La soledad crónica, un problema de salud pública

La soledad crónica, un problema de salud pública

Por Donato Spaccavento

 

En un mundo cada vez más interconectado tecnológicamente, el aislamiento y la exclusión social se han transformado en un problema de salud pública, con repercusiones importantes sobre la calidad de vida. Varios estudios han vinculado la soledad crónica y el aislamiento social con una mayor incidencia de enfermedades y un mayor riesgo de muerte prematura.

La medicina todavía no ha resuelto si es la soledad la que genera enfermedades o son las enfermedades las que nos hacen estar aislados, lo que sí está demostrado es la íntima relación entre ambas.

Un estudio reciente de la Brigham Young University ha evidenciado que la soledad y el aislamiento social incrementan el riesgo de muerte tanto como la obesidad y otro estudio publicado en la prestigiosa revista HEART por equipos de las Universidades de Helsinky y Upsala evidencia que la soledad incrementa el riesgo cardiovascular entre 1,4 y 1,5 veces, igual que el tabaquismo, el alcohol y el sedentarismo. Asimismo en un artículo publicado en la revista Harvard Business Review, el cirujano americano Vivek Murthy escribió que “la soledad y las conexiones sociales débiles se asocian con una reducción de la vida similar a la causada por fumar 15 cigarrillos por día e incluso mayor que la asociada a la obesidad”

Aumenta hasta un 25% la probabilidad de morir prematuramente por hipertensión arterial, infartos, obesidad, falta de vacunaciones, adicciones, violencia, depresión y demencia, diabetes tipo 2 etc. todas enfermedades que podrían estar mediadas por un aumento crónico de la hormona cortisol, liberada durante hábitos de vida que generan estrés crónico.

Parecería, según algunos autores, que la soledad tuviera una retroalimentación negativa mediada biológicamente, un perfecto círculo vicioso: cuanto más solas o solos estemos, más solas o solos vamos a querer estar y peor nos vamos a sentir. Paradójicamente, las redes sociales parecen confirmarlo, lejos de incrementar nuestro sentimiento de compañía lo disminuyen y mantienen nuestro nivel de estrés.

Cuando hablamos de soledad nos referimos aquella que no es deseada por el individuo y que genera aislamiento social, cuando esta situación se prolonga en el tiempo, en general más de 3 a 6 meses, se la denomina ̈soledad crónica ̈ y se caracteriza por sentimientos constantes y continuos de sentirse solo, alejado o separado del conjunto social, etc.

Un estudio realizado por investigadores de Irlanda, Reino Unido y Estados Unidos, demuestra que cuando la soledad se la clasifica en subtipos, se duplica el número de personas que reconocen sufrirla. Están hablando de la soledad social, que se distingue por la falta de satisfacción en la cantidad de relaciones sociales y la soledad emocional, que es la insatisfacción por la calidad de las relaciones humanas.

Steve Cole, un investigador de genética de la Universidad de California en Los Ángeles, autor de un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) demuestra que la soledad tiene efectos fisiológicos en nuestro organismo. Junto con Jhon y Stephanie Cacioppo, psicólogos de la Universidad de Chicago, realizaron una investigación llamada “Hacia una neurología de la soledad” en la que observan que el nivel de “toxicidad de la soledad es impresionante” y que “el aislamiento es uno de los grandes riesgos de la salud en la época actual”.

Uno de los resultados que publicaron fue que se producía un aumento de los genes que producían procesos inflamatorios y un descenso de la actividad de las células que combaten estas inflamaciones. A pesar de lo que se piensa, la soledad no solo afecta a personas mayores.

También afecta a niños, jóvenes, personas con discapacidad y enfermedades psiquiátricas crónicas. Hace un par de años, en Gran Bretaña se creó la Secretaría de Estado de la Soledad. De acuerdo a un informe realizado por la comisión Jo Cox sobre la soledad, había en ese país 9 millones de personas (14% de la población total) que se sentían solas. Asimismo, según ese estudio alrededor de 200 mil personas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año.

En la Argentina, una de cada cinco personas mayores vive sola, según el informe de la Universidad Católica Argentina (UCA). Según el censo 2010, el 10,2% de la población argentina es mayor de 65 años, uno de los países con población más añosa de América Latina. Se calcula que en 2025 las personas mayores alcanzaría el 12,7% y en 2050 el 19%. Para esa época el número de personas mayores de 65 años será mayor a la cantidad total de niños y adolescentes menores de 15 años.

En la ciudad de Córdoba, el Centro de Promoción del Adulto Mayor (CEPRAM) funciona un programa de acompañamiento telefónico a mayores, una línea recibe llamadas. El 60 % de las consultas son personas que se sienten solas.

Las personas con soledad crónica tienen un nivel de demanda de los subsistemas de salud (público, seguridad social y privado) mucho mayor que la población que no la padece; esto obviamente se traduce en un aumento muy importante en los costos económicos de las instituciones de salud.

Es fundamental reconocer que el tema de la soledad crónica es un problema de todos. El otro problema que surge es qué ninguna profesión lo siente suyo, mientras todos saben quién hace el diagnóstico y quién la puede tratar, la soledad crónica, concibiéndola como un trastorno o factor de riesgo toca a muchos perfiles profesionales.

Las políticas de salud pública deben ser intersectoriales e interdisciplinarias, porque tienen que ver con la salud, la vivienda, el trabajo o desarrollo social, el esparcimiento, los espacios públicos etc.

La fragmentación del Sistema de Salud también impacta negativamente sobre esta población, en otras palabras hay infinidad de recursos nacionales provinciales, municipales, de las obras sociales y privados interviniendo sobre esta población, pero descoordinados y sin una única rectoría, esto hace más difícil el acceso y burocratiza mucho la atención.

Me parece que uno de los desafíos actuales es abordar desde el Estado esta problemática como lo están haciendo muchos países del mundo que están desarrollando estrategias amplias sin olvidar a las personas que ya están sufriendo.

Médico sanitarista

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