La esquina está desocupada. La cúpula necesita restauración. La escalera principal está clausurada pues hay desprendimientos en la cúpula.
"…De estilo clásico o de estilo francés los numerosos edificios de que pudo enorgullecerse al cabo de poco tiempo cualquiera de las ciudades, ponían de manifiesto cierta ostentación o cierto gusto por la monumentalidad… Aún en ciudades de poco cambio aparecieron calles… y avenidas… Creció el número de plazas y plazuelas…se levantaban monumentos a los héroes…" (1986 - José Luis Romero, Las ciudades y las ideas. Siglo XXI Editores)
Este edificio se construyó en el solar que ocupó desde 1847 la casa de comercio de Don Juan Cucullù donde se fueron sucediendo varias firmas sucesivas entre ellas la de Nicolás Méndez a partir del año 1879. Luego de muchos años de actividad comercial, Méndez hizo donación del inmueble a las monjas de la congregación aquí radicada. En 1997 toda la esquina fue alquilada por la Municipalidad para instalar el Complejo Museográfico donde se han realizado diversas actividades culturales: conciertos, exposiciones; han funcionado talleres de distintas disciplinas, y se han exhibido durante un tiempo distintas piezas que pertenecen al pasado y cuentan la historia de este pueblo.
Según las investigaciones realizadas por el historiador Secundino García, la manzana en la cual se encuentra es la número XIII comprendida entre las calles Moreno, Sarmiento, Rivadavia y 25 de Mayo (de N a S y de O a E)).
Tal como era común por esos años, la fuerte ola inmigratoria había traído a San Andrés de Giles, irlandeses, italianos y españoles. Méndez pertenecía a una familia de España y como dice García en su libro Historia de San Andrés de Giles:"…Los italianos cultivaron la tierra y construyeron las casas; los españoles vendieron alimentos, herramientas y materiales y compraron lo que los italianos producían en el campo…" Méndez estuvo a tono con la época y para su ferretería no escatimó en gastos.
Esta ferretería fue inaugurada en 1929. Como se puede apreciar su presencia es robusta, geométrica, simétrica. La entrada principal forma una ochava y hacia adentro comienza una exhibición de materiales típicos de la época. Se accede por una puerta con vidrios esmerilados y al ingresar, un piso brillante enmarcado por una guarda negra se impone y potencia la presencia de una majestuosa escalera con peldaños de mármol que se abre a izquierda y derecha. La herrería recorre toda la planta alta y forma elegantes balcones.
Coronando la escalera, como sinónimo de pujanza se levanta una cúpula que con sus vidrios azules permite la entrada de la luz del día quizás inspirada en la espectacular cúpula de las Galerías La Fayette en Francia. Allá, arriba y como parte del vitraux se lee el nombre del dueño y la fecha de inauguración del edificio. Los ventanales recorren las paredes que dan a ambas calles y se alternan con cajoneras de oscura madera o muebles con puertas de vidrio, objetos que dan cuenta de la actividad para lo cual fue pensada esta construcción.
La planta alta a la que también se accede por una angosta escalinata de madera, tiene pisos de madera, una amplia vista hacia abajo y grandes ventanales.
Y para sorpresa de quien visita este edificio, una escalera desciende hasta un sótano que recibe luz gracias a un paño cuadrado de ladrillos de vidrio que se encuentra en el techo (piso de la planta baja) y que fue depósito en el original almacén que funcionó a principios del siglo XX.
Las formas compactas, líneas curvas, el hierro, el vidrio, la cúpula, el vitral, la carpintería demuestran que los creadores de esta obra tuvieron sus ojos puestos en el lugar hacia donde todos miraban en esos años, Europa. La modernidad venía de la mano de los inmigrantes que cambiaron la fisonomía de este pueblo. La excelencia de la construcción ha hecho de este espacio el único lugar donde no había registro de humedad en las paredes, típico inconveniente de las casas de esta zona.
Hoy, la esquina está desocupada. La cúpula necesita restauración. La escalera principal está clausurada pues hay desprendimientos en la cúpula. Hay filtraciones de agua. Se han hecho arreglos que no respetan el estilo arquitectónico con el que fue concebido. Las persianas de los ventanales no se levantan. Es necesaria su recuperación y puesta en valor para evitar su deterioro.
En el año de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo no se verá un gran obrador construyendo edificios nuevos al estilo europeo en desmedro del estilo colonial o provinciano como a principios del SXX; quizás se note el trabajo diario, constante y perseverante del mantenimiento. Una tarea difícil, tediosa pero que nos aleja de la desidia y el abandono y nos hace perdurar a todos a través de los años.
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