Un lector de Diario Patagónico fue estafado al comprar un paquete de cigarrillos marca Marlboro que resultó ser adulterado. Decidió hacer público su caso para que el resto de los consumidores no caigan en la misma trampa. Tanto en la textura del envoltorio, así como en el cigarrillo y el tabaco se notan las diferencias entre el producto original y el falsificado.
En un principio pensó que el tabaco se había humedecido o había sufrido otra alteración. Sin embargo, luego cayó en la realidad al comparar la cajetilla nueva con una que había consumido: le habían vendido “cigarrillos truchos”. De inmediato, volvió al kiosco para reclamar por la estafa. El kiosquero arrinconado confesó que eran ilegítimos y que los había traído del norte del país.
Claudio decidió hacer público su caso, aunque sin exponer su identidad. El viernes se acercó con dos paquetes de cigarrillos a la redacción de Diario Patagónico, uno legítimo y otro “trucho” para mostrar las diferencias y expresar su indignación.
La venta de cigarrillos falsificados se está transformando en un problema de grandes dimensiones en el país, que afecta a la industria tabacalera, a los consumidores y también al Estado nacional en materia de recaudación de impuestos a través de los cigarrillos.
Como muestra, el año pasado en Córdoba, dos hombres y cinco mujeres, todos integrantes de una misma familia, fueron demorados por la policía luego de que se secuestraran 150 mil cajas de cigarrillos “truchos”, distribuidas en 15 mil cartones. Las mismas estaban valuadas en $1.500.000.
Se estima que en 2012 la industria tabacalera argentina y el Estado, a través de impuestos, perdieron unos 600 millones de pesos por este negocio, manejado por mafias organizadas. Los cargamentos generalmente ingresan en forma ilegal desde Paraguay o Europa del Este sin controles de fabricación.
COMO DIFERENCIARLOS
Aunque un fumador habituado a una marca notará fácilmente la diferencia de sabor, no es necesario llegar a fumarlo para distinguir si se trata de un cigarrillo original o falsificado. Al momento de comprar cigarrillos se puede analizar la presentación del producto para observar la diferencia.
En el caso del paquete de Marlboro basta con examinar el envase. El papel original tiene una textura que se percibe en el tacto. Además, se puede ver de cerca que tiene pequeños triángulos. Mientras, en el caso del trucho el papel es liso.
La tipografía utilizada en la estampilla del extremo superior del envase también varia, principalmente en el tamaño y color de las letras.
Otra prueba que permite corroborar si el paquete es legítimo o adulterado sin abrir el paquete, es el lugar donde se pega el envoltorio. La caja original está pegada en los costados y la falsa en el frente.
Mientras, el cigarrillo en sí es prácticamente igual, aunque la tinta utilizada sobre el papel blanco que envuelve al tabaco tiene una impresión diferente y el color de la colilla es más opaco en el caso del producto adulterado.
Al desarmar el cigarrillo, la diferencia queda en toda su evidencia. En el caso del producto falso, el tabaco es seco, de color más claro y con hojas de mayor tamaño, menos procesadas.
Lo cierto, es que el consumidor siendo un poco observador puede detectar el paquete ilegal y, por supuesto, denunciar ante Defensa del Consumidor a quien se lo haya vendido, para marcar un precedente que permita investigar el delito.
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