Cómo viven los empleados suspendidos por el cierre del Gobierno de EEUU

Cómo viven los empleados suspendidos por el cierre del Gobierno de EEUU
El gobierno de Estados Unidos, quedó parcialmente paralizado, al no alcanzar demócratas y republicanos un acuerdo por el presupuesto, lo que entre otras medidas significó la suspensión de cerca de 800 mil empleados públicos, Télam habló con una de ellas.
El martes, al llegar a sus oficinas, esos empleados públicos fueron notificados de que debían seguir el procedimiento de cierre, tomar sus cosas, acomodar sus escritorios y regresar a sus casas por tiempo indeterminado.

Jen Hughes, una joven de 28 años, arribó a su oficina en pleno centro de Washington, a la misma hora de siempre aunque esta vez, con la noticia de que esa madrugada el gobierno había cerrado por falta de fondos y con el temor de que sus empleadores podrían dar el temido anuncio de que a partir de ese día sería una de las personas que debería permanecer en su casa.

Minutos después de llegar al edificio del National Endowment for the Arts (agencia federal independiente encargada de promover el arte y la innovación), Jen recibió la notificación de que debía seguir el procedimiento establecido ante un eventual cierre de gobierno y que por lo tanto, tenía 4 horas para seguir los pasos "bien específicos" que incluyeron ordenar su escritorio, cerrar su correo electrónico, llevarse sus pertenencias y hasta asegurarse que la heladera quedara limpia.

La Cámara baja del Congreso de EEUU logró sorpresivamente ponerse de acuerdo y aprobar por unanimidad, un proyecto de ley que pagará a los 800 mil empleados suspendidos "El anuncio no fue formalizado hasta el martes a la mañana cuando recibimos un correo electrónico a las 9 de la mañana con una nota formal de Recursos Humanos anunciando la suspensión", explicó a Télam Hughes aún sorprendida con la medida y con el hecho de que desde ese día nadie volvió a contactarse con ella.

Si bien en el 2011 ya habían pasado por una situación similar que finalmente pudo ser evitada a último momento por el Congreso, esta vez un "sector extremista del Tea Party (republicanos ultra conservadores) está tratando de presionar su agenda política a través del presupuesto", señaló la joven "enojada por la imprudencia" a la que llevan "los intereses económicos" en el gobierno.

A cinco días de su suspensión, su única forma de predecir lo que pasará con su futuro laboral inmediato es "esperar y mirar las noticias para ver qué es lo que pasa con las negociaciones" entre demócratas y republicanos para ponerle fin a la primer paralización del gobierno en 17 años.

"Mucha gente anticipó que sería sólo un par de días pero basándome en lo que se ve creo que va a durar más, que será más largo de lo que se esperaba", dijo aunque sin perder la esperanza de que "todo va a terminar bien".

La buena noticia que recibió desde el último martes es que la Cámara baja del congreso logró sorpresivamente ponerse de acuerdo y aprobar hoy por unanimidad, un proyecto de ley que pagará de forma retroactiva a los cerca de 800 mil empleados que fueron afectados por la fuerte división del poder político en Washington.

El actual enfrentamiento entre la oposición y el oficialismo data de los debates por la reforma sanitaria que finalmente se convirtió en ley en 2010, endureciéndose aún más ante la inminente implementación de la legislación este martes, lo que avivó la pelea de los republicanos por evitarla y, especialmente, del Tea Party.

Dejando la cuestión de fondo momentáneamente de lado, el proyecto bipartidista para abonar el sueldo a los empleados federales deberá ahora ser votado por el senado con la expectativa de que esta misma semana el presidente Barack Obama lo convierta en ley, buscando calmar quizá lo que de prolongarse por más tiempo, podría convertirse en el inicio de protestas ciudadanas.

Para Jen, quien está en permanente contacto con varios amigos y compañeros de oficina a quienes les tocó su misma suerte, si el estancamiento en las negociaciones persiste, en dos semanas más cuando muchas de las partidas federales que aún sobreviven comiencen a agotarse, la gente y los contratistas empezarán a sentir la falta de dinero y esto podría generar en una movilización social.

No obstante, "el cierre del gobierno es algo mucho más pequeño que un posible default porque los servicios esenciales siguen estando" y las personas no se sienten todavía afectadas directamente, por lo cual "siendo honesta diría que el país entero no está pensando ahora en la situación de los empleados, de si les pagan o no", aceptó amargamente Jen, sino en lo que les puede llegar a pasar si la crisis se profundiza.

Mientras los días pasan, como muchos de los miles de trabajadores suspendidos, Jen Hughes continuará aprovechando para "socializar, ver amigos, pasar el tiempo estando afuera y hacer los trámites pendientes".

Pero de extenderse mucho más tiempo la situación de incertidumbre y sin recibir novedades al respecto, "quizá empiece a volverme loca. Por ahora estoy tratando de seguir siendo productiva", concluyó con su tono optimista.

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