irónico y embroncado. "En estos dos años y medio que la tuvimos ?apunta Carola? el trámite judicial pasó por tres juezas. Cada una que llega quiere analizar toda la situación de nuevo, con sus peritos y su gente de confianza".

La desazón con la Justicia es grande. "Está haciendo todo mal. Si tenemos que apelar, vamos a decir todas las arbitrariedades en que incurrió el Juzgado", advierte Claudio. Y Carola promete que irá "hasta las últimas consecuencias".

"Nunca hicimos nada para apropiarnos de la chiquita. Simplemente pedimos una 'coguarda' con mi suegra para que le pudiéramos dar nuestra obra social. Para nosotros es una cuestión de amor. Del que sentimos por ella y del que ella siente por nosotros. Tiene una vida de hace dos años y medio con nosotros", interviene Claudio.

Pero asegura que desde que comenzaron las idas y vueltas en el jardín están preocupadas por la nena. "Notaron que está más agresiva y dispersa", dice con los ojos vidriosos. "Sentimos que nos la están arrancando", agrega, y una lágrima ya le empieza a recorrer la mejilla.

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