Lo que no se quiere ver Isla Botija: comunidad en jaque

Lo que no se quiere ver Isla Botija: comunidad en jaque
La reserva natural de Zárate posee dos escuelas, una primaria y otra secundaria, en la que docentes, cooperadora, alumnos y sus padres, hacen un esfuerzo sobrehumano para dar y recibir un preciado aunque esquivo tesoro: la educación.
La Isla Botija es una de las 14 reservas naturales del Delta Bonaerense y pertenece al partido de Zárate, aunque no todo zarateño lo tiene en cuenta.

Allí hay una población de aproximadamente 40 familias y una escuela primaria (EPB N° 32 “Almafuerte”) que dirige Marina Gilberto, a la que se anexó recientemente una escuela secundaria (ESB N° 20) con orientación en Ciencias Naturales y Medio Ambiente, a cargo de Rodolfo Amarilla.

Ambos docentes dialogaron con EL DEBATE, para explicar en el ambiente en que se desenvuelven, lo cual deja a las claras que la “equidad” es una declamación y no una concreción por parte de los gobernantes.

Mientras el gobernador Daniel Scioli llama a licitación para dotar a escuelas rurales de paneles solares, la Isla Botija no figura en ninguna lista y la comunidad educativa lucha día a día con un generador decrépito que se nutre con un pesado combustible de no fácil abastecimiento.

La matrícula está constituida por alumnos que viven en las islas junto a sus familias.

Asisten 54 niños a la primaria (la media es de 75, pero las inundaciones provocaron un éxodo temporario) y 78 a la secundaria.

Según explicaron los directores de ambos establecimientos “la pobreza en la población de esta zona es mayor que la de las áreas urbanas y rurales. El habitante de la región de islas, tiene características propias muy diferentes al de la ciudad, que en su mayoría son trabajadores asalariados. Aquí se hace más evidente la carencia de viviendas dignas, cobertura de salud e infraestructura sanitaria, entre otros”.

Una pequeña franja de la población no trabaja en su lugar de residencia, sino que deben trasladarse diariamente hacia sus lugares de trabajo con serios problemas de transporte. Sólo una minoría cuenta con una infraestructura privada, con un perfil orientado al comercio y/o al servicio turístico.

La mayoría de los padres de los alumnos que concurren a la escuela de la Isla Botija tienen trabajos temporarios (changas, pescadores, cazadores), algunos son asalariados (caseros de casa-quintas, empleados estatales, de empresas forestales, lancheros, troperos).

Amarilla destacó que “en distintas épocas del año se generan migraciones de los padres en busca de trabajo entre las distintas islas y los niños los acompañan abandonando la escuela (abandono interanual) para ir con ellos o quedarse a cuidar hermanitos menores.

Esta situación presenta una región bien diferenciada al resto del partido de Zárate, con perfiles productivos y habitacionales distintos”.

Uno de los problemas de infraestructura más notable es la falta de agua corriente, ya que consumen agua de pozo, agua del río o del canal filtrada con vasijas de barro cocido, se calefaccionan con leña y cocinan con leña o gas de garrafa.

El otro problema grande de infraestructura que padece la población isleña es la falta de lí-neas de transporte que conecten eficazmente a las localidades entre sí, la línea de colectivos existente más cercana posee frecuencias de varias horas de espera entre un servicio y otro.

Muchas veces la lancha escolar es la única forma de llegar a los lugares más alejados; esto hace que los padres no acompañen siempre a sus hijos en los trayectos escolares.

Las escuelas rurales o de islas se constituyen en un lugar de referencia para las comunidades a las que pertenecen, allí niños y jóvenes desayunan y almuerzan “llevan algo a la panza”.La escuela es en muchos casos (como éste) la única institución oficial de la zona.

Hacen falta muchas cosas. El Consejo Escolar los ayudó en la reparación de los baños y les ponen el hombro, aunque tampoco ellos cuentan con recursos.

La Provincia les prometió un canal satelital para mejorar la propuesta pedagógica, pero nunca llegó. Tampoco el Municipio llega con soluciones. Sólo los docentes, la cooperadora, el guardaparques que vive en el lugar y los padres de los chicos y los chicos mismos, le saben poner corazón y garra para superar el inexplicable olvido. El agua, la sudestada y la yarará, no hacen mella en el arraigo de sus habitantes.

Sólo la desidia de los funcionarios que dicen representarlos, va logrando el éxodo.

Un rincón olvidado

En su desembocadura y después de recorrer 4.500 kilómetros, el Río Paraná forma el Delta del Paraná. Sobre una superficie total de 954,54 Km2, a Zárate le corresponden alrededor de 377 Km2 del mencionado Delta. Las ciudades más próximas son las de Zárate e Ibicuy, de las cuáles la primera posee una gran actividad industrial y agropecuaria y puertos importantes mientras que Ibicuy, en la Provincia de Entre Ríos es netamente agropecuaria con un puerto de calado y algunos emprendimientos turísticos sobre el Río Paraná Guazú.

La baja redituabilidad de los productos primarios, unido a las inclemencias del tiempo, fundamentalmente las crecientes, desalientan en especial a los jóvenes, quienes emigran en busca de nuevos horizontes a la ciudad y, en algunos casos, para acceder a estudios terciarios.

Los habitantes de esas islas no tienen las más elementales comodidades que el progreso ha puesto a disposición del hombre; no disponen de agua potable, gas y electricidad, pareciera que el progreso no pudiera cruzar el puente.

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