En la Catedral jujeña, la celebración estuvo a cargo del padre Manuel Alfaro y comenzó con una breve procesión que se hizo a pesar de la fina llovizna que cayó en el centro de la ciudad hasta el mediodía de ayer, partiendo desde la ex estación de trenes, siguiendo por Gorriti hasta San Martín, y que tomó por Sarmiento hasta el atrio catedralicio donde se bendijeron los ramos y continuó con la Santa Misa.

El presbítero explicó que el Domingo de Ramos es, de alguna manera, comenzar el momento de lo que es el camino del Vía Crucis, y por eso se cumplen esas promesas cuando el pueblo de Israel a la entrada de Jerusalén aclama a Jesús diciendo "Osana al hijo de David. Bendito el que viene en el nombre del Señor".

Indicó que estas exclamaciones y la elevación de los ramos, de alguna manera, “eleva” la dignidad de las personas, una vida muchas veces totalmente desdibujada de lo que significa el respeto, la unidad, el diálogo y el perdón. Dijo Alfaro que "hoy el Señor nos está pidiendo estos valores para poder vivir una buena Semana Santa. Lo que acabamos de escuchar, implica también de alguna manera la traición. Cristo es entregado porque es traicionado. Cuantas veces nosotros también con actitudes, gestos y palabras volvemos a reiterar el momento de la entrega, de la traición y de la pasión. Hoy el Señor comenzará un camino que significará como la propuesta de Dios, caminar en nuestra vida de fe. Semana Santa significa tratar de hacer la promesa frente a Dios y a la Iglesia, que se manifieste en la vida de todos los días: quiero seguirlo al Señor”.