El calor en pleno otoño complica a los comercios que venden ropa

El calor en pleno otoño complica a los comercios que venden ropa

A un mes de presentarse el invierno, aún no ha hecho frío en la zona litoral. Qué estrategias usan los comercios que venden prendas para tener una oferta adecuada, poder vender y adaptarse a los cambios climáticos.

Cuando sólo resta un mes para que comience la estación más fría del año, por estos arrabales aún el calor sigue reinando sobre los días con sus lugartenientes más odiosos: la humedad, la pesadez y la incomodidad. Seguramente ha sido éste uno de los otoños más cálidos de la historia, y aunque se vaticinan inminentes cambios de temperatura, genera problemas en distintos sentidos. Ante ello: ¿Cómo hacen los comercios de indumentaria para organizar sus negocios y vidrieras, responder a la demanda y no salirse del circuito que las fábricas tienen organizados de antemano? 

No hace muchos años, cuando los ciclos climáticos eran más o menos estables, las temporadas duraban lapsos determinados, y si bien en los últimos años esto había venido modificándose para adelantar estaciones y poder renovar stocks, nunca el clima había generado tal incertidumbre. 

Es que la mayoría de los comercios adquieren la ropa de temporada varias semanas antes que ésta comience, y la correspondiente a la de otoño-invierno se compra en febrero o marzo, con la expectativa que sea comercializada en ese período. 

Pero la inflación, las oscilaciones en las preferencias de los clientes y ahora los cambios estacionales fueron mudando esa estrategia de stockearse para toda la temporada y se prefiere comprar algo al principio y después ir viendo cómo se va dando el ciclo. 

El calor es una variable exógena que desconcierta y complica a los comercios. “Últimamente se nos está complicando. Debemos mirar el día a día porque no hay un stock como se planeaba antes por varios meses. Y no se hace más eso no sólo porque el comerciante ya no quiere hacerlo sino porque las fábricas no lo hacen. Nosotros tenemos dos o tres marcas que arman una preventa cuatro o cinco meses antes de la temporada y las fábricas se manejan con esas expectativas que le manifiestan los comercios. Se confecciona de acuerdo a la venta previa. Te llaman y te preguntan y se arma un círculo”, dijo María, la titular de Marhmara, un coqueto negocio de ropa de mujer ubicado en el Paseo de la Recova. 

En el mismo sentido reflexionó María del Carmen del negocio Donde me lleve el viento, de la Galería Almendral, quien dijo que viajan a Buenos Aires cada 15 días a comprar y que han decidido mantener un stock mixto, con algo nuevo de invierno y algo más liviano que se está vendiendo en algunas fábricas de ropa de verano, más el remanente propio quedó de este estío. 

“Te tenés que fijar todos los días cómo está el tiempo. Si hay lluvia ponés un piloto, y a medida que aparece el frío vas abrigando el maniquí. Nosotros en febrero compramos la ropa de invierno porque las fábricas van en contra temporada. Tenemos el remanente de verano y lo nuevo de invierno. Más allá de eso ya no compramos ropa de invierno”. 

“Preferimos esperar para la ropa más pesada, y más allá que se vende mucho menos, una cosa lleva a la otra y se vende una remera antes que cualquier prenda de invierno. La gente espera a qué pasa con el clima para comprar”, dice Nahir, de Bendito, también ubicado en Paseo de la Recova. 

Para Andrea, la titular de la franquicia de Mistral en la Galería Almendral la pregunta es difícil de responder. Ella asegura que se va armando de acuerdo al clima, y reconoce que nadie se esperaba este calor para esta época del año. “El cambio de clima influye en el negocio, y por eso muchas marcas han dejado de hacer ropa de lana y se inclinan por el algodón que resiste mejor estos cambios en el clima y son más livianos, como para media estación. Nosotros compramos a principio de temporada. La marca Mistral llama a los franquiciantes y cada uno elige los modelos que le gustan para su negocio. Ya elegimos invierno en febrero, y ahora estamos vendiendo lo que sigue, largando remeras ya que la fábrica no se detiene de producir en el año y nuestro propio remanente”, explicó la empresaria. 

El que parece resignado a la contrariedad del tiempo y sus avatares es Alberto que tiene todo de invierno a la vista. El titular de Weekend Store, un negocio de ropa outdoor ubicado en calle Urquiza, dice solemne: “Me la tengo que aguantar”. El comerciante comenta que “la ropa de este tipo es distinta porque la gente que viaja la compra en virtud del lugar al que viaja. Acá ves todo de invierno, pero esta semana cambia el clima y está todo listo. No podés ofrecer de verano porque en este rubro se compra en enero y se vende hoy, ya tengo todo comprado para el verano. Esto es así; riesgo total, a todo o nada”, sentencia el particular empresario. 

Como se ve, las estrategias cambian y varían de acuerdo al target, a la particularidad de cada comercio y a las necesidades que va mostrando el mercado que, transpirado, todavía atraviesa las calles de la ciudad buscando alguna oportunidad en estos tiempos de tiempos locos. 

Lo que muestran las vidrieras 

Confeccionar las vidrieras suele ser todo un arte, teniendo en cuenta que hay que combinar lo que la gente busca y lo que se tiene para ofrecer. Aquí también hay distintas estrategias. Para María, de Marhmara, el clima fue determinante. “Esta semana tuve que sacar lo poco de verano que tenía porque mis clientas me lo pedían. El remanente lo tuve que volver a poner en vidriera porque me preguntaban: ¿Qué te quedó de verano? Es que mucha gente guardó la ropa de verano y muchos prefieren comprar nuevo que desarmar todo”. Dice también que tuvo que sacar de exhibición la oferta de lana y lanilla que volverá a poner ni bien regrese el frío. “Hemos comprobado que cosas pesadas como tapados o camperas de símil cuero que son caros, con costos de 1.500 ya la gente no lo pide tanto y para nosotros es una inversión alta porque además tenés que tener varios números para hacer una curva de talles, y preferimos no comprarlos porque el clima actual cambió la decisión de las clientas”, asegura la comerciante. 

Luna, de Woodstock, en la galería Almendral, dice que a principio de semana miran el pronóstico y arman la vidriera en función de cómo estará el tiempo. “Por lo general ponemos una camperita que se llevan porque de noche refresca. Todos los días seguimos vendiendo musculosas o camperas abrigadas con polar adentro, porque la gente compra de acuerdo a cada día”. 

“Nosotros hacemos un mix en la vidriera, con ropa de invierno y ropa de verano. Combinamos con cosas de verano porque la gente entra y dice: quiero ropa de verano, si no piden camperitas livianitas para esta temporada rara y como para todo andar y salir del paso si refresca de noche”, entiende María del Carmen, de Dónde me lleve el viento. 

Si se detiene uno en la vidriera de Mistral comprobará que se pueden encontrar desde bermudas hasta remeras de verano, combinadas con camperas de hilo y remeras mangas largas con cuello polo. En tiempos raros no es fácil administrar el día a día, sobre todo cuando la venta entra por los ojos. (El Diario)

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