Una definición esencial

Una definición esencial

Por: José Luis Jacobo

Carlos Fernando Arroyo lo lanzó en reunión de gabinete: “le ganamos una elección al poder, pero aún no ganamos el poder”. Esa es la cuestión. No es quitar un cartel más o menos; los carteles que nominan “Paseo Aldrey” a la Estación Terminal Sur son una impúdica exhibición del derecho de pernada que el anciano aldeano de Lugo cree tener sobre la cosa pública.

La movida para retirar los carteles el pasado miércoles no se pudo concretar porque no aparecieron las grúas de Scordina que debían soportar el esfuerzo de bajar la mastodóntica cartelería ilegalmente colocada sobre el frontispicio del complejo. ¿Por qué no llegaron las grúas de Scordina? Por un paro de actividades del personal de la empresa, muy conveniente por cierto, que impidió que la tarea se llevara a cabo.

Ahora bien: ¿quién le avisó a Aldrey?; ¿quién alertó y coaccionó a la empresa?; ¿quién, por medio de Camioneros, creo la oportunidad para que se impidiera a las grúas desplazarse hasta el lugar? Esa mañana, el secretario de Hacienda, Hernán Mourelle, no estaba en Mar del Plata. Antes de partir, la tarde anterior había firmado la orden de compra para el contrato con Scordina. Pocos sabían lo que venía, el círculo de decisión era muy pequeño. Entonces, ¿quién dio el chivatazo? ¿Quién es el traidor?, porque existe una traición.

La acción fallida se dio en medio de un proceso de mediación iniciado en el ámbito del derecho administrativo por la propia comuna hace seis meses. El accionar comunal es cuando menos llamativo: inicia una acción administrativa, y genera su propia interrupción. Está claro que hay varios que funcionan jugando la doble. A muchos de los que integran el gobierno y son funcionarios de Arroyo no les gusta salir mal parados en la foto. Ergo, dan información, relatan anécdotas que ilustran deméritos variados de corte menor, y evitan ser citados en sus propias miserias. Un quid pro quo de menor catadura llevado por gente que no entiende de construcción de poder.

En diciembre pasado estaba todo listo para retirar los carteles. Se paró porque Guillermo Arroyo, concejal e hijo del intendente, decidió per seconsultar con Owen Fernández, subsecretario de Asuntos Municipales de la provincia. Qué otra cosa diría el funcionario provincial: “paren, no lo hagan  en temporada alta, esperen a después de febrero”.

Es un hecho que nadie está por la gloria, ni entienden del poder. Sorprendentemente para muchos, el intendente Arroyo sí entiende. Si Mar del Plata se va poner de pie, será dando al pueblo lo que es del pueblo, la plena soberanía popular expresada en acciones propias, surgidas de la convicción de que el voto es el soberano, y que entregarlo a un actor externo es sencillamente las más flagrante traición que pueda darse en democracia.

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