La basura electrónica, otro escollo de la transición energética: en 2022 se desecharon 5.300 millones de móviles

La basura electrónica, otro escollo de la transición energética: en 2022 se desecharon 5.300 millones de móviles

De los 16 mil millones de teléfonos móviles que hay en el mundo, 5,3 mil millones se convirtieron en residuos en 2022. España es el quinto país de la UE que más basura electrónica genera: 19 kilos al año per cápita.

Por Andrés Actis (Madrid)

La ingeniera química Alicia Valero Delgado (Instituto CIRCE, Universidad de Zaragoza), una de las mayores expertas en Europa sobre los minerales críticos, sostiene que la llamada "economía circular" debe acompañar en todo momento a la transición energética. 

Alargar los ciclos de los materiales, explica, es una meta y un desafío clave del capitalismo global, tanto para reducir la huella de carbono en los procesos industriales como para contrarrestar la escasez de recursos minerales que las economías sufrirán en las próximas décadas. 

"Todavía estamos muy lejos de una economía espiral efectiva. Esto es debido a que la Tierra se ha considerado un reservorio infinito de recursos y un vertedero infinito de residuos. La cultura del usar y tirar se ha instaurado especialmente en los últimos 30-40 años y ni los productos están diseñados para ser recuperados, ni existen infraestructuras para recuperar dichas materias primas escasas. Se ha primado la cantidad y no la calidad y vemos como miles de objetos con contenidos en materias primas valiosísimas acaban acumulándose en vertederos sin ningún uso", alerta en uno de sus últimos artículos de difusión.

La preocupación de esta experta está respaldada con datos. Según el Foro internacional de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), más de cinco mil millones de teléfonos móviles se convirtieron en residuos en 2022, de los cuales solo una "pequeña fracción" se desechó adecuadamente, es decir se recicló. 

A pesar de su "valioso oro, cobre, plata, paladio y otros componentes reciclables", la mayoría desaparece en cajones, armarios, alacenas o garajes, o se arroja a los contenedores de basura, a vertederos o terminan incinerados, alertan los expertos de esta asociación, que cuenta con el respaldo de la Universidad de las Naciones Unidas.

"Apilados uno encima del otro a una profundidad promedio de 9 mm, muchos teléfonos en desuso se elevarían aproximadamente 50,000 km, 120 veces más que la Estación Espacial Internacional; un octavo del camino a la luna", grafica este foro internacional para dimensionar la escalofriante cifra.

En octubre, por el Día Internacional de los Residuos Electrónicos, esta organización (WeeeForum, en inglés) realizó una encuesta para intentar revelar por qué tantos hogares y empresas no llevan los residuos de equipos eléctricos y electrónico para su reparación o reciclaje.

El hogar promedio de la UE contiene 74 productos electrónicos, entre teléfonos, tabletas, computadoras portátiles, herramientas eléctricas, secadores de pelo, tostadoras y otros electrodomésticos (excepto lámparas).

La proyección para el 2030 es alarmante. La acumulación de basura electrónica puede alcanzar los 74,7 Mt en los próximos siete años a nivel global. Esto supone que, si no se realizan acciones para parar esta tendencia, los datos prácticamente se doblarán en un periodo de 16 años

De esos 74 productos electrónicos, 13 están en desuso (9 de ellos sin usar pero funcionando y 4 rotos). "Estos dispositivos ofrecen muchos recursos importantes que se pueden utilizar en la producción de nuevos dispositivos electrónicos u otros equipos, como turbinas eólicas, baterías de automóviles eléctricos o paneles solares, todos cruciales para la transición verde y digital hacia sociedades con bajas emisiones de carbono", lamenta Magdalena Charytanowicz, una de las directivas del foro.

La UE reconoce que "los residuos que genera la industria digital se han convertido en un obstáculo para los esfuerzos del bloque por reducir su huella ecológica". 

En marzo de 2020, la Comisión Europea presentó un nuevo Plan de Acción para la Economía Circular que establece como una de sus prioridades clave la reducción de este tipo de residuos. Y en febrero de 2021, el Parlamento votó el plan de acción sobre economía circular y demandó medidas adicionales para avanzar hacia una "economía neutra en carbono, sostenible, libre de tóxicos y completamente circular en 2050".

 

Según los últimos datos oficiales (2021), menos del 40% de todos los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos de la UE se reciclan, y el resto queda "sin clasificar".

Para Virginijus Sinkeviius, comisario europea de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, el "continuo crecimiento en la producción, consumo y eliminación de dispositivos electrónicos tiene enormes impactos ambientales y climáticos". "Además, prevenir el desperdicio y recuperar materias primas importantes de los desechos electrónicos es crucial para evitar ejercer más presión sobre los recursos del mundo. Solo mediante el establecimiento de una economía circular para la electrónica, la UE seguirá liderando los esfuerzos para abordar con urgencia el problema de rápido crecimiento de los desechos electrónicos", explica.

España, según estas estadísticas, es el quinto país de la UE que más basura electrónica genera: 19 kilos al año per cápita y más de 960.000 toneladas métricas en 2020

El recicle es bastante menor a nivel global. Según la Asociación Mundial de Estadísticas de Residuos Electrónicos en 2019 se produjeron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos (un 17% más que en 2014). Tan solo un 17,4% de ellos fueron recogidos y reciclados de forma apropiada.

Europa es la tercera región a nivel global que más residuos electrónicos genera, pero lidera la generación de dichos residuos por cápita, con 16,2 kilogramos por persona.

La proyección para el 2030 es alarmante. Según el informe Global E-Waste Monitor de 2020, la acumulación de basura eléctrica y electrónica puede alcanzar los 74,7 Mt en los próximos siete años a nivel global. Esto supone que, si no se realizan acciones para parar esta tendencia, los datos prácticamente se doblarán en un periodo de 16 años. En 2050 podrían producirse más de 100 millones de toneladas de estos residuos.

España, según estas estadísticas, es el quinto país de la UE que más basura electrónica genera: 19 kilos al año per cápita y más de 960.000 toneladas métricas en 2020. La última actualización a esta problemática la introdujo el Real Decreto 27/2021 con el objetivo de "mejorar la gestión de residuos de pilas y acumuladores, así como aparatos eléctricos y electrónicos".

En materia de reciclaje, según los últimos datos disponibles (2018), en España se recogieron 320.000 toneladas de residuos electrónicos, más de la mitad (51%) de todos los aparatos que se pusieron en el mercado. Y de estos, logró reciclar el 44% de los residuos, frente al 38% de la media en Europa. 

Estos dispositivos ofrecen muchos recursos importantes que se pueden utilizar en la producción de nuevos dispositivos electrónicos u otros equipos, como turbinas eólicas, baterías de automóviles eléctricos o paneles solares, todos cruciales para la transición verde

Los desechos europeos no reciclados fueron enviados al extranjero, al mercado de "segunda mano" de los países subdesarrollados. La mayoría de estos aparatos terminan en vertederos e incinerados, contribuyendo al cambio climático y acrecentando la brecha de desigualdades entre el norte y el sur global.

Para algunas empresas privadas de Europa, el reciclaje de residuos electrónicos supone un "nicho emergente de mercado" para los próximos años, sobre todo en lo relativo a paneles solares y baterías de litio procedentes de la movilidad eléctrica.

José Pérez, consejero delegado de Recyclia, uno de los sistemas integrados de gestión que recoge y trata esta tipología de residuos, calcula que al final de esta década el volumen anual de residuos de paneles solares llegará a unas 30.000 toneladas, frente a las 1.000 toneladas recogidas en 2019. 

En este sentido, Valero pide "invertir en al menos una gran planta nacional que recupere materias primas críticas". Explica que en España tan sólo se recuperan metales básicos como aceros, aluminio o cobre, pero todos los elementos críticos "se pierden o son exportados de nuevo a China o a África, contaminando su territorio". 

"España debería tener al menos una gran planta que sea capaz de recuperar estas materias primas valiosas, como lo hace (en parte Bélgica a través de UMICORE, una de las pocas empresas europeas capaz de hacerlo). Una planta de estas características implica una inversión de probablemente miles de millones, por lo que es necesaria una financiación público-privada, dado su carácter estratégico", afirma.

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