Cerró la fiesta platense con un show multitudinario
Dargelos salió a escena puntual: a las cinco de la tarde, tal como estaba previsto por los organizadores de la Municipalidad. Para esta ocasión, el músico -que suele sorprender por sus gustos exóticos- eligió un vestuario sobrio de remera y chaleco color crema bien ajustados, chupines negros elastizados y botas cortas. Sobre el final, ya en el turno de los “bises”, había refrescado, y se cubrió con un saco gris para despacharse con los temas de la despedida. No bien se presentó ante el público comenzó a desgranar los más grandes éxitos de la banda y la enorme masa humana acompañó el show saltando al ritmo de cada una de las contagiosas canciones.
Para los platenses, Babasónicos ya es un invitado frecuente. El grupo, que irrumpió en los espacios de difusión musical y en los estadios porteños hace veinte años, casi de golpe, después de una larga trayectoria en ámbitos “under”, ha actuado en Plaza Moreno varias veces y, se sabe, tiene un gran número de seguidores en nuestra ciudad.
Por su larga trayectoria, además, no sólo recibe el aplauso de los más jóvenes. La banda es una de las alternativas musicales cuya producción entusiasma también a los más grandes y esa amalgama de edades volvió a reflejarse en el festejo por la Primavera.
Un poco de todo
El recital recorrió el repertorio más viejo y el menos conocido pero también pegadizo de los últimos trabajos discográficos de Babasónicos. “Y qué?”, “Yegua”, “Pendejo”, “Putita” y “Muñeca de Haití” despertaron el fervor de los jóvenes, que también siguieron con atención la nueva factura del álbum “Carolo” y creaciones de su antecesor, “A propósito”.
Cuando se cumplió la hora exacta del inicio del espectáculo el grupo saludó y se retiró, pero la ausencia duró poco porque el pedido de “otra” al unísono empujó a la banda de nuevo al escenario. Ahí fue que Babasónicos le dio el gusto a su público y el bajista Tuta Torres arrancó con “Microdancing”, seguido de inmediato por Dargelos, que brindó sus acostumbradas muestras de bailarín psicodélico y hasta utilizó un parante de la estructura para imitar, con retorcidos firuletes, un baile “del caño”.
Como broche de oro de una propuesta por demás festiva, la formación cantó “Seis vírgenes descalzas” y otra vez se levantaron las manos y las voces de la multitud. Finalizó el hit y aunque también los chicos pidieron por más, eran las seis y veinte de la tarde, y el show había terminado
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