Natalia Garrido: la primera mujer azuleña en hacer cumbre en el Aconcagua

Natalia Garrido: la primera mujer azuleña en hacer cumbre en el Aconcagua

La montañista nacida en Azul, y radicada en Tandil, trató de explicar con palabras las sensaciones que vivió en alcanzar la cima de la montaña más alta de América. La joven compartió este desafío junto a Claudio Rinaldi, Andrés Saladino, Juliana Arévalo, Alejandro Mon y Juan Carlos Mon.

 

Esta nota sobre una hazaña de montañistas de la zona que alcanzaron la cumbre del Aconcagua, el pico más alto de América, en enero de este año, entre ellos una joven azuleña de solo 27 años, Natalia Garrido, la teníamos prevista del mes anterior y a fuerza de ser sinceros admito que la venía postergando porque tenía temor de que me embargaran los recuerdos y afluyera en mi ya veterano corazón, la inmensa tristeza experimentada en 1990 tras un hecho doloroso que llevó a que los azuleños sufriéramos un rudo golpe cuando nos enteramos que allá, en el Glaciar de los Polacos, la más difícil de las rutas de ascenso ubicada sobre la pared Sur del coloso de piedra y nieve, había quedado para siempre un joven entusiasta del montañismo, José Eduardo “el Tanque” Tancredi Gómez.

Un deportista querido por todos, con una legión de amigos que lo recuerdan como “el mártir de la amistad”. Solo un chico de corazón noble como el suyo, pudo optar por quedarse junto a su amigo que agonizaba desoyendo el consejo de los rescatistas experimentados que habían escalado para auxiliarlos y que lo pusieron al tanto de la crítica situación que hacía imposible el traslado de su amigo Claudio Cavalini.

“El Tanque” hizo cumbre pero al regresar al campamento se halló con la cruda realidad y prefirió acompañar al amigo en su imaginario viaje junto a Dios, donde seguramente estará su alma en el altar de los elegidos.

Pero la vida continúa y el alma y el espíritu de los montañistas perdura

Por intermedio del amigo “Ruli” Molina, asiduo concurrente a los rectángulos de polo y amigo de muchos años de compartir canchas, tomamos contacto con una de las integrantes del grupo tandilero que en enero hizo cumbre en el Aconcagua, “señor de los Andes” al cual anualmente concurren unos siete mil montañistas procedentes de todo el mundo deseosos de “vencer” al coloso.

El primer contacto con Natalia Garrido “la primera azuleña en hacer cumbre en el Aconcagua” quien todavía mantenía la emoción de la hazaña que la tuvo como partícipe, aspecto que advertimos a través de su juvenil voz.

Nos dice que es netamente azuleña, nacida el 20 de octubre de 1988, hija del matrimonio que componen Carlos Garrido y Lilian Constantino en cuyo hogar también incursionan sus hermanos Paola, Grisel y Andrés.

Desde “la salita de 3” que desarrolló sus estudios en el Colegio San Cayetano hasta que estuvo en condiciones de pasar al terreno universitario, inscribiéndose en la carrera de Administración de Empresas y Fotografía que se dictan en la UNICEN donde en sus modernas instalaciones conoció a su pareja Fernando “el Pollo” Garmendia, conocido profesor de Educación Física y concesionario del llamado “Cerro de la Virgen” donde desarrollan “turismo educativo y familiar” con mucha aceptación entre los tandileros y los innumerables turistas que visitan la hermosa ciudad serrana. El “ Pollo” es también “Guía de Alta Montaña”, con toda la profesionalidad que el título conlleva, de ahí el “contagio” del montañismo con su compañera, la azuleña Natalia, a quien le pedimos que nos relate paso a paso la expedición que hizo cumbre en el cerro de 6.962 metros, el más alto de América.

Nos dice la azuleña Natalia Garrido

“Esta aventura surgió hace dos años cuando participé de una expedición a los Andes Catamarqueños junto al Guía de Alta Montaña, Fernando “Pollo” Garmendia, era mi primer experiencia en alta montaña, hasta el momento solo había llegado a la cumbre del Volcán Lanín (3776 metros) y otros cerros de 4000 metros o menos”.

“Luego de subir algunos cerros en Catamarca de 5000 metros, partimos hacia la provincia de Salta, donde ascendí el Nevado de Cachi, (6000 metros) obteniendo la cumbre. En ese instante pensé en la posibilidad de llegar al soñado “Techo de América”, que hasta ese momento había sido “impensado”.

“Lo hable con Garmendia quien me apoyó, motivó y me sumó a su expedición planificada en enero 2016. Llegó la fecha esperada y partimos hacia el Cordón del Plata –Mendoza- donde comenzó la primera parte de la expedición (aclimatación). Junto a mis cinco compañeros; Claudio Rinaldi, Andrés Saladino (de Buenos Aires), Juliana Arévalo, Alejandro Mon y Juan Carlos Mon (de Tandil) y el guía ya mencionado”.

“Allí estuvimos siete días ascendiendo distintos cerros, entre ellos, el Cerro Vallecitos (5500 metros) donde las ráfagas de viento de 80 kilómetros por horas no nos permitieron avanzar más del portezuelo (5200 metros)”.

“En ese lugar vimos por primera vez, desde lo alto, el Cerro Aconcagua, en el medio de la cordillera sobresaliendo mil metros del resto, generando mucha emoción y admiración, realmente lo que veía era gigante. Como corresponde utilizamos la “ruta normal” que incluye los controles y apoyos”.

“Durante tres noches dormimos a 4300 metros (Campamento Base el Salto) para aclimatarnos y continuar con nuestro objetivo”.

“El 14 de enero de 2016 ingresamos al Parque Provincial Aconcagua (Horcones). Previamente solicitamos los permisos necesarios, presentamos la documentación solicitada y despedimos a un compañero (Claudio), que solo realizó la primera parte de la expedición”.

“Comenzamos con la aproximación al primer Campamento llamado Confluencia (3300 metros) muy tranquilos disfrutando del paisaje, todo era increíble, colorido, bellísimo. Tardamos 3 horas en llegar desde Horcones y allí descansamos una noche. A la mañana siguiente luego de un contundente desayuno partimos hacia el segundo Campamento Base, Plaza de Mulas (4300 metros). Este recorrido sería más intenso. Teníamos entre 8 y 9 horas de caminata para llegar, bastante más largo que el día anterior, de todas maneras, íbamos relajados y siempre disfrutando cada paso. Cuando llegamos al campo base “Plaza de Mulas”, descubrí un mundo muy distinto al que había visto en otras montañas. La cantidad de personas era significativa, muchos domos de empresas que ofrecen sus servicios de comidas y catres, muchísimas mulas cargueras, porteadores, una galería de arte, gente de otros países, algunos felices, algunos cansados”.

“Sin dudarlo, y siguiendo las instrucciones de nuestro guía, nos detuvimos un día para descansar, en donde el contacto con los otros y la solidaridad, empezaron a ser los protagonistas, no nos importaba la nacionalidad. Solo era el intentar comunicarnos, saber qué día intentarían hacer cumbre, e informarles que día lo intentaríamos nosotros, qué contaban los que bajaban y transmitirle fuerza a los siguientes que subían”.

“Luego del día de descanso partimos hacia el primer campamento de altura denominado “Plaza Canadá” (4900 metros), armamos carpas y descansamos. Fue una jornada dura, solo quedábamos Andrés, Juliana, nuestro guía “el Pollo” y yo. Juan y Alejandro habían optado por quedarse en Plaza de Mulas”.

“Dos días en Plaza Canadá y era momento de seguir el ascenso hacia el próximo campamento llamado “Nido de Cóndores” (5400 metros). El paisaje ahí era alucinante, en realidad en toda la montaña, pero cuando llegamos al “Nido” fue, ¡WOW! como primera palabra de asombro. Nuevamente armado de carpas y a descansar”. “Empezábamos a sentir un poco más los efectos provocados por la altura, el cansancio. Algunos de los síntomas que sentí fueron dolor de cabeza, náuseas, cansancio, pero nada lo suficientemente significativo como para no motivarme a seguir subiendo”.

“Teníamos dudas acerca del tiempo meteorológico, sabíamos que la chance era solo una de poder llegar, y el día tenía que ser el indicado, no podíamos salir con viento o tormenta! Esa decisión estuvo a cargo del guía, sus años de experiencia sinceramente fueron imprescindibles”.

“En este campamento Juliana decidió quedarse, sintió que era suficiente lo vivido, las emociones y momentos compartidos. Así que Andrés, el Pollo y yo seguimos avanzando, solo nos quedaba un último campamento “Cólera” a 5900 metros y… ¡la cumbre!”

“Luego de 3 horas llegamos a “Cólera”, y nos encontramos con varias expediciones, que estaban al igual que nosotros, esperando el día que tanto habíamos soñado: el de hacer cumbre. Todos estábamos muy cansados, pero no dejábamos de pensar que solo faltaba un día, de intentar llegar, se respiraba “cumbre”, había ansiedad, emoción, se mezclaba todo”.

“Esa noche dormimos poco, la altura nos afectaba bastante, necesitábamos tomar líquido, mucho líquido, para sentirnos bien, un mínimo de… 6 litros de agua por día.

El 21 de enero de 2016, 3AM empezamos a desayunar. Solo té pudimos tomar, la sensación de náuseas y dolor de cabeza por la altura se sentía cada vez más”.

“A las 5 AM salimos de la carpa, listos para partir hacia la cumbre, campera, mitones de pluma, doble pantalón, polainas y crampones. Lo primero que vi cuando salí de la carpa fue la luna, era gigante y roja, pero rojísima, un cielo único, estrellas tan grandes que alumbraban la noche, mi linterna se prendía y se apagaba, pero no me asustaba, era una noche clara. Paso tras paso íbamos avanzando. Primer parada “piedras negras” 6000 metros, hidratamos y seguimos. Comenzaba a amanecer. Siguiente parada “Independencia” 6400 metros, nuevamente hidratamos, descansamos y nos pusimos crampones para comenzar lo que le llaman “la travesía”. Tercera parada “La Cueva”, 6700 metros, aquí ya el sol calentaba, el lugar era muy agradable para tomar el descanso y recobrar fuerzas. Estábamos cerca, pero a su vez muy lejos, nos sentíamos cada vez más lentos pero felices, empezábamos el tramo final “La Canaleta”, no era fácil lo que venía, nada lo había sido, pero esto menos”.

“La cuarta parada fue en el “Filo de Guanacos” 6900 metros, ahí vimos la cara sur del Aconcagua, ¡era hermosa…!. Ya se podían percibir y escuchar los festejos de la gente que llegaba a la cumbre, estaba tan cerca pero parecía interminable ese camino”.

“Quinta parada 14 horas, “CUMBRE”, y yo pensé:¡ primer mujer azuleña en llegar! Invasión de felicidad, emoción, lágrimas, paz, un encuentro de emociones que nos desbordaban el alma. Andrés me dio el primer abrazo, los aplausos de la gente que ya estaban ahí, la sensación de sentirte parte de un todo que es inmensamente inimaginable, lo que logra el ser, el alma, el cuerpo que obedece, pero en ese instante sentí que era mi alma la que tocaba el cielo, el día hermoso, pude ver la Cordillera de los Andes desde arriba, los cerros se veían “chicos”, era increíble”.

“Pudimos disfrutar una hora en la cumbre, relajarnos, reír, sacar fotos, todo era en cámara lenta, la altura nos afectaba a todos, pero eso no importaba: nos sentíamos bien, nos sentíamos felices”.

“Llegó el momento de empezar a bajar, el cansancio era cada vez mayor, hicimos varias paradas. En Independencia nos sacamos los crampones, ya no teníamos nieve en el camino, nuestro guía -el Pollo- nos seguía motivando, ayudando, no paraba un minuto de estar pendiente, sinceramente no lo hubiera logrado sin él y sin el apoyo de Juliana y Andrés, con quienes pasábamos horas riendo y riendo”.

“18 horas arribamos a la carpa en Cólera, nos hidratamos y quedamos dormidos. Al día siguiente desarmamos campamento y bajamos hasta “Plaza de Mulas”, con calor, muy, muy cargados, mucho peso en la espalda, mucho cansancio, pero pensando si lo que había pasado, era real o no, íbamos en silencio, seguíamos flotando en esa paz que solo te da la montaña”.

“Nuestros compañeros en Plaza de Mulas nos esperaban, y de ahí solo quedaban 7 horas de bajada y recordar esto siempre en mi corazón. Agradecí al “Cerro” que me permitiera ingresar, que me permitiera subir, que me brindara tan hermosa estadía y le pedí permiso para irme al igual que lo hice cuando ingresé, parece raro, pero el respeto con el espacio en el que estábamos fue muy importante. Maravillarnos con algo que es inexplicable, está buenísimo, paso a paso, disfrutando el aquí y ahora, pero con dedicación, con esfuerzo, con amor, siendo conscientes, sin traspasar límites, sin hacer ruido por donde caminamos”.

Como se podrá apreciar a través de su emocionado relato, Natalia solo tiene palabras de agradecimiento para aquellos que la iniciaron en esta práctica, incluida a la firma “Fernando Garmendia Altitud Expediciones” que integra su pareja y los amigos que la alentaron y la cuidaron, como así también sus familiares que a pesar de la angustia, la apoyaron porque saben que “esto” es lo que la apasiona y la incluye en una “elite” especial que la hace participar en los futuros planes del grupo donde figura nada más y nada menos que el “Kilimanjaro”, pico ubicado al NW de Tanzania y que incluye tres volcanes inactivos.

Nos quedamos a la espera de prontas noticias y le agradecemos el contacto periodístico y las fotografías que “certifican” que los azuleños tenemos el orgullo de contar con una coterránea en ser “la primer mujer que hizo cumbre en el Aconcagua”, sueño de muchos deportistas.

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