Baja la edad de las víctimas y los cuadros son más graves

El flagelo de la droga Son datos del Hospital Fernández, donde ya se atienden 5 casos por día. La mayoría tiene entre 16 y 20 años.

A principios de este año, el actor Philip Seymour Hoffman murió solo, en su departamento de Nueva York, por una sobredosis de heroína, cocaína, ansiolíticos y anfetaminas. Unos años antes, Michael Jackson también había muerto por una sobredosis: en su caso, de anéstesicos con sedantes. En nuestro país, la modelo Jazmín de Grazia también habría muerto de sobredosis pero de una manera indirecta: la encontraron ahogada en su bañera y en su departamento había –según información judicial– un plato con restos de cocaína y Rivotril. Conocemos la palabra sobredosis por las muertes de rockeros, famosos y modelos pero ese recorte no alcanza para definir el perfil de lo que ocurre en nuestro país: hoy, la mayor parte de las sobredosis se producen en adolescentes y por consumo de drogas cada vez más potentes.

“A mediados de los años 90, las sobredosis aparecían entre los 31 y los 35 años pero hoy la edad bajó drásticamente: la mayor parte de los que llegan a la guardia de los hospitales por esto tienen entre 16 y 20 años. Y no son sólo varones: la cantidad de chicas en esta franja ya es casi igual a la de varones”, compara Carlos Damin, jefe de toxicología del Hospital Fernández y director de FundarTox. “Pero no sólo bajó la edad sino que los cuadros se han agravado mucho: ahora consumen drogas más potentes, como ‘La Bomba’ o el Cristal, y llegan a la guardia con alteraciones psiquiátricas, agitaciones psicomotrices e incluso con convulsiones”, sigue.

Los casos de sobredosis en la Ciudad de Buenos Aires no son aislados: según las últimas estadísticas del Hospital Fernández, en 2013 atendieron de urgencia 5 casos de sobredosis por día. Y no se trata de casos marginales: por la zona en la que está el hospital, los fines de semana reciben a todos los intoxicados en los boliches de Palermo. A ese número, además, hay que sumarle dos variables: los intoxicados que llegan a otros 12 hospitales de la Ciudad preparados para atenderlos (de los que no hay estadísticas oficiales) y quienes llegan a cualquier guardia “dados vuelta” pero tras un accidente de tránsito o atropellados: quedan registrados como un ingresos por politraumatismos, no por sobredosis. Lo que pasó la semana pasada con el hombre que atropelló a dos hermanitos en la puerta del colegio de Paraná –y mató a uno, de 6 años– es un ejemplo: iba a 130 kilómetros por hora y había mezclado cocaína y alcohol.

“Por un lado, hay drogas o combinaciones nuevas cada vez más agresivas. ‘La Bomba’ es un ejemplo: envuelven las anfetaminas en resina de marihuana y arman una especie de caramelo, de ahí el nombre de ‘bomba’: tanto el envoltorio como su contenido tienen drogas activas. El problema es que las anfetaminas anestesian la boca y cuando tienen convulsiones se cortan tanto que llegan a la guardia con la lengua colgando”, sigue Mónica Nápoli, toxicóloga del Hospital Santojanni. Y sigue: “Llegan chicos incluso de primaria. Si reciben un tratamiento adecuado y a tiempo salen pero algunos, después de una sobredosis así, pueden morir o quedar con secuelas neurológicas y cardiológicas. Una sobredosis de cocaína, por ejemplo, puede causar un ACV”.

En Estados Unidos, la heroína suele tener un rol fundamental en las muertes por sobredosis. “Acá, como no hay heroína, las sobredosis son diferentes: las muertes se producen por alto consumo de cocaína o por mezcla de éxtasis con alcohol. Acá, mueren más por la mezcla de sustancias que por la potencia de cada una”, agrega Damin.

Esto último es lo que se cree que mezclaron los dos jóvenes que murieron en febrero del año pasado, después de ir a la fiesta electrónica Ultra, en Costanera Norte.

El éxtasis, entonces, sigue siendo la estrella del consumo, pero existen más de 20 tipos de anfetaminas. “Entre las más potentes que vemos ahora están el éxtasis, el GHB (éxtasis líquido), el Cristal, y las mezclas de LSD (ácido lisérgico) con anfetaminas. Este último es un compuesto que produce mayor efecto y por lo tanto, mayor intoxicación”, sigue Nápoli.

Pero en la radiografía de una sobredosis no todo es “drogas de diseño”: “Lo que más nos preocupa sigue siendo el consumo de alcohol y lo naturalizado que está. Los adolescentes lo ingieren incluso por vía ocular (se ponen una gota en el ojo) e inhalatoria: calientan el alcohol e inhalan el vapor, por lo que los cuadros respiratorios son mucho más complicados”, agrega Martha Braschi, toxicóloga del Fernández y del Hospital Gutiérrez.

Las estadísticas lo muestran: el 53% de las sobredosis que atendieron en 2013 fue por exceso de alcohol, muchas veces mezclado con cualquier otra cosa, como remedios. No es, tampoco, algo extraño: la autopsia de Amy Winehouse no encontró drogas en su cuerpo sino una tremenda cantidad de alcohol.

“Más que el estado en el que los pacientes llegan a la guardia, me sigue sorprendiendo que los padres no reaccionen –concluye Nápoli–. Cuando logramos sacarlos de ese estado y llamamos a las familias nos dicen que no pueden venir a buscarlos: que están en una reunión de trabajo, ocupados, que los enviemos en un remis que ellos lo pagan. Es increíble lo que tienen que hacer estos chicos para llamar la atención de sus padres: a veces tanto que hasta les lleva la vida”.

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