Adiós a Atanor. Cierra una de las más antiguas fábricas de Baradero

Adiós a Atanor. Cierra una de las más antiguas fábricas de Baradero

La palabra atanor, que significa cañería, especialmente la usada para conducir agua, proviene del árabe español, antes del acadio y precedentemente del arameo que, se cree hasta hoy, es la lengua más antigua hablada por la humanidad.

Antigua también es esta fábrica que inició sus actividades en Baradero a finales del siglo XIX como Alcoholera Benvenutto, a raíz de eso y hasta hoy mismo, muchos se refieren a ella como “la alcoholera”. Más adelante Benvenutto se retiró y la planta comenzó a producir ácido acético y también se transformó en el habla popular que la nombraba “la acética”.

Los franceses de la Rhône-Poulenc la convirtieron en Sociedad Química Rhodia hasta que en el desastre de los 90, fue adquirida por Compañía Química, de Bunge & Born que también había adquirido las acciones que el estado poseía en la que hasta ese momento había sido la Sociedad Mixta Atanor con mayoría estatal.

Bunge & Born tiempo más tarde se desprendió de algunas empresas y Atanor fue vendida a propietarios extranjeros que, muy sagaces, colocaron a personal experimentado que provenía del dueño anterior, a cargo de la dirección de la fábrica. Cuentan que le dijeron al director de entonces que su suerte estaba atada a la de la empresa, si prosperaba, también él lo haría y si se hundía lo arrastraría con ella.

Quiso la pericia del designado y las condiciones de mercado que se presentaron en aquél momento, que las cosas salieran bien y la empresa, cuyo destino era incierto, comenzara a afirmarse y crecer para alegría de toda la población. Fue por entonces que, ante la posibilidad de que se constituyera un importante complejo turístico en cercanías de la fábrica, sus directivos presionaran al municipio para que no se permitiera la instalación del complejo ya que, decían, la empresa se vería perjudicada cuando comenzaran a acusarla de contaminar la zona en la que, precisamente, se hallarían los turistas alojados y que en otra de sus plantas, lo que aquí presagiaban, se había concretado. Llegaron a decir que si no se procedía tal como era su deseo, dejarían de hacer una importante inversión que tenían planeada por lo que ante esos argumentos, el complejo turístico no se instaló y Atanor fue beneficiada.

Generaciones completas de baraderenses pasaron por la fábrica, y como en muchas otras empresas, abuelos, hijos y nietos fueron trabajadores de la planta ubicada a la vera del río Baradero. Tantos años pasaron que nos habíamos acostumbrado todos a la presencia de ella, era parte del paisaje local ribereño pero ayer, cuando sus trabajadores llegaron a las instalaciones con el mero afán de ocupar sus puestos de trabajo como hacían desde un tiempo a partir de enterarse, cartelito mediante, que los dueños de Atanor habían decidido cerra la planta, recibió el tiro de gracia. Las puertas de la planta se cerraron y ya ni siquiera les fue permitido el ingreso.

Dicen que la patronal ha llamado a a algunos de sus empleados y llamará sucesivamente a todos, para ofrecerles la indemnización de ley y hasta alguna mejora, pero lo real, lo contundente, lo  que parece definitivo, es que la decisión tomada no se cambió y dejará de correr agua por el atanor y también, a partir de que eso ocurra, se iniciará un lento pero inexorable deterioro de las instalaciones, lo que hará muy difícil que la planta reanude alguna vez su producción.

Dejamos para el final lo que la decisión de los propietarios de Atanor genera en sus trabajadores y sus familias. Angustia, preocupación, impotencia y un vacío que para la mayoría de ellos resultará muy difícil de llenar. Nada de esto parece inquietar a los que con un cheque indemnizatorio, parece que cumplieron y, en realidad, han cumplido con lo que la ley manda, pero incumplen con el contrato social tácito que se había establecido a lo largo de tantos años y, en plena Semana Santa, llaman a cobrar por el despido. Pero ¿a cuántos puede interesarle esto en épocas como las actuales en las que, como asegurara Enrique Santos Discépolo, “la barba hasta Cristo se la han afeitao”.

Gabriel Moretti

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