Trierweiler reinventa el papel de la primera dama

Trierweiler reinventa el papel de la primera dama

Por no estar casada, implica un gran desafío para el protocolo

PARIS.- La llegada de la nueva primera dama de Francia al Palacio del Elíseo les plantea un verdadero rompecabezas a los servicios de protocolo, ya que François Hollande y Valérie Trierweiler forman la primera pareja no casada en la historia de la República Francesa.

La cuestión, que se convirtió rápidamente en un tema político crucial, es el papel que pretende desempeñar al lado del nuevo presidente socialista esa mujer de 47 años, activa e inteligente, con una larga carrera profesional de periodista.

"No seré un florero. Estoy de acuerdo en representar la imagen de Francia, estar bien vestida, hacer las sonrisas que sea necesario, pero no pienso limitarme a los aspectos protocolares", declaró en una entrevista publicada ayer por el diario The Times, de Londres.

El flamante presidente tiene cuatro hijos de una primera relación que mantuvo con Ségolène Royal sin haberse casado. Por su lado, Trierweiler se casó dos veces y tiene tres hijos de su segundo matrimonio.

La mayor urgencia por el momento es el aspecto legal de la relación. La cancillería francesa y el protocolo del Elíseo comenzaron a estudiar el enunciado que convenía utilizar en las tarjetas de invitación que enviará a partir de ahora la presidencia. Por exclusión, la fórmula que mejor se adapta es: "El presidente de la República, François Hollande, y la señora Trierweiler...".

Los expertos prepararon una lista con otras 11 fórmulas, pero "la decisión final será adoptada por el presidente y Valérie Trierweiler", explicó un diplomático.

En Francia, esta novedad no planteará demasiadas resistencias, pero -en cambio- suscitará algunos serios problemas en los Estados donde el integrismo religioso tiene una fuerte influencia o en ciertos países formalmente sometidos a una moral victoriana. Francia conoció una muestra de esas interdicciones durante un viaje de Nicolas Sarkozy a la India, que se produjo en las primeras semanas de su relación con Carla Bruni. Debió viajar sólo porque las costumbres indias no permitían recibir a un presidente acompañado de una mujer "ilegítima". Lo mismo ocurre en la mayoría de los países árabes.

En cambio, Gran Bretaña parece haberse adaptado a las realidades del siglo XXI. La reina Isabel II no tuvo problemas en invitar al cantante Elton John y a su compañero al casamiento del príncipe Guillermo. Lo mismo Alemania, que incorporó sin problemas en todos los actos protocolares al compañero del ministro de Relaciones Exteriores, Guido Westerweller. La mayoría de las monarquías europeas son igualmente tolerantes. El rey de Marruecos, Mohamed VI, que desea mostrarse como un monarca moderno, difícilmente plantearía ese tipo de inconvenientes. Pero no es el caso de la casa imperial japonesa, particularmente puntillosa sobre la etiqueta.

Las primeras pruebas de fuego se producirán esta semana durante la cumbre del G-8 en Washington y de la OTAN en Chicago, donde madame Trierweiler acompañará a Hollande. Los anglosajones utilizan la fórmula spouse -que sería inapropiado traducir como "esposo/a"- para designar tanto a los hombres como a las mujeres que acompañan al jefe de la delegación, sean casados o concubinos, heterosexuales u homosexuales.

Casarse para resolver ese rompecabezas no parece ser una solución tentadora para Hollande y su compañera. Anticipándose al problema, el ahora flamante presidente declaró poco antes de las elecciones que "casarse no es algo que uno decide porque ingresa en el Palacio del Elíseo".

En Francia, no existe ningún texto que determine la situación de la primera dama. En consecuencia, se pueden admitir todas las improvisaciones. En todo caso, la última fortaleza inexpugnable es el Vaticano, que rehúsa recibir a un jefe de Estado acompañado de una mujer divorciada o no soltera.

Durante los preparativos de la visita de Jacques Chirac, el nuncio apostólico en París preguntó sin ruborizarse si su hija Claude -en esa época embarazada- estaba casada. Finalmente, la joven no pudo asistir a la audiencia papal. En sus dos viajes a la Santa Sede, Sarkozy debió hacerlo sin Carla Bruni.

Como periodista política, Valérie Trierweiler sabe que es casi imposible transgredir ese tipo de reglas. Pero, al mismo tiempo, el protocolo no parece ser su mayor preocupación. En su entrevista con The Times, se reconoce más cerca del papel de first lady que tuvieron Danielle Mitterrand o Hillary Clinton.

El problema más serio será su vida profesional. Cuando su relación con Hollande se hizo pública, la revista Paris Match le sugirió que abandonara el servicio político para ocuparse de comentar libros. En el canal Direct 8, donde tenía un programa político, comenzó a animar una emisión de temas generales.

Ahora llegó la hora de tomar decisiones drásticas. Es casi imposible pensar que pueda continuar trabajando como periodista. En primer lugar, porque perdería capacidad de crítica, sería acusada de tener información privilegiada o de difundir información interesada.

"Yo quiero seguir trabajando. Tengo tres hijos para mantener que naturalmente no vivirán del presupuesto del Estado", declaró hace algunas semanas. En los últimos días, sus propósitos parecen haber evolucionado: "Veremos. Ninguna solución es fácil", reconoce.

Algo tiene claro: en todo caso, preferiría que nadie la llamara "primera dama". Lo que todavía no sabe es cómo reemplazar esa fórmula. "¡Las sugerencias son bienvenidas!", ironizó el día de la investidura de su compañero..

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