Desde hace cuatro años, no se sabe cuántas toneladas de residuos sólidos recibe por día el único relleno sanitario de Leticia; solo hay una certeza: los líquidos que se producen en el basurero están intoxicando las fuentes hídricas cercanas. El reciclaje parece no ser una opción en una ciudad que debe sacarlo en avión o en barco.
Entre la densa selva del Amazonas —un departamento de más de mil kilómetros cuadrados— se encuentra Leticia, su capital, ubicada en el extremo sur del país, sobre la ribera de uno de los ríos más importantes del mundo. La riqueza y biodiversidad del bosque tropical que la rodea y la cercanía con comunidades indígenas la convierten en un destino único, apetecido por muchos. (Lea 190 académicos piden a Duque detener la deforestación de la Amazonía)
Pero no es fácil entrar ni salir de Leticia. Desde la mayor parte de las regiones del país, la única vía de acceso es por avión. Un aspecto que implica grandes retos logísticos para una ciudad de casi 50.000 habitantes. (Lea Colombia está perdiendo un parque nacional natural)
Empezando por los alimentos, productos de aseo y otros bienes que necesitan quienes la habitan y la visitan. Muchos de esos artículos provienen de Bogotá o de otras capitales del país y suelen estar empacados en plástico. Además, los leticianos tienen un consumo de bolsas plásticas superior al promedio nacional: mientras en el resto del país una persona requiere 24 bolsas mensuales, allí se utilizan 36, según el Ministerio de Ambiente y el Instituto de Investigaciones Amazónicas (Sinchi). Todo eso genera grandes cantidades de residuos sólidos y de plástico que no están siendo dispuestos de la manera adecuada.
Y escribimos grandes, sin mayor precisión, porque uno de los principales problemas que atraviesa Leticia es que nadie sabe la cantidad exacta de basura que ingresa a diario a El Jaguar, el único relleno sanitario de la región. Como reconoce Claudia Dulcey, directora técnica de la Unidad de Servicios Públicos Domiciliarios de Leticia, la única báscula que se utilizaba para pesar los residuos no funciona desde hace cuatro años.
“En el Plan de Gestión de Residuos Sólidos (PGIR) anterior dice que producimos 19 toneladas de residuos sólidos. Hubo un mes, el año pasado, que la báscula funcionó y nos arrojaba pesajes de 26 toneladas”, señala Dulcey, quien advierte que esos registros no son útiles, ya que se requieren los datos históricos y que sin esta información la actualización de PGIR que se adelanta no servirá. Además, porque se debe conocer la carga que se le está imponiendo al relleno sanitario.
A la ausencia de estos importantes datos se suma que en Leticia no hay una separación de residuos, pues “llega de todo al relleno”, dice Dulcey. El reciclaje, que de por sí en Colombia es bajo, ya que solo se aprovecha el 17 % de las basuras, según datos del Ministerio de Ambiente para 2020, es una “utopía” en Leticia, como lo califica Andrés Losada, fundador de Amazonas Sin Límite, la única organización de recicladores formales de la región.
Tanto Dulcey como Losada afirman que la falta de cultura ciudadana es uno de los principales obstáculos para que los leticianos reciclen. Sin embargo, el segundo, quien lleva más de once años trabajando en este sector, señala otras problemáticas que hacen de este trabajo una odisea.
Además de tener que trabajar con un presupuesto limitado, porque carecen de apoyo estatal, en Leticia no hay una planta de aprovechamiento para el plástico, cartón y poliestireno expandido (o icopor, como se le conoce comúnmente) que recuperan. Por esta razón, Amazonas Sin Límite debe sacar por avión o barco el material acopiado, lo que eleva los costos del trabajo. Afortunadamente, dice Losada, desde hace un par de años tienen el apoyo de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) que, de manera gratuita, traslada los materiales compactados a plantas de tratamiento en Bogotá y Medellín.
Durante el último año, Losada asegura que la Fundación logró evacuar más de cien toneladas de estos materiales. Si tomamos como base las 19 toneladas diarias de residuos sólidos que entran a El Jaguar, según el PGIR vigente, pero desactualizado, Leticia estaría reciclando apenas el 1,4 % de las basuras, una cifra doce veces menor al promedio nacional.
Lixiviados, una calamidad pública
Si bien en el relleno sanitario no saben con precisión la cantidad de basura que entra, sí tienen clara una cifra preocupante: los lixiviados que el basurero vierte sobre la quebrada Beatriz, que son líquidos que “suelta” la basura una vez es compactada. La mezcla que resulta suele ser altamente tóxica, por lo cual la normativa nacional establece una serie de procesos que se deben llevar a cabo para descontaminarla antes de que entre a las fuentes hídricas. Pero, varios problemas de infraestructura, así como falencias en las máquinas utilizadas para este proceso, impiden que El Jaguar remueva la carga contaminante como exige la ley.
Según la Resolución 631 de 2015 del Ministerio de Ambiente, la disposición legal más reciente sobre el tema, la remoción de los contaminantes debe ser del 90 % o superior. Pero, cuatro análisis, realizados entre 2016 y 2020, evidenciaron que la remoción de carga contaminante en esta quebrada tuvo registros del 20 % al 80 %, resultando en un promedio del 59,5 %; es decir, poco más de la mitad de lo que exige la norma.
Por eso, la Unidad de Servicios Públicos Domiciliarios de Leticia le solicitó a la Alcaldía que declarara la calamidad pública en el municipio “ante el riesgo que conlleva no manejar adecuadamente la disposición de residuos sólidos urbanos”. La petición fue aceptada un día después y se establecieron medidas para atender la emergencia generada, entre esas, una serie de muestreos para analizar la carga contaminante entre octubre de 2021 y marzo de este año.
Otra de las determinaciones tomadas por la Alcaldía es la ampliación de El Jaguar, una obra que iniciará en marzo de este año. Por su parte, Dulcey advierte que ya están adelantando los procesos de contratación para mejorar la prestación del servicio, incluido el arreglo de la báscula.
Losada, a su vez, le hace un llamado al gobierno local, regional y nacional para que apoyen iniciativas como la suya. Asegura que con inversión del sector privado, una fundación como Amazonas Sin Límite podría reciclar cerca de 300 toneladas por mes, además de generar más de cien trabajos directos. Dice que no se trata solo de un tema ambiental, sino también de generación de oportunidades en una ciudad donde, bromea, “la única industria que hay es Gaseosas Leticia, una de las embotelladoras de Coca-Cola más pequeñas del mundo”.
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