Condenaron a siete años de cárcel a quien manejaba la cocina de cocaína que explotó en Concordia

Condenaron a siete años de cárcel a quien manejaba la cocina de cocaína que explotó en Concordia
El Tribunal Oral Federal condenó a Rafael Benítez a siete años de prisión, le impuso una multa de $6.000 y ordenó su inmediata detención. Absolvieron por el beneficio de la duda al otro imputado quien despidió con un abrazo al condenado.
La explosión de una casa, un domingo a la madrugada, expuso el funcionamiento de una organización dedicada a la fabricación de cocaína en Concordia. Fue una casualidad, aunque la Gendarmería ya tenía a la banda en la mira. Ocurrió el 27 de marzo de 2011 y le costó la vida a Elizabeth Tamay, una joven de 20 años que murió cuatro días después, en el Hospital Masvernat, como consecuencia de las graves quemaduras que le produjo el estallido por la combustión de los químicos que se utilizan para producir cocaína y el calor de un cigarrillo que estaba fumando.

Ayer, tres años después, el Tribunal Oral Federal condenó a Rafael Salvador Benítez a siete años de prisión, le impuso el pago de una multa de $6.000 y ordenó su inmediata detención, primero en la cárcel de Paraná, donde pasó la noche, y luego en la unidad penal de Concordia, adonde sería trasladado en las primeras horas de hoy. Los jueces, en cambio, absolvieron por el beneficio de la duda a Carlos Gabriel Olmos, quien despidió con un abrazo al condenado, en plena sala, a la vista de los jueces.

Chupete Benítez, un falso peón rural de 50 años, fue considerado el líder de una organización dedicada a la fabricación de cocaína en un laboratorio clandestino que funcionaba en una casa en pleno centro de Concordia. El tribunal hizo lugar al planteo del fiscal José Ignacio Candioti y condenó a Benítez por el delito de fabricación de estupefacientes, es decir, el proceso en el cual se mezclan los precursores químicos con la pasta base y del cual se obtiene la cocaína.

En su alegato, Candioti señaló a Benítez como quien “tenía control y dominio sobre la casa” donde se produjo la explosión –en rigor el término técnico es “deflagración”– y en la que funcionaba una cocina de cocaína; y aseguró que “todas las premisas sobre las cuales Benítez sustentó su defensa, quedaron desmentidas”.

La explosión. El 27 de marzo de 2011, entre las 3 y las 4 de la madrugada, se produjo una estruendosa explosión en una antigua casona ubicada en la esquina de Las Heras y Laprida, en pleno centro de Concordia. Como consecuencia de ello, resultó gravemente herida Elizabeth Tamay, que vivía en esa casa y falleció tres días después en el Hospital Masvernat.

Los investigadores llegaron varias horas después y se encontraron con un escenario asombroso: el estallido había derrumbado una pared de 15 centímetros de espesor, provocando daños en las cañerías; una de las habitaciones estaba cubierta de un polvo blanco, los muebles estaban carbonizados y había varias prendas chamuscadas.

Tal había sido el impacto de lo ocurrido que había restos de cocaína esparcida por casi toda la casa, en los pisos, en el techo, en las paredes y hasta en la vereda.

Tras el estallido, Eli Tamay fue trasladada al Masvernat por otras dos mujeres, en una camioneta blanca. Enfermeros y personal de guardia ratificaron que la joven llegó “caminando por sus propios medios”, que estaba “sin ropa, envuelta en una sábana” y alcanzó a decir su nombre.

La investigación comenzó a orientarse unas horas después. Los testigos que recibieron a la joven en el hospital dijeron que en las primeras horas del día aparecieron dos hombres preguntando por el estado de salud de Tamay. La voz cantante la llevaba uno de ellos, que se identificó como Alejandro Quiroga, aunque era en realidad Benítez, quien no pudo explicar cómo se había enterado de que estaba internada y se fue.

Ayer, el fiscal Candioti aseguró que cuando “nadie sabía lo que estaba pasando, Benítez sí sabía”. En esa línea, destacó que “todas las premisas sobre las cuales sustentó Benítez los argumentos de su defensa han sido desmentidas”.

Lo cierto es que el mismo policía que había sido blanco de las consultas los siguió, alcanzó a ver que se iban en un automóvil Renault Clío gris, tomó nota de la patente y dio el alerta. Con esa información, los investigadores comenzaron la búsqueda y encontraron a Benítez a bordo del mismo auto frente a la casa de Olmos. Cuando lo detuvieron llevaba dos envoltorios con dinero, en uno había u$s 7.100 y en el otro, $2.472. Un perro adiestrado detectó lo que se llaman restos muertos de drogas en el vehículo, lo que indicaba que en ese vehículo se había transportado cocaína.

En cuanto a Olmos, a quien el fiscal sindicó como el proveedor de la acetona, el químico con el cual se transforma la pasta base en clorhidrato de cocaína, el tribunal tuvo en cuenta los argumentos del defensor oficial. Mario Franchi afirmó que “la conducta que se le atribuyó está carente absolutamente de pruebas”, que “la acusación se construyó en base a hipótesis” y que “no hay indicios ni fundamentos que sostengan que (Olmos) sabía lo que estaba pasando.

Una satisfacción

“Esto me demuestra que se puede confiar en la Justicia”. Ésa es la primera reflexión que le surgió a Horacio Tamay, el padre de Elizabeth, la joven de 20 años que falleció tras la explosión de la casa en la que funcionaba la cocina de cocaína. Ya en su declaración ante el tribunal, Tamay había increpado a Benítez, señalándolo como responsable de la muerte de su hija. Ayer, tras la sentencia, dijo estar “satisfecho” por la condena impuesta a Benítez. “Creo que si esto que le pasó a mi hija sirve para algo, es para que esta persona no le siga arruinando la vida a un montón de familias y un montón de chicos con sus fechorías. Entonces, desde ese lugar, me siento conforme”, aseveró el hombre en diálogo con El Diario. En ese sentido, lamentó que Olmos fuera absuelto, aunque prefirió esperar a conocer los fundamentos del tribunal para esgrimir una opinión al respecto.

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