Las Cuevas de Ceferino: entre el mito, la realidad y la fe

Las Cuevas de Ceferino: entre el mito, la realidad y la fe
El popular Ceferino Namuncurá, tan reconocido por su nombre como desconocidos son los méritos de santo. De él vamos a hablar en esta historia, pero no para discutir sobre su currículum religioso, sino para detallar un sitio geográfico de nuestra Olavarría que vale la pena visitar.

A veces los mitos y las creencias nacen en los lugares menos sospechados. Es como si se necesitara más de un Dios, algo así como adquirir un nuevo talismán que solucione los padecimientos, porque los anteriores no consiguieron mitigarlos de forma mágica.

¿De donde nace tanto fervor?... la verdad es que no se puede explicar. Tal vez porque es más fácil creer en un milagro que poner un poco de voluntad para mejorar personalmente. Quizá porque falta, salud, trabajo o…. las dos cosas, entonces hay que buscar otro milagrero en el banco de suplentes.

Así entre tantos problemas que agobian, es necesaria una solución rápida, que de tan rápida, no reconoce escalas para sancionar santificaciones y lo hace a diestra y siniestra. Sólo basta que alguien coloque un retrato, un ramo de flores, un nombre, una estampita o una cruz, para que venga detrás una legión de gente apurada para creer “en eso”.

Nadie se detiene a analizar el currículum del personaje en cuestión, ni nos preguntamos siquiera cual es el motivo que nos impulsa a tener tanta fe en una persona desconocida. ¡Para quéeee…! A ver si descubrimos que “no sirve” y sufrimos otra desilusión.

Pongamos como ejemplo a Ceferino Namuncurá. Aquel que a pesar de ser “indio” de tez cobriza, está pintado en las estampitas con rasgos suavizados, tez blanca e inclusive, los más generosos (por no decir racistas), le suministraron ojos azules.

Este popular Ceferino es tan reconocido por su nombre como desconocidos son los méritos de santo.

De él nos vamos a ocupar hoy, pero no para discutir sobre su pequeño currículum religioso, sino para detallar un sitio geográfico de nuestra Olavarría.

LAS CUEVAS DE CEFERINO

A mediados de la década del 60, del siglo pasado, un pequeño derrumbe dejo al descubierto una gran cueva rocosa a la vera de la antigua ruta 60.

Comienza el mito con la cruz e imagen de Ceferino.

El sitio, ubicado a 17 kilómetros del casco urbano de Olavarría, estaba situado en una lomada, a pocos metros del alambrado que delimitaba el campo que pertenecía por aquel entonces a doña Isabel Aramburu, en el cuartel IX, sobre el “Camino de los Chilenos”.

Alguien colocó allí una cruz con la imagen de Ceferino Namuncurá adherida y luego de la consabida nota en los diarios locales, prontamente el lugar se transformó en un santuario mucho más “elegante”, con adornos florales, ofrendas y toda clase de objetos.

LA LEYENDA

A pocos años del hallazgo, las conjeturas que se barajaban eran cuantiosas y en un altísimo porcentaje disparatadas. Los análisis por desconocimiento siempre transforman a los lugares en leyendas, porque solo están sustentados en afirmaciones sin base documental o histórica.

Así era un par de años después del hallazgo.

Así llegamos hasta el día de hoy con un relato que dice que Ceferino estuvo en esa cueva y por eso esta la imagen de él. Una cosa totalmente imposible, ya que Ceferino vivió solo 18 años, de los cuales 11 los pasó en la zona de Río Negro, siete enclaustrado en el colegio de Buenos Aires y el último en Italia. De esos siete años que vivió en Buenos Aires, cuatro fueron enfermo de tuberculosis, por lo que, alguien con los pulmones en malas condiciones, jamás se metería en una cueva húmeda.

Nos quedarían entonces los tres primeros años en Buenos Aires (12,13 y 14 años) y también es imposible, porque era un estudiante y por lo tanto no existían ni las estampitas ni otras imágenes de él, que recién aparecieron algunos años después de fallecido.

Resumiendo: Es, sin ningún tipo de dudas, una leyenda sin asidero.

La otra conjetura es que los “indios estuvieron ahí”.

Ese es otro imposible, ya que los “indios” no tenían útiles de labranza (léase palas y picos), no tenían necesidad de hacer una cueva porque carecían de motivos para esconderse. Si los hubiesen tenido, jamás hubiesen elegido ese lugar, por tratarse de un camino que temblaba constantemente al paso de grandes arreos hacia chile, por lo que el derrumbe de la cueva estaba casi asegurado

LA REALIDAD

Durante el siglo XIX, hubo solo dos grandes “carreteras” por donde transitar luego de cruzar el arroyo Tapalqué y ambas habían sido trazadas por los nativos. Una se convertiría lugo en la vieja ruta 226 que pasaba por Blanca Grande para llegar a Bolívar y la otra, el “Camino de los Chilenos” (ruta 60), mucho más ancha y paso obligado tanto para viajeros, como para llevar ganado a Chile.

Ceferino Namuncurá a los 11 años.

Cuando Estanislao Zeballos recorrió ese camino en 1879, los nativos ya habían sido expulsados de la zona hacía tres años.Este cronista comentaba que debido al duro transito que sufrió la carretera durante muchos años, tenía un desgaste que llegaba al metro de profundidad.

Este dato es más que importante para descartar la posibilidad de que esta caverna se haya crealizado antes de 1876, por estar a un par de metros del tembloroso “camino de los Chilenos”.

CONJETURA PERSONAL

Creo que esa excavación no es natural, sino que fue hecha por delincuentes. luego del alejamiento de los nativos en 1876. Bajo tierra podían escabullirse de la justicia y a la vez robar a los viajeros con facilidad.

Cueva de los Hnos. Barrientos por Gesué Noseda.

El lugar está justamente en una lomada y a la vera de uno de los dos únicos caminos que hubo por mucho tiempo. Seguramente fue hecha cuando el peligro de derrumbe por tránsito de hacienda ya no existía.

Hay algunos antecedentes de este tipo de escondites, pero tal vez el más conocido sea el de los hermanos Barrientos, en Lobería. Estos eran bandidos rurales que construyeron una cueva con entrada y salida sobre una lomada, que por su posición elevada era un mirador natural. Allí también escondían lo robado.

En coincidencia con las de Lobería, las “Cuevas de Ceferino" también tienen más de una entrada o salida. La posición estratégica que ocupa, hace pensar que, justamente, se trata de un escondite de ladrones, ya que desde la altura y a una larga distancia, podían ver a cualquier viajero o autoridad que se acercara por el “Camino de los Chilenos”.

CEFERINO NAMUNCURÁ

Ya tenemos ubicado el sitio, descartadas algunas hipótesis, reconocidos los lugares geográficos aledaños y un poco de antecedentes históricos. Solo nos queda realizar una pequeña biografía del personaje que le dio nombre a nuestro lugar místico: Ceferino Namuncurá.

Un rostro desconocido del nativo.

El libro de Bautismos de la parroquia de Patagones dice:

“Nº 127. Año 1888. En veinticuatro de diciembre del año del Señor de mil ochocientos ochenta y ocho, el Pbro. Domingo Milanesio en Misión a Río Negro, bautizó solemnemente, puso óleo y crisma a Ceferino Namuncurá, de sexo masculino, que nació el día veintiséis del mes de agosto del año 1886 en Chimpay, territorio del Río Negro, en la Nación Argentina, hijo del cacique D. Manuel Namuncurá, natural del país de la República Argentina, de Religión indio, domiciliado en Chimpay, y de doña Rosario Burgos, natural del país de la Nación Argentina, domiciliada en Chimpay, siendo sus padrinos José Rivero, natural de Buenos Aires, de treinta y ocho años de edad, domiciliado en Roca, y Carmen Burgos, natural de Mendoza, de treinta años, domiciliada en Río Negro, a quienes advirtió el parentesco espiritual con el ahijado y con sus padres, y la obligación de enseñarle la doctrina cristiana, y pos señal de verdad lo firmaron. El Cura de la Parroquia Ángel Piccono. Por el Padrino y Madrina, Presb. Domingo Milanesio”.

¡La obligación!!... ya había sido obligado a perder su nombre y bautizarse pero con eso no bastaba. El muchachito de “religión indio”, debía ser cristiano también a la fuerza.

EL NOMBRE REAL DE CEFERINO

Vale la pena detenerse para aclarar que el nombre de Ceferino le fue impuesto por el Cura Domingo Milanesio, al coincidir el día del bautismo con las efemérides del Papa romano Ceferino (199-217).

Aspecto de la cueva - santuario vista desde lo alto.

Hasta allí (1888), al futuro proyecto de santo se lo conocía entre los suyos con el nombre de “Morales”. Esto se debió a que su padrino pagano, tío y lenguaraz de la tribu, se llamaba Juan Morales Catricurá (Piedra Cortada).

A pesar de que la historia lo identifica como Ceferino, en su familia nunca se lo reconoció de esa manera, cosa que a él le preocupaba cuando estaba pupilo en el colegio Católico y así lo hace saber en algunos escritos.

Ceferino nace y vive en Chimpay hasta los cinco años, en medio de muchas carencias provocadas por los blancos. Sin materiales para la labranza y sin las semillas que cualquier colono europeo había recibido, pasan muchas dificultades.

Templete adornado en el interior de “la cueva”.

En 1891, la tribu se mueve hacia Neuquén. Allí se establece en San Ignacio, junto al Collón-Curá, en un predio de nueve leguas que le dio el Gobierno Central.

A los 11 años, viendo el estado de desnutrición de sus compañeros y la miseria que va diezmando a su gente, Ceferino le comenta a su padre que quiere estudiar para ser abogado y defender los derechos que el Huinca les quitó.

En mayo de 1897 viaja a Buenos Aires junto con su padre, quien obtiene una entrevista con Ministro de Guerra Luis María Campos, y le pide que ayude a su hijo. Este lo hace ingresar al taller Mecánico de la Armada que funciona en Tigre, como componente de la carpintería.

Pero esta tarea no era lo que Ceferino quería, por lo que luego de trabajar unas semanas, le plantea dicha inquietud a su padre.

Manuel Namuncurá se entrevista con Sáenz Peña. Este le propone inscribirlo en el Colegio de los Salesianos y el 20 de septiembre de 1897, Ceferino se incorpora al Colegio Pio IX, San Carlos, en el barrio de Almagro.

DISCREPANCIA HISTÓRICA

Don Eliseo Tello, que supo vivir junto a la tribu de Namuncurá en San Ignacio, comentaba que la familia nunca estuvo de acuerdo con la separación de Ceferino y que por tal motivo, la madre, Rosario Burgos, se mantuvo alejada por varios años.

El Beato en sus últimos días.

Y esto probablemente sea lo real. A la Iglesia sólo le interesaba tener a Ceferino bajo su tutela porque para ellos era un símbolo de poder. Que el hijo y nieto de los mayores jefes pampeanos se transformara al catolicismo “por propia voluntad” (en realidad quería ser abogado), era lo que habían esperado siempre.

OCHO MESES EN ITALIA Y MUERTE

A los 15 años Ceferino contrae tuberculosis, Monseñor Cagliero lo lleva al Colegio San Fernando de Sales en Viedma “para que respire aire puro”. Allí los familiares quieren recuperarlo, una pretensión que la iglesia no está dispuesta a satisfacer. Es entonces cuando Cagliero se juega todas las fichas y convence a Ceferino para que viaje con él a Italia, afirmando que allí podrá curarse y terminar sus estudios de sacerdote.

El 19 de julio de 1904 parten hacia Italia y ese día queda bien claro que el bienestar de Ceferino no es lo importante, porque estando con su salud deteriorada, debe cargar con los pesados equipajes de Monseñor Cagliero y los demás curas que lo acompañan.

El clásico Ceferino blanco de la estampita.

En Italia es causa de gran alboroto y todos quieren conocerlo. Tiene una audiencia privada con el Papa Pío X, quién lo bendice y le regala una medallita. Al poco tiempo sus problemas de salud se agudizan y el 28 de marzo de 1905 lo internan en el hospital “Fatte Benne Fratelli”, donde fallece el 11 de mayo de tuberculosis.

En 1924, sus restos son repatriados y llevados al Fortín Mercedes, a orillas del Río Colorado.

El 22 de julio de 1972 fue declarado Venerable por el Papa Pablo VI y el 6 de julio de 2007, Benedicto XVI aprueba el milagro que se le atribuía y lo convierte en Beato. O sea que, le falta solo un escalón para ser santificado.

Como vemos, desde el razonamiento puro, es imposible encontrar un punto basal para creer que Ceferino haya sido una persona especial que gestara milagros. Tal vez el único milagro sea que tanta gente lo crea un santo sin saber siquiera como vivió.

En fin…yo solo hablo de historia. Si a alguien le hace bien creer en él, no voy a ser quien le quite el bastón que le sostiene alma.

Sitio señalizado de “Las Cuevas de Ceferino”.

Personalmente, creo que Ceferino fue un niño prácticamente prisionero de la iglesia católica, la cual lo usó como estandarte de triunfo sobre la religión de los más indómitos. En él convergían las figuras de su abuelo (Calfucurá) y de su padre (Namuncurá).

Simbólicamente, fue el trofeo perfecto. En la práctica, un ser humano común que quiso ser abogado y lo empujaron a ser Cura.

¿Las cuevas de Ceferino?....hay que visitarlas porque son nuestras, mirarlas bien, y que cada uno, con los datos en la mano, saque sus propias conclusiones, que no tienen por qué ser las mías.

Comentá la nota