Precarización laboral en el puerto: un virus para el que no hay vacuna

Precarización laboral en el puerto: un virus para el que no hay vacuna

El tiempo pasa y el descontrol perfectamente controlado en los eslabones donde se corta el pescado en la pesca marplatense se mantiene vigente. Lo dejó al descubierto el brote en la planta clandestina que funcionaba gracias a la coima que pagaban a un inspector municipal.

Por: Roberto Garrone.

El contagio masivo de obreros del pescado con covid-19 en la planta pesquera “Alejandro Korn” expuso el grado de marginalidad, precarización y explotación laboral que impera en la industria del reproceso de pescado fresco en Mar del Plata.

A diferencia del virus que desató la pandemia, lo que ocurre en estos eslabones de la cadena productiva no es nuevo. Hay cientos de ¿establecimientos?, ¿plantas?, ¿cuevas?, ¿covachas? como el que regenteaba Enrique Ulloa sembrados en el paisaje barrial del puerto y sus alrededores con idénticas señales distintivas.

Un portón que encierra un garaje, subdividido por una pared que separa el vestuario y comedor, todo en un mismo ambiente al que se adhiere un baño minúsculo. Del otro lado, el centro de almacenaje de cajones y unas líneas de mesas de corte de pescado. con obreros hacinados. Un hilo de agua corriente, cables colgando del techo y rezos para que diosito los proteja. Inspección General también aporta certidumbre, pero no alcanza con rezos para saciar a los inspectores voraces.

Noelia Vivas, una de las despinadoras infectadas reveló que en un lugar para 10 personas había el doble: cortando, envasando, cambiándose, tomando el cuarto de descanso. “Jamás hubo un protocolo; eso era un basural”, denunció desde la habitación del hotel donde quedó aislada, arrastrando un catarro espeso como lastre del virus.

Centros de explotación a la vista de todos los que eligen no ver. Donde un emprendedor decide volcarse al negocio de convertir pescado entero en filet y comercializarlo en pescaderías de Buenos Aires, o también supermercados reconocidos, porque hasta Coto tiene toda una historia comprando merluza en estos tugurios al sur de Juan B Justo.

Salta a la luz el caso de “Alejandro Korn” porque el cuentapropista del caso, no solo no activó los mínimos protocolos para preservar la salud de sus trabajadores sino que creen que fue pieza clave en el inicio de los contagios luego de regresar de uno de sus frecuentes viajes al AMBA y no avisar de sus primeros síntomas. “Estoy engripado”, les dijo para excusarse de una presencia que era habitual entre las mesas de corte.

Resultó curioso esta semana leer algunos comentarios que los propios trabajadores de Ulloa dejaban al pie de las notas del portal Revista Puerto donde se expusieron detalles de la historia. Explotados y contagiados, defendían al empleador, cuestionaban el avance de la Municipalidad que clausuró preventivamente el establecimiento por dos semanas y proyecta denunciarlo por propalar el virus, y se quejaban porque habían perdido el empleo.

 

Años de explotación y sometimiento, pero también de autoridades que, al nunca abordar esta problemática, hicieron germinar la idea a muchos obreros de que la única forma de trabajar en el pescado es la que aplicaba a rajatabla Ulloa y todos los Ulloa que hay en el puerto.

La industria no sostiene más estos niveles de informalidad. Beneficia a unos vivos pero perjudica no solo a los obreros. Son una competencia desleal para quienes tienen la relación laboral registrada y también para algunas cooperativas medianamente ordenadas, que procesan y envían pescado al mismo pescado interno que alimentan las cuevas clandestinas a un costo muy inferior.

El caso “Alejandro Korn” deja también al desnudo la complicidad de los cuentapropistas con los inspectores de Inspección General de la Municipalidad. Lo dice el propio Ulloa en un mensaje de audio en el grupo de whatsapp “Trabajo”. La coima mensual permite la vigencia de un sistema del medioevo, donde los trabajadores se cambiaban entre los perros.

Y el pescado llega hasta la planta de los Ulloa porque ante la caída abismal de la oferta de mano de obra de corte, formal y en blanco, con tal que compren y se lleven el pescado de la bodega, para los armadores cualquier portón viene bien. Aunque adentro los obreros se encuentren desamparados y ayunos de derechos laborales.

La situación exige un abordaje integral para devolver condiciones dignas mínimas a miles de obreros del pescado. Debe involucrar a Nación, Provincia y Municipio. Desde los canales de comercialización hasta los controles en terreno.

Un relevamiento de Pesca Provincia de la gestión anterior identificó 83 establecimientos donde se reprocesaba pescado fresco. Apenas 34 estaban registrados. Pero hay algo más grave. Fueron identificados otros 50 sitios que ni siquiera pudieron saber a qué se dedicaban. Y se elabora materia prima de origen marino para consumo humano.

Más temprano que tarde la comunidad de científicos descubrirá la vacuna contra el covid-19 y la nueva normalidad tendrá mayores certezas de continuidad. La que termine con la precariedad, informalidad, explotación y abusos laborales no parece estar en los planes de nadie.

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