Alejandro Gullé: "Si mano dura es cumplir con la ley, soy mano dura"

Alejandro Gullé:

Humanista pero riguroso y sin pelos en la lengua, el nuevo procurador critica el abolicionismo tan en boga en un sector de la Justicia y se muestra conmocionado, al igual que la comunidad mendocina, por el caso del instituto Próvolo.

 

Afable, predispuesto, como si no le pesara la gran carga de responsabilidad que el Gobierno y la comunidad han depositado sobre sus espaldas al frente de la Procuración General de la provincia, Alejandro Gullé, nuestro hombre de 2016, habla con una convicción envidiable.

–¿Cómo le sienta la distinción Mendocino del Año?

–La verdad es que me resulta una sorpresa. Nunca pensé que pudiera ser el elegido. En el ámbito judicial, y por las características que tiene nuestra actividad, estas distinciones resultan francamente impensadas. No obstante, es un gran orgullo.

–Póngase en nuestro lugar: ¿a quién le hubiera dado usted la distinción de Mendocino 2016?

–A Trinidad Rojas Campos. La conocí en el evento organizado por Diario UNO. Es la mujer que terminó la escuela primaria a los 80 años. Es un ejemplo para todos los mendocinos. Demuestra que con esfuerzo y dedicación se pueden lograr los objetivos que nos planteamos.

–¿Recuerda especialmente a alguno de los anteriores Mendocino del Año que destacó este diario?

–A Abel Albino, por su tarea solidaria en favor de eliminar la desnutrición infantil.

–¿A quién admira, contando toda la historia de Mendoza?

–Admiro profundamente a San Martín. Más allá de ser nuestro gran prócer nacional, lo siento profundamente mendocino.

–¿A quién le debe el amor por su profesión?

–Mi primer contacto con "lo judicial" lo remonto a mi época de escuela primaria en el colegio San Luis Gonzaga. Recuerdo que salía de allí y pasaba a buscar a mi padre, Vicente José Gullé, que era funcionario judicial, y me quedaba con él hasta la hora de su salida. De ahí en más lo veía llevándose expedientes a casa y trabajar con su máquina de escribir Olivetti hasta altas horas de la noche.

–¿Qué es un hombre justo para usted?

–Un hombre justo es aquel que mide con la misma vara las acciones de la gente, sin discriminación alguna de sexo, nacionalidad, condición social ni cualquier otra circunstancia.

–Un ejemplo de hombre justo.

–Nelson Mandela.

–¿Y un hombre sabio?

–Sabio es aquel que sabe disfrutar las cosas simples que tiene la vida, que se place compartiendo con sus hijos, nietos y afectos. También lo es quien trasciende a partir de sus conocimientos, entregándolos de manera generosa.

–¿Quién?

–Mahatma Gandhi.

–Un crimen atroz, imperdonable, en la historia humana.

–El Holocausto.

–¿Hay crímenes imperdonables o todo puede merecer un perdón?

–Para los familiares de las víctimas los crímenes suelen aparecer como imperdonables. El dolor que ocasiona la herida en el alma de quienes perdieron a un ser querido como consecuencia de un crimen es profundo. Desde esta perspectiva, todos los crímenes tienen algo de "imperdonables". Sin embargo, el tiempo ayuda a sanar heridas. Es desde ese lugar que tal vez se llegue a perdonar.

–Pena de muerte, ¿sí o no?

–No. No estoy de acuerdo.

–¿Por qué goza de tanta popularidad la pena de muerte, como exigencia, en la sociedad?

–Porque lo primero que piensa el ser humano es que la muerte de quien nos ocasionó algún sufrimiento nos puede llegar a reducir el dolor de esa pérdida. Pero seguramente no es así.

–¿Es natural que la sociedad genere un sentimiento de venganza hacia el delincuente?

–Creo que es natural, pero no recomendable. Imaginemos una sociedad que solucione sus problemas a través de la venganza. Sería un estado inviable. Para que esto no suceda deben canalizarse los conflictos a través de la Justicia, en un Estado de derecho que respete las garantías de todos y que aplique la condena correspondiente.

–Vastos sectores de la ciudadanía abominan de las teorías garantistas o abolicionistas que fascinan a estudiosos o miembros de la Justicia. ¿Quién está equivocado? ¿La sociedad, con su reacción "populista", o los catedráticos, parapetados en su torre de marfil?

–Todos debemos ser garantistas, entendiendo por tal el respeto irrestricto a los derechos que en el proceso les incumben a las partes. Ahora bien, esto dista mucho del abolicionismo. No soy abolicionista y no estoy de acuerdo con quienes lo sostienen. Todos tienen derecho a pensar lo que quieran, pero el límite es el estricto acatamiento de la ley. No debemos buscar intersticios para volver a la ley más laxa de lo que en realidad es. A veces mediante abstracciones alejadas de la realidad se desvía el sentido verdadero de la norma.

–En definitiva, ¿es lícito plantear la dicotomía garantismo/mano dura, o es un conflicto artificioso?

–Es lícito sostener que algunos se ocupan más de los derechos de los imputados que de los de las víctimas. Y esto para mí no es correcto. Si ser mano dura es cumplir estrictamente con lo que dispone la ley, soy mano dura.

–Mendoza se hizo tristemente célebre por la seguidilla de feminicidios y por los abusos en el instituto Próvolo. ¿Cuál fue peor, en términos éticos absolutos?

–Me parece muy difícil discernir cuál de estos ilícitos es peor desde esa perspectiva. En unos les arrancaron la vida a las víctimas, y en los otros, el alma. Ambos son terribles en términos éticos absolutos.

–¿Hay explicación para la escalada de la violencia de género en la provincia? Usted suele intercambiar opiniones con sus colegas de todo el país.

–Esta problemática es general. No hay una provincia en particular donde no ocurra. Pero, ciertamente, no en todas se han producido hechos de tanta gravedad. Estimo, y así lo espero, que lo sucedido en estos últimos tres meses en orden a los femicidios, no se repita. Yo diría que por lo menos en lo que va de este 2016, estamos en los primeros lugares respecto de mujeres muertas a manos de sus parejas o de personas de su entorno.

–¿Qué ha movido todo esto?

–A raíz de lo sucedido en nuestra provincia, claramente se nota que las mujeres se están animando a denunciar respecto de amenazas, lesiones, coacciones, etcétera, lo cual ha determinado que tengamos una gran cantidad de detenidos por estos delitos en la Penitenciaría.

–Lo cual obliga a tomar cartas en el asunto, ¿no?

–Lo estamos haciendo de manera conjunta con el ministro de Salud, Rubén Giacchi, que está abordando con psicólogos y psiquiatras el tratamiento de los internos para determinar quién está en condiciones de recuperar su libertad a partir de la evolución de su abordaje. Debemos pensar que son delitos, los señalados en última instancia, que amenazan con una pena no muy alta y si el acusado vuelve a la calle sin tratamiento, no existe garantía alguna de que no reincida en conductas de este tipo. También con el ministro Dalmiro Garay estamos trabajando en la aplicación de pulseras electrónicas a algunos imputados.

–El caso Próvolo, por su monstruosidad, pone en entredicho la condición humana. ¿No le pasa?

–Sí, la pone en entredicho. Básicamente, no es asimilable que un adulto abuse de un menor, pero mucho menos lo es que quien lo hace sea un formador, educador o guardador de ese menor; y mucho menos aún, que se aproveche de una situación de vulnerabilidad como lo es el impedimento de expresarse a través del habla que pesa sobre estas víctimas. El caso Próvolo revela la " monstruosidad" de la condición humana, no sólo en las características del hecho sino también en el daño irreparable que produjo.

–¿Qué siente ante casos como este: asco, indignación, cansancio moral, desánimo?

–Una gran indignación y a su vez una profunda tristeza por las consecuencias que se evidencian en las víctimas.

–¿Es creyente, doctor?

–Sí, soy creyente. Soy católico.

–¿Con qué regularidad profesa el rito?

–No soy un buen practicante, pero claramente en momentos decisivos de mi vida me aferro a la fe.

–¿Y lo del Próvolo no le remueve los cimientos de la fe?

-Ciertamente la indignación de la que hablé me lleva a no poder evitar proyectar en mi mente la sospecha de un encubrimiento por parte de alguna autoridad eclesiástica. Pero a mí me enseñaron que la Iglesia somos todos, y entonces, como me cabe la certeza de que no todos incurrimos en este tipo de conductas, no tengo derecho a cuestionar la fe en sí misma ni a ponerla en crisis. Sé que a la par de curas como estos también existen otros que misionan en lugares remotos, bajo condiciones de vida casi imposibles, ayudando y entregando todo de sí. Desgraciadamente de esos casi no hablamos, porque pasan desapercibidos.

–¿Se podrá investigar hasta las últimas consecuencia o corremos el riesgo de que actúe la milenaria máquina de ocultamiento, como mostró la película "En primera plana"?

–Lo hecho hasta ahora en la investigación demuestra que la Justicia mendocina está a la altura de las circunstancias. Y, sin duda, ha sobrepasado el accionar que tuvo la Justicia de Italia. Allá los delitos prescribieron y nosotros hemos demostrado que eso no va a suceder acá. Los sindicados como responsables se encuentran en la cárcel, sin privilegio alguno, y esperamos que en poco tiempo sean sometidos a juicio oral.

–¿No recibió presiones?

–Ninguna autoridad eclesiástica ejerció presión alguna para influir en la investigación que estamos llevando adelante. Por el contrario, desde el primer día monseñor Franzini ofreció toda su colaboración para aportar los datos necesarios.

–Otra "condecoración" lamentable, según el supremo Jorge Nanclares, es que Mendoza lidera el ranking mundial de litigiosidad. ¿Por qué llegamos a esto?

–La existencia de un alto número de facultades de Derecho, con gran número de egresados, tiene que ver. Debemos avanzar no en el sentido de menguar la cantidad de abogados, sino en formarlos para que sean, además de buenos litigantes, buenos mediadores, evitando de este modo el litigio en todos los conflictos. En todas las provincias existen conflictos, pero no tantos litigios, seguramente porque se resuelven a través de acuerdos prejudiciales.

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