La banquina que se evapora

Desde que se convirtieron en un objeto preciado para la reformulación de permisos de pesca y así poder acceder al langostino, cada vez quedan menos lanchas amarillas flotando en la banquina chica del puerto marplatense.

Las fotos donde aparecen flotando en la banquina chica del puerto integran cualquier catálogo promocional de Mar del Plata. Son un estallido de color naranja combinado con aguas verdosas y un cielo despejado con un sol que las patina de un brillo de prosperidad y pujanza.

El símbolo pesquero de la principal ciudad turística de la Argentina cobra colores sepias desde hace algunos años. La postal turística ha perdido brillo y cada vez son menos las embarcaciones que animan el sector de la pesca artesanal.

El fenómeno comenzó en la década pasada, cuando los proyectos de reconversión que impulsaba Luis Ignoto desde la Sociedad de Patrones Pescadores se quedaron en los discursos de apertura de la Fiesta Nacional de los Pescadores y las buenas intenciones de los políticos de turno.

Y se aceleró en los últimos tres años cuando las viejas embarcaciones de madera de pronto despertaron el interés de armadores más grandes. En realidad no las lanchas sino los permisos de pesca irrestrictos para poder pescar langostino, o “especies no sometidas al régimen de cuotas”, el eufemismo que utiliza la administración para seguir sumando esfuerzo pesquero sin un adecuado plan de manejo.

A fines del siglo pasado se contaban más de 80 lanchas “de rada o ría descubiertas”, de menos de 13 metros de eslora, como dice el permiso de pesca nacional y la estratificación de flota que determina la Prefectura Naval Argentina.

Siempre Sara Madre, Tte. Cnel. Romeo Aralde, Mi lucha, La Pascuala, Nueva Angela Madre, Nueva Nuncia Conti, La Julia, Don Nino, San Juan José, Siempre Graciosa, Cristo Rey, Nueva Augusta, Siempre María Madre, Due Fratelli, Siempre Libertad, Alba II y Príncipe Azul. Solo 17 embarcaciones para mantener vivo el recuerdo del origen de la pesca nacional, las cuales tratan de sobrevivir por mandato familiar, porque se resisten a la venta, o porque todavía no acordaron un precio para transferir el permiso y sacarlas del agua.

La lista la confeccionó el propio Luis Ignoto y la convalidó Ruber Burkaard, gerente de Coomarpes, ante el pedido de REVISTA PUERTO. Hay otras tres: Traversoni, Ceferino Namuncurá y Dos hermanas, que por ahora siguen flotando pero están inactivas por distintas cuestiones, cuenta el directivo de la cooperativa.

La flota artesanal ha sido declarada en Emergencia Pesquera por falta de recursos disponibles para ser capturados por nuestras artes de pesca pero no ayudó en mucho. “Solo podemos ausentarnos 24 horas del puerto y tenemos un radio de acción de 15 millas. Así nos condenan a desaparecer”, aseguró Ignoto.

Las lanchas que todavía salen a pescar, en este primer semestre, capturaron cornalito, pescadilla, besugo y lenguado entre las principales especies, siempre esperando que haya buen tiempo para abandonar el puerto.

Este invierno no habrá corvina desde el Río Salado, según reconoció el propio Burkaard, y aguardarán expectantes poder capturar anchoíta y magrú en la primavera.

“Creemos merecer una reinvindicación, no una desaparición”, dice Luis Ignoto, ahora convertido en funcionario municipal como Delegado del distrito Vieja Usina del Puerto.

Hasta el 28 de junio el sector de rada/ría declaró descargas por casi 2500 toneladas, aunque de ese total, 1600 toneladas corresponden a las embarcaciones de rada con cubierta corrida, las hermanas mayores de las lanchas.

En todo el año pasado alcanzaron las 8 mil toneladas a partir de mejor financiamiento para poder comercializar la caballa, factor que permitió prolongar un par de semanas más la temporada y ampliar las capturas.

Si alguien hubiese registrado en un video corrido como se fue vaciando la banquina chica sería algo muy parecido a una partida de damas pero sobre aguas ondulantes. Piezas que se mueven y de pronto salen del tablero.

Las últimas en abandonar el escenario fueron las Don Pablo Pennisi, Regina Madre y Antártida. Fueron incluidas en una reformulación que devino en la incorporación de un nuevo buque pesquero, el Don Orione Santo, con una autorización de captura de 1040 toneladas de especies no sometidas al régimen de cuotas, léase langostino.

Qué pasó con las lanchas que faltan de la postal. Algunas se fueron al sur, como la O Surrento o la San Camilo, a pescar langostino desde el puerto de Rawson. Otras migraron más cerca, a la rada de Bahía Blanca, para estar a tiro del camarón.

A metros del muelle sur de la banquina asoma un espacio que acumula objetos diversos, desde cascos de madera a fragmentos, vestigios de lo que alguna vez fue y ya no es. Casi todo luce corroído y abandonado. Es la muerte misma. Símbolos de un sistema que excluye la pesca artesanal, que descarta lo que ya no sirve o ni tiene valor.

No hay proyectos para intentar cambiar un destino que parece anunciado para  las lanchas que todavía flotan. Se mantendrán hasta donde resistan, o hasta que una jugosa oferta las saque del agua hacia el cementerio de la plaza seca.

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