Comenzó el último trimestre del año, confirmando vaticinios de mayor conflictividad. Se dejan de lado algunas simulaciones, para asumir caras de mayor realismo. Se constata que el catecismo sindical no ayuda al desarrollo de la provincia.
En Argentina, y en Neuquén en particular, el Estado se piensa a sí mismo. Es decir, se ve a sí mismo como un individuo, con esa sensación única que tiene cada persona cuando piensa en su propia identidad.
Es un rasgo sicótico, si es que la política pudiera analizarse desde la psicología. Como en aquel cuento de Jorge Luis Borges, Las Ruinas Circulares, el Estado neuquino cree que es, cuando en realidad es solo el sueño de otro. Neuquén cree que es, pero en realidad es solo el sueño de sus ciudadanos.
Los ciudadanos son los dueños del Estado, no sus gobernantes.
Esta no es una aspiración a conseguir con más democracia, es una realidad. Ya demasiados gobernantes argentinos han perecido por creer que ellos eran los importantes, los dueños del ser y la conciencia.
Así, los Kirchner se creen dueños no sólo del Estado, sino de la Nación toda, a la que creen haber fundado el 25 de mayo de 2003. Todo lo que estuvo antes fue apenas un ensayo para que ellos –actores principales de la obra- recrearan la gran tragicomedia argentina del tercer milenio.
El país, así, se ha visto sometido a los caprichos que cualquiera asume consigo mismo. Un día tengo ganas de ponerme un pantalón gastado y una camisa arrugada, al otro me visto de gala. Un día digo que el mundo imperial es una burbuja que se “derrumba”, y que la Argentina está “firme en la marejada”; al otro, critico a los dirigentes rurales porque se les ocurre hacer un lock out justo en medio de semejante debacle financiera internacional.
El gobierno neuquino ha cometido el error de atravesar un primer semestre descargando toda la expectativa sobre el segundo, sobre la base de lo que implicaría renegociar contratos y ganar una nueva y mejor renta petrolera.
Este argumento lo utilizó para negociar y para prometer. Lo hizo ante el voraz sindicalismo estatal – al que sedujo inicialmente mostrándose como la contra-cara de la gestión Sobisch- y lo hizo con los cada vez más famélicos municipios.
Pero ya estamos en octubre. Es el trimestre final del año. Como anticipamos, es el trimestre que será más conflictivo.
Porque cada sector ocupará su lugar real. Se dejará de lado la simulación. Y se mostrarán las caras auténticas.
El gobierno asume su realidad: aumentaron los gastos, los ingresos se redujeron. La renegociación petrolera implica plata, menos que lo que se habían imaginado algunos, y no se puede usar en gastos corrientes porque no solo sería irracional, sino borrar con el codo lo que se escribió con la mano (otra vez).
El gobierno tiene otro problema: demasiados frentes abiertos. El sindicalismo fragmentó la protesta y la hizo más molesta y preocupante. A esta altura, sería preferible que la magnitud de un conflicto –puede ser el docente- sintetice y vuelva a absorber la carga de demandas, porque sino puede pasar que lo que se pretendía como una metodología por la paz, se transforme en una propiciación para la confrontación permanente.
El gobierno, en fin, retoma la fatalidad del MPN: necesita más recursos, y nuevamente es el Estado nacional el dueño de la llave que abre la caja donde están esos recursos: el precio de los hidrocarburos. Otra extraña paradoja: en Argentina aumentan el petróleo y el gas cuando en el mundo su cotización cae, junto con el precio de otras commodities, producto de lo que puede ser una grave recesión en Estados Unidos.
Pero volvamos al principio de esta nota. Lo más preocupante no es el sinceramiento de una situación que, en definitiva, no había cambiado en la realidad, sino tan solo en los discursos. Lo más preocupante es que la vida transcurra en una mono-realidad, la estatal.
Es un mundo de fantasía, una especie de paraíso de la mediocridad al que se aspira desesperadamente a ingresar, con el argumento de la estabilidad, de tener “la vida asegurada”. En el catecismo de ATE, la promesa mayor no es la vida después de la muerte, sino el ingreso a planta permanente.
Esta vocación es suicida para el conjunto de la sociedad neuquina. El Estado no puede ni debe seguir incrementando su rol empleador. Al contrario, debería reducirlo. El Estado, concretamente, no puede seguir alimentando su ego.
Esto no significa reducir el rol estatal en la sociedad. Al contrario: se necesita un Estado presente en la Educación, en la Salud, en la Justicia, en la Seguridad. También se necesita en Neuquén el rol subsidiario del Estado, propiciando y facilitando la actividad económica privada.
Nada de esto es posible si los municipios gastan más de 80 por ciento de sus presupuestos en pagar sueldos. Los municipios son los que reflejan la realidad estatal neuquina, más que el propio Estado provincial.
En este contexto, el gobierno de Jorge Sapag tiene todas las posibilidades para cerrar un año fundamentalmente positivo, en la medida que logre conjurar el embate sindical sin afectar más de lo debido las cuentas públicas.
Con un poco de suerte, esta semana puede anunciarse nuevos precios para el gas plus y el petróleo plus. Este lunes se abren los primeros sobres (ofertas técnicas) para Chihuido I, una obra que dará trabajo directo a 1.500 personas. Es posible que el Estado nacional la garantice, directamente desde el Tesoro nacional, para resolver la búsqueda de financiamiento en un momento muy difícil de la economía mundial. Las obras comenzadas por el gobierno anterior avanzan, y Neuquén podrá inaugurarlas en un momento del país que no se distinguirá precisamente por tales circunstancias.
Como siempre, no será el drama o la comedia, sino una conjunción de ambos géneros, lo que distinguirá el futuro inmediato.
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