“Creo que falta poco y que sólo será una historia para contar”

“Creo que falta poco y que sólo será una historia para contar”
“Una mamá pendiente”. En un tramo de la entrevista, ella se definirá, al pasar, de esa manera. Su vida fue un antes y un después desde que conoció el diagnóstico de su hijo Faustino, de 3 años: leucemia. Dijo que no tuvo tiempo de tirarse en la cama a llorar. De inmediato, procedió a contactar a médicos, averiguar sobre la enfermedad e iniciar un tratamiento junto al pequeño. Sí, juntos, porque en cada internación, en cada consulta y en cada paso del nene ella está a su lado.
Virginia Velázquez hizo una pausa en su trabajo (en una empresa de medicina privada) para recibir a EL DIARIO y confirmar que “Fausti” viene doblegando a la enfermedad.

“Nosotros afrontamos activamente un diagnóstico tan duro como el que tuvimos. Nunca me había pasado algo así de cerca y cuando sucedió me dije: lo tengo que contar, expresar. El futuro era incierto y de alguna manera el compartirlo con los demás nos ayudó”, dijo en mención a sus posteos en Facebook, los que siguen miles de personas para acompañar al pequeño.

“Faustino es muy responsable. Sabe, con lo chiquito que es, cumplir horarios, hacer dieta, tiene el hábito de lavarse las manos, juega despacio porque no debe lastimarse. Ha madurado de golpe y me deja perpleja cómo actúa. Lo sobreprotejo y él, a su manera, me da a entender que puede, que lo deje tranquilo”, confió.

Su hijo lleva casi un año y medio de tratamiento y vienen imponiéndose a la ofensiva de la enfermedad. “Pedí mucho tenerlo en mi casa y con una vida casi normal y lo hemos conseguido”. Cuando llega de la escuela con su pintor lleno de arena, a ella se le dibuja una sonrisa. “Estoy más relajada de verlo tan distendido”.

Virginia aclaró que si bien “hoy no hay síntomas, sigue en tratamiento y requiere de un trasplante”.

El año 2012 fue de inducción al tratamiento, el que resistió. “Se diagnosticó un defecto genético que hace que la médula se enferme. Uno piensa en la muerte y hay que enfrentarla, buscando apoyo. En Facebook recibimos mucha buena energía y creo que esa onda en algún lado está. Fausti va al quiosco y lo conocen, porque lo vieron en Internet”, contó.

Definió al niño “como un hombrecito, que encima no aparenta su edad sino la de un chico de 6 años” y remarcó que “tiene tolerancia al dolor”.

- ¿No es de quejarse?

- Nunca, pero obvio que cuando está internado me pregunta cuándo nos vamos. Jamás me vio llorar, porque busco tener una expresión positiva. Escuché críticas porque nos reímos en las fotos pese a lo que nos pasa. Reírse y el buen humor son las claves.

De inmediato, habla de los prejuicios que existen. “Conseguir escuela me costó. Fue todo un tema encontrar lugar porque los médicos nos aconsejaron que no haya más de 20 nenes en la sala. Me entrevisté con todas las maestras”, narró. Virginia prefirió no contar a qué colegio asiste el nene, porque teme que algún padre haga planteos. “Hemos vivido situaciones de prejuicios por la ignorancia de algunas personas”, argumentó.

Aclaró que por la patología, el niño sigue teniendo una salud en riesgo, pero hoy “su médula funciona normalmente”, tan es así que no recomiendan un trasplante en este momento, ya que con la medicación y el tratamiento ha logrado una vida casi normal.

- ¿Cuáles son los cuidados que tienen que tener?

- Primero, en el ámbito donde vive. Mi casa es un “sanatorio”. Lleva una dieta, consume medicación, tiene que tener ciertas horas de sueño y descanso, esparcimiento y confort. Requiere un nivel de vida en donde todo es caro. Si no hubiese tenido el apoyo espiritual y económico de muchos no hubiésemos podido avanzar. Mucha gente está a nuestro lado, empezando por mis vecinos de Río Cuarto, mi ciudad. Mi situación financiera está quebrada, pero no me importa”.

En nueve meses pueden llegar a conseguir el alta. Esta semana, Faustino retornará a una sala del Sanatorio Allende para una nueva internación.

“Ha estado más de 30 veces internado y muchas veces con riesgo de vida. La quimioterapia tiene un impacto en el cuerpo que pone en juego la vida. Pero a él no le ha hecho mal, tiene consecuencias pero no de gran magnitud”, relató. Observa que como a la mañana va al jardín, a la tarde suele experimentar fatiga. “Son consecuencias mínimas al lado de lo que podía darse. No tiene daño neurológico” a pesar de la invasión en su cuerpo. “Es muy inteligente y además tiene una actitud de que conoce que puede conseguir lo que quiere (se ríe). Tiene una estrategia para salir airoso de situaciones incómodas en su pequeño mundo”.

A Faustino le encanta salir a la calle, pasear, ama estar al aire libre y jugar. "Me sorprende su responsabilidad para todo. Todos los días le pregunto si va a ir al jardín, jamás lo obligo. Y siempre me dice que sí. Y viene de la escuela como si viniera de la guerra", contó sonriente.

Cree mucho en Dios. "Uno se cuestiona la fe pero con el correr del tiempo desaparecen esos reproches. Tener el privilegio de verlo crecer me hace creer en Dios. Faustino es un angelito que nos da una lección de vida y que pelea a diario para ganar. Tiene un mensaje para dar: me pasó esto, fíjense ustedes cómo viven".

Suele encontrarse rezando el rosario a su lado. "No me hizo falta, por ahora, ir a un cura sanador o acudir a algo alternativo. No me encontré, por suerte, en estado de desesperación, pero además hubo gente que ha llevado su foto al padre Ignacio, a Lourdes. Y me aferro a los santos".

Virginia está muy agradecida a todos, "en nombre de la vida" de su hijo. "Les agradezco a quienes asumieron el compromiso de pagarle el jardín, de no dejarme sola, a quienes donan médula, a Fundayt, a los médicos".

"Quiero creer que falta poco y que más adelante sólo será una historia para contar. Que Faustino podrá contar que le tocó vivir esta experiencia y que le enseñó muchas cosas", cerró.

Diego Bengoa

Necesita

Faustino tiene que atravesar tres internaciones para conseguir probablemente el alta. Come mucha carne y verduras, lácteos, una leche especial. Virginia necesita elementos de higiene, como alcohol en gel.

Hoy está preocupada porque está en falta el Purinethol, una medicación importada que necesita el pequeño. "Hay muchas vidas que dependen de esto. Es la segunda vez que falta, la mayor provisión se realiza en Buenos Aires y entonces el interior queda relegado. No se puede arriesgar a un niño a esto. Si bien es costosa, resulta relativamente barata respecto a otros remedios oncológicos", declaró.

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