Central se quedó con un clásico emocionante gracias al gol de Marco Ruben

Ganó el cuarto clásico consecutivo y registró una marca histórica en los enfrentamientos con Newell's. Marco Ruben hizo el único gol de un partido en el que los canallas fueron superiores.

La cosa es así: hay un equipo, Central, que se prepara para jugar un clásico no sólo desde lo estratégico. Y otro, Newell’s, que muchas veces arranca como favorito —ayer no— y no logra ni siquiera parecerse. Esa es la tendencia de los tres últimos años. Resultado de ayer: Newell’s 0, Central 1 y cuarto clásico seguido para los de Arroyito. A medida que los partidos pasan, la brecha se agranda. Para unos se convierte en éxtasis y para otros en herida que se abre cada vez más. Desde que volvió a primera lo más importante que hizo Central fue ganarle 4 veces seguidas a Newell’s, un récord sin antecedentes en uno de los partidos más pasionales y parejos del fútbol argentino.

Esta claro que ya no responde a ninguna casualidad y tiene una causalidad.

Hay una primera diferencia que sobrevuela cada vez que se repite la ceremonia del festejo canalla y la resignación leprosa: parece que jugaran a cosas distintas. Esa diferencia, como la brecha, parece cada vez mayor. Y en realidad lo que pasa es que a Newell’s le cuesta cada vez más remontar una tendencia que lo tortura y le manipula el temperamento desde el pitazo inicial. En cambio, a Central lo fortalece y sale a la cancha convencido de que el clásico le va a pertenecer. 

Ayer, Central también ganó la pulseada estratégica de los entrenadores debutantes. Coudet se impuso por paliza a Bernardi. Es más, es probable que el desarrollo del juego pueda explicarse más claramente desde la desconcertante puesta en escena rojinegra que desde los aciertos auriazules.

Lucas cuenta con el atenuante de conducir un ciclo que apenas comenzó, pero tiene la responsabilidad de haber preparado un equipo con 5 variantes nominales y 2 posicionales para el partido más importante del año. Y no es escribirlo con el diario del lunes, aunque este sea el diario del lunes. La mínima consecuencia que se puede esperar de un equipo que se modifica por la mitad de un partido a otro es falta de coordinación. Y sobre todo en el comienzo de un ciclo, en el que las repeticiones van sustentando el proyecto.

Sólo se cita un ejemplo: el mediocampo de ayer fue totalmente distinto al que jugó en Victoria frente a Tigre.

Coudet hasta guardó titulares ante Vélez pensando en el partido que ganó ayer y hasta podría criticárselo por eso, pero no por darle al clásico la dimensión que tiene o más todavía.

El peor pecado en la preparación de un partido así es quedarse corto, nada puede quedar librado al azar ni darse por entendido. 

Nadie tiene la llave del éxito, pero existen tips clásicos que no se negocian jamás.

A propósito, mientras Marco Ruben fue letal y Nery Domínguez propietario de un criterioso y conmovedor despliegue, Nacho Scocco sólo dio el presente en jugadas de pelota parada gracias a su incomparable pegada y Maxi Rodríguez fue una sombra de sí mismo.

En seis fechas volverán a verse las caras en Arroyito.

Para entonces Central sólo necesitará ser el mismo, y Newell’s debe ser bien diferente.

Central tiene la receta de la felicidad

Central ganó el clásico de ayer de punta a punta. El Canalla superó a su rival en todas las valencias que puede tener un partido y por ello se hizo justo acreedor de un triunfazo que lo mete de lleno en la pelea por el título. El equipo del Chacho Coudet fue práctico en el planteo, astuto a la hora de carcomer la energía del adversario, decidido a imponerse en cada pelota dividida, inteligente para no desordenarse nunca en el retroceso y letal cuando a Marco Ruben le quedó redonda la pelota adentro del área. Porque el nueve no falló, se llenó la boca de gol y desató el festejo loco del pueblo auriazul en cada rincón de la ciudad. En términos futbolísticos hoy Central está en el paraíso, repleto de felicidad, y Newell’s bastante magullado y herido en su amor propio por haber sufrido la cuarta derrota en fila ante su eterno rival.

  Central jugó un partido lógico e inteligente, respetando a rajatabla la línea de protagonismo y fútbol agresivo que pregona Coudet. Cuatro defensores bien plantados, con Donatti y Pinola siempre atentos y sin darle ningún resquicio a Scocco. Con Pablo Alvarez y Villagra aplicados en la marca y escalonados para romper filas. En la mitad de la cancha fue clave el tándem Nery Domínguez-Musto, dos leones a la hora de recuperar y siempre dándole un destino prolijo a la salida. Y por delante de ellos el más astuto fue César Delgado, movedizo, participativo y con todo el oficio del mundo para elegir la mejor opción de pase. Lo de Cervi y Jonás Aguirre, por las bandas, fue lo más discreto de las auriazules porque retrocedieron mejor de lo que avanzaron.

  Un párrafo aparte merece Marco Ruben, la gran figura de la tarde, porque hizo un laburo de desgaste y exigencia permanente sobre los centrales leprosos y cuando encontró el hueco picó al vacío, confió en el pase milimétrico de Nery Domínguez y leyó que Ustari estaba fuera de cuadro para conectar el zurdazo goleador.

   Por el lado de Newell’s, las buenas intenciones les dieron paso a la confusión, la carencia de ideas, a los jugadores aislados unos de otros y a la imprecisión en la tenencia de la pelota, algo que para un equipo que intenta crecer a partir de su dominio es un pecado irremediable. Evidentemente que la apuesta de Leandro Fernández de segundo marcador central quedó sentenciada con el malogrado cierre con pierna cambiada del Coty antes del gol de Ruben. El fútbol es una cuestión de detalles y en esa acción fallida el Canalla se terminó llevando el partido.

  Mateo era el mejor leproso en cuanto a enjundia y salió en el complemento. Bernardello se cerró y también sacó a relucir el amor propio para disimular todo lo que le faltaba al equipo desde el funcionamiento. Maxi tuvo un partido para el olvido y a pesar de ello casi logra el empate al final con el zapatazo desde 30 metros que devolvió el palo. Y Scocco fue a todas, pero siempre lejos del arco.

  Central siempre estuvo más cómodo en el partido y con la amenaza latente de que cuando aceleraba iba a definir la historia. Newell’s jamás tuvo juego y eso lo metió en el terreno de la confusión y el martirio futbolístico. No se rebeló en la adversidad.

  Como reseña, ya desde el primer tiempo, con un Central compacto y utilitario, Ruben sorprendió desde afuera, Jonás Aguirre pifió un remate frontal, Alvarez le quemó las manos a Ustari y Donatti la tiró arriba. Por el lado leproso apenas hubo un córner de Scocco que devolvió el travesaño. Y Pitana no vio un penal de Casco a Nery.

  En el complemento el Chacho apostó por Niell como segundo delantero. Nery casi emboca al adelantado Ustari y luego llegó el gol con perfume de sentencia de Ruben. Newell’s no supo cómo revertir la historia. Llegó el final, el festejo loco de los canallas y la desolación rojinegra. Ganó el que hizo las cosas mejor y punto.

Ruben, el amigo del gol

“Hacer el gol y ganar es lo que soñé, pero no sólo durante la semana, sino desde que volví a Central”. No hacen falta demasiadas palabras para entender quién es el hombre en cuestión. Marco Ruben no entraba en el buzo azul y amarillo. Estaba ancho. Intentando rememorar las imágenes del partido que hacía muy poquito acababa de terminar y levantando el tono de voz porque de fondo atronaba el “Para Maquito, la selección...” de parte de la comitiva canalla compuesta por dirigentes y allegados (“Son exagerados, lo que pasa que son muy hinchas de Central”, bromeó).  A lo que intentaba ponerle palabras el delantero era a ese triunfo que se gestó desde el juego, pero que se consumó son su gol. Nada menos. Era una victoria más en el torneo, pero no cualquiera. Lo que se había logrado era torcerle otra vez el brazo al rival de toda la vida.

Incisivo en cada pelota. Batiéndose en el cuerpo a cuerpo con los centrales de Newell’s. Ese fue el partido de Ruben en el Coloso. Que, obviamente, tuvo su pico máximo de adrenalina allá por los 22’ del complemento, cuando picó buscando ganarle la posición al Coty Fernández tras la enorme asistencia de Nery Domínguez. Zurda suave. Milimétrica. Letal.

“Fue una jugada que habíamos estado practicando en la semana porque creíamos que podíamos tener espacios a espaldas de los centrales de Newell’s”, tiró Ruben. Y agregó: “Vi el segundo palo muy solo e intenté ponerla ahí”.

Su último clásico había sido en 2006, en aquel 4-1 en el Gigante en el que también le tocó convertir. Ayer se le presentó una nueva chance y fue clave.

Transcurridas 18 fechas es una constante ver a Ruben anotando. También presionando. Lo de ayer tuvo mucho de eso. Pero su olfato goleador fue más fuerte. No le salió aquel disparo desde lejos a los 5’ cuando vio adelantado a Ustari. Pero no falló en la única clara que tuvo. Otra vez fue el amigo del gol.

Nery lo practicó mucho durante la semana

Hubo dos zapatazos de mitad de cancha de Nery Domínguez intentando sorprender a un Ustari que jugó casi todo el partido como un líbero. Coudet dijo que lo habían practicado. Y el volante refrendó la idea del técnico. “Me hubiese gustado que entrara esa pelota. En el último entrenamiento la debo haber ensayado unas ocho o diez veces y no entró nunca pero el Chacho me dijo «quedate tranquilo que mañana (ayer) entra»”, dijo el mediocampista.

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