Un mar de cadáveres: admiten que ya hay más de 600 muertos

Un mar de cadáveres: admiten que ya hay más de 600 muertos
Lo reconoció el gobierno, pero los opositores dicen que son más de 2.000. Se amontonan en las mezquitas, envueltos con sábanas. Reclamaban la restitución del presidente Mursi y fueron Reprimidos.

Amortajados con sábanas blancas, rociados cada tanto con diferentes perfumes y sprays, los centenares de muertos causados por el asalto policial a las plazas de Rabaa y de Nahda en El Cairo rebasan la mezquita de Al Iman. Situada a un par de kilómetros de Rabaa, este lugar de culto religioso se convertía en un tanatorio improvisado. Técnicos sanitarios ataviados con mascarillas, cubriéndoles tanto la nariz como la boca, hacían todo lo posible para mantenerlos a una temperatura aceptable, impidiendo su putrefacción. Para ello recurrían al uso de ventiladores y a bloques de hielo protegidos por bolsas de plástico para no mojar los cuerpos de sus “mártires”. “Son simplemente seres humanos, ni islamistas, ni Hermanos Musulmanes, sólo seres humanos”, afirma el enfermero Ahmed Suezi.

Son las víctimas de la peor matanza en este país desde el inicio de la Primavera árabe, en enero de 2011. Reclamaban la restitución del presidente Mohammed Mursi, derrocado el 3 de julio por los militares, y sus campamentos fueron arrasados el miércoles por el Ejército.

A pesar del plástico, parte del líquido restante, fruto de la descongelación –en un espacio en el que la temperatura podía superar los 35 grados– acababa filtrándose hasta la alfombra de la mezquita, que terminaba empapada. En parte por este agua, en parte por la sangre vertida desde alguna de las camillas utilizadas para el traslado y colocación ordenada de los cadáveres. Una sensación muy poco agradable para los pies (al tratarse de una mezquita hay que entrar descalzo, tal como manda la tradición islámica), que se conjugaba con otra mucho más dramática al ver el estado de alguno de los cuerpos amortajados.

“A él lo quemaron mientras estaba todavía vivo”, grita Suezi, mientras levanta una de las mortajas para mostrar, a los periodistas extranjeros, un cuerpo completamente calcinado. Otros no parecen sentirse cómodos con la presencia de una reportera, por ser extranjera o por ser mujer. Pero Suezi se preocupa de convencerlos de que no pongan trabas, porque ha comenzado toda una guerra mediática entre el Gobierno interino y la llamada “Coalición contra el Golpe y por la Legitimidad”.

Esta guerra mediática y psicológica hace que todavía la cifra de muertos oscile entre los más de 600 admitidos ayer por el Gobierno y los 2.000 que denuncian los Hermanos Musulmanes.

Igualmente, muchos de los cadáveres tuvieron que permanecer en la mezquita y no en una morgue formal. Según afirma uno de los responsables del lugar, “el ministerio de Sanidad obliga a las familias de las víctimas a firmar un documento en el que reconocen que murieron accidentalmente o por causa natural, si quieren que les expidan el correspondiente certificado de defunción”. En caso contrario no reconocen oficialmente el fallecimiento, aseguran. Aparentemente, ésta sería una estratagema utilizada para contener lo más posible el número de víctimas, reduciendo la presión diplomática internacional.

“Dejen paso, dejen paso”, exclama el encargado de ir sacando los cadáveres que ya han sido depositados en sus correspondientes ataúdes para llevarlos camino del cementerio. “Alá-hu-Akbar, Alá-hu-Akbar”, corean todos los presentes mientras se abren paso los féretros, destapados en su parte superior. Un escenario espeluznante, en el que se combinan los llantos y los signos de profunda tristeza con los gritos de ira y ansias de venganza. “Sisi, Dios nos ayudará a que tengas tu merecido”, exclama, con un dedo apuntando al cielo, Fátima, una señora que asegura ser doctora y se apresura a aproximarse.

Al levantar la mortaja de alguno de los cuerpos que todavía yacían sobre la alfombra, se veían más cadáveres calcinados. Los familiares presentes afirman que la Policía prendió fuego a alguna de las estructuras mientras había gente todavía dentro. Otros presentan impactos de balas en la cabeza y en el cuello, por lo que se sospecha que fueron abatidos por francotiradores policiales. Hipótesis ambas que son sistemáticamente negadas desde el ministerio del Interior. La organización Human Rights Watch ya investiga lo ocurrido.

El respeto debido a los muertos no ha impedido sin embargo que los Hermanos Musulmanes desafiaran el estado de emergencia decretado por el Gobierno y convocaran nuevas movilizaciones por las calles de El Cairo y en las principales ciudades de Egipto.

Varios edificios institucionales y comisarías de policía eran blanco ayer de la ira de la oposición, así como algunas iglesias (los islamistas acusan a la minoría copta de apoyar el golpe). Mientras, el portavoz de la Hermandad, Gehad El Hadad, advertía de que el gran volumen de sangre derramada hace que la situación se encuentre “totalmente fuera de control”.

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