* Lluvias en la cuenca del arroyo Napostá con valores similares a los registrados en La Plata (300 milímetros) tendrían efectos catastróficos sobre gran parte de la ciudad. * En tanto, si las precipitaciones rondaran los 200 milímetros en un lapso de 3 o 4 horas, varias serían las zonas castigadas. Existen antecedentes con esos números.
De hecho, tal como lo consignáramos en nuestra edición del domingo pasado, estos fenómenos ya no serán obra de la casualidad.
Durante las últimas tres décadas, la zona serrana sufrió en varias oportunidades lluvias excepcionales que, por gracia divina, no cayeron en la cuenca alta del Napostá, lo que hubiese generado verdaderos torrentes de agua y lodo en dirección a la ciudad.
Por ejemplo, la noche del 28 de febrero de 2001 no fue una más: promediaba la madrugada cuando sólo un puñado de personas fue testigo del aluvión de agua y lodo que finalizó su alocada carrera en el embalse del dique Paso de las Piedras.
Esa vez, casi 200 milímetros de lluvia se descargaron sobre la cuenca alta del río Sauce Grande, haciendo que el curso llegara a alcanzar un caudal de 500 m3 (500.000 litros) por segundo.
"Si esa cantidad de agua, en lugar de haber caído sobre la cuenca del Sauce Grande, lo hubiese hecho sobre la del Napostá, un amplio sector de Bahía Blanca habría quedado inundado", aseguró el ingeniero Juan Carlos Schefer, reconocido especialista en hidráulica.
También en diciembre de 1994, el río Sauce Grande registró una de las crecidas más importantes de los últimos 50 años, según confirmaron pobladores de Sierra de la Ventana, aunque las aguas nuevamente se dirigieron al dique, donde fueron contenidas, sin ocasionar víctimas ni daños importantes.
Pero hay otros datos tampoco muy lejanos de precipitaciones similares donde la suerte estuvo también del lado de Bahía Blanca, por caso en abril de 1980, cuando más de 200 milímetros se descargaron, en apenas tres horas, sobre el arroyo Azul, produciendo una grave inundación en Olavarría.
Fue entonces cuando el ingeniero hidráulico Luis Ferraz volvió a señalar, por enésima vez, que Bahía Blanca era una ciudad vulnerable.
"Nos salvamos por 50 kilómetros. Afortunadamente, la lluvia no cayó sobre la vertiente sur de las sierras".
Ferraz comparó esa lluvia con la del 17 de marzo de 1933, cuando el Napostá registró un caudal de 550 m3 por segundo y las aguas llegaron a la parte superior del puente ferroviario emplazado en el Parque de Mayo.
En esa oportunidad, según reflejan las crónicas periodísticas de la época, la correntada arrancó de cuajo los adoquines de madera de calle Undiano.
"¿Qué pasará en todas las casas, cuyas calles serán arroyos? ¿Qué pasará con los barrios bajos, adonde se dirigen hoy las aguas pluviales? Lo he dicho muchas veces: un metro de agua o algo menos en la entrada del Parque de Mayo significará la inundación de todos los subsuelos y depósitos de libros de la biblioteca de la UNS", comentaba Ferraz.
Si bien se desconoce con qué periodicidad podría repetirse una creciente similar a la de 1933 o bien a la de 1944, la que también dejó un luctuoso saldo en la ciudad, los especialistas coinciden en afirmar que se trata de una lluvia centenaria (una vez por siglo).
Sin embargo, como señala el ingeniero Schefer, esas dos graves inundaciones se originaron con lluvias del orden de los 160 milímetros en la cuenca del Napostá.
"¿Es posible que estos valores se repitan? Creo que nadie con conocimiento de Hidrología o de Meteorología hoy lo dudaría. Vale recordar que en el transcurso del último período de sequía que padecimos, en la zona de Stroeder se produjo una lluvia de 195 milímetros entre el 17 y 19 de febrero de 2009, que provocó el corte de la ruta nacional 3", argumentó.
Para Schefer y otros especialistas, lluvias de esta magnitud y aún mayores son posibles, porque lo más evidente del cambio climático es que, justamente, el clima se ha vuelto más impredecible.
"Se alternan períodos de sequía con el de inundaciones, cada vez con mayor frecuencia y de mayor magnitud", indicó.
Luego opinó que a esa probable inundación provocada por lluvias en la cuenca del Napostá, debe sumarse la posibilidad de que la lluvia simultáneamente también se produzca sobre la ciudad, agravando entonces los daños, que hoy serían mayores que lo ocurrido en el año 1944, por el crecimiento de la ciudad, que ha incrementado sensiblemente el área impermeabilizada y que no fue acompañada por un aumento proporcional de las vías de escurrimiento.
Las obras hidráulicas concretadas en la ciudad se realizaron tomando la marca de 1933 como registro máximo y no como un fenómeno a considerar en el corto o mediano plazos.
En aquel momento, ejecutar obras para canalizar ese tremendo caudal significaba duplicar tanto la sección del Canal Maldonado como la longitud de puentes, con un costo prohibitivo.
Hoy, el sistema de defensas frente a una crecida del Napostá se centra en el Canal Maldonado, que puede absorber 260 m3 de agua por segundo, mientras que el entubado tiene una posibilidad máxima de transporte de 40 m3.
Entonces, si ambas vías de desagüe totalizan una capacidad de 300 m3/segundo, resultarían totalmente insuficientes frente a los 500 m3 por segundo que podría traer una lluvia como la del 28 de febrero de 2001, que, como dijimos, afortunadamente se descargó sobre la cuenca del río Sauce Grande y terminó en el dique Paso de las Piedras, y no sobre el Napostá.
Para el ingeniero Jorge Alfredo Luque, profesor de Hidrología de la UNS, con lluvias superiores a los 200 milímetros, "ya no serían las autoridades de la ciudad quienes decidirían lo que pudiera pasar, sino Dios".
Dijo que en caso de producirse una gran lluvia deberían considerarse dos variables críticas: que un gran milimetraje caiga dentro del perímetro de la ciudad o, con efectos mucho más graves, que lo haga dentro de la cuenca del Napostá Grande.
"En el primer caso, el daño estaría ocasionado por la lámina de escorrentía generada, que correría hacia las partes más bajas de la ciudad, en el sudeste, e inundaría los barrios ubicados en ese sector (Villa Esperanza, Villa Moresino, Spurr, Saladero, etcétera).
"Pero --agregó Luque-- la situación estaría supeditada al milimetraje caído, que debería acercarse a los 100 milímetros, en el lapso de tres a cuatro horas. De caer en forma más lenta, se daría tiempo al escurrimiento y desagüe progresivo".
Sostuvo que una lluvia de 50 a 60 milímetros en la cuenca del arroyo Napostá, que alcanza los 1.035 kilómetros cuadrados, sería absorbida en forma total por el sistema y no habría daños.
Con 100 a 110 milímetros caídos habría picos superiores a los 400 m3 de agua por segundo. Pero, entre el canal derivador Maldonado, la planicie situada entre el extremo del campo de golf (Palihue), el departamento de Agronomía de la UNS y el cauce del arroyo, el agua sería absorbida en los primeros minutos, anegándose solamente parte del Parque de Mayo y los alrededores del cauce, una vez pasado el entubamiento.
Luque explicó que el área afectada antes de llegar al Parque abarcaría algo más de 200 metros a cada lado del cauce, dependiendo de la topografía del lugar.
En cambio, si cayeran 200 milímetros en menos de cuatro a seis horas, en toda la cuenca, por lo menos un tercio de la superficie del Parque de Mayo se inundaría y cabría la posibilidad de desborde en las márgenes y tercer tramo del Canal Maldonado, así como en las riberas del arroyo, según estimó el especialista.
Cuando fue consultado sobre una precipitación similar a la ocurrida en La Plata, con alrededor de 300 milímetros en pocas horas, Luque dijo que un fenómeno de esa magnitud resultaría catastrófico, por cuanto sólo quedaría a salvo de la inundación la zona alta, anegándose prácticamente toda la ciudad.
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