Quiérase o no la presión siempre juega un papel fundamental a la hora de salir a la cancha. La sienten todos: Boca, River, San Lorenzo, Racing. También Olimpo. Tener la posibilidad de quedar en lo más alto de la tabla no es algo que se dé a diario. Cierto es que es una pelea ajena, que en Bahía el objetivo es otro, pero tamaña chance le hace temblar las piernas a cualquiera. Incluso a los que piensan en mantener la categoría.

A priori, conseguir un triunfo no parecía una tarea tan complicada, sobre todo teniendo en cuenta lo que significa jugar en el Minella para los visitantes. Convengamos, además, que este Arsenal no es el Arsenal al que Alfaro nos tiene acostumbrados. En lo único que se parece, de hecho, es en lo mucho que le cuesta generar juego. Pero defensivamente está a años luz de ser el típico equipo de Sarandí: está falto de timming y tiene muchos problemas de coordinación, algo curioso en los equipos de Alfaro.

Pero, claro, en Bahía jugó la presión y Olimpo tampoco fue Olimpo, al menos no el de las primeras dos fechas del Torneo Final. Manejó los tiempos y la pelota, sí, pero nunca encontró la forma de romper el bloque defensivo de Arsenal. Y eso que dejaban unos huecos... Entonces, que Arsenal se haya vuelto a Buenos Aires con los tres puntos tuvo más que ver con la impericia de los de Perazzo que con la capacidad propia para aguantar un gol que había llegado casi de milagro, justo de la mano de un ex Olimpo, Julio Furch.

El 2 a 0 final es un tema aparte. Con Olimpo decididamente tirado al ataque, Marcone recuperó la pelota y armó un jugadón digno de destacar, dejando a varios rivales en el camino y habilitando a Carrera para que liquide el partido. Ese, tal vez, haya sido el único mérito de Arsenal en el partido. Uno que le alcanzó para llevarse los tres puntos.