Advierten del avance de la desertificación en Mendoza

  Advierten del avance de la desertificación en Mendoza
Todo el territorio seco está en esas condiciones. Llovió 20% menos en el desierto lavallino.

Pese a que los oasis representan sólo el 3% del total del territorio, la realidad de las zonas desérticas se percibe como una situación un tanto lejana para quienes habitan el Gran Mendoza y el resto de las ciudades más importantes de la provincia.

Sin embargo, se debe encender una señal de alarma porque el resto de las tierras de la provincia, es decir, 97% del territorio, se encuentra actualmente con algún grado de desertificación y la subsistencia de las poblaciones que habitan estos lugares corre severo peligro.

La acción del hombre es responsable de estos procesos, y a eso se agrega, en los últimos años, una gran baja en el nivel de precipitaciones. "El año pasado llovió 20% menos que la media en el desierto lavallino y en la sede local del Conicet aseguraron que la situación es similar en el resto de los departamentos. El valor promedio en estos parajes es de 100 milímetros al año, pero en 2009 cayeron sólo 80", explicó Darío Soria, responsable de información y documentación del Instituto Argentino de Investigación de las Zonas Áridas (Iadiza), una de las áreas del Conicet Mendoza.

Sin embargo, "estos procesos son cíclicos, y si podemos asegurar algo, es que el ecosistema por sí solo es capaz de adaptarse a estas situaciones", indicó Elena Abraham, directora del Iadiza.

El mayor deterioro, entonces, está causado por la alteración que la mano del hombre ejerce sobre esos ámbitos naturales, desarticulando sus mecanismos naturales de adaptación a las contingencias climáticas.

Son varias las causas que han hecho del territorio mendocino un lugar ganado por el desierto casi en su totalidad. "La primera es el mal uso del agua artificial y subterránea", dijo Abraham, pues señaló que "en la actualidad los ríos llegan al desierto sin una gota del caudal con el que se originan. Todo se consume en los oasis, pero de una forma excesiva y poco sostenible", aclaró la experta.

En la ciudad, el promedio de consumo por habitante es –según información de Oikos– de 500 litros por día por persona, poco más del doble que lo óptimo.

Otro de los motivos de la desertificación es la deforestación de los bosques de algarrobos que se produjo desde fines del siglo XIX, de la que el secano mendocino se recupera a pasos muy lentos. Con la llegada del ferrocarril y el nacimiento de la actividad vitivinícola se taló todo, aseguró Abraham. Los vestigios de este árbol pueden verse en las fincas en forma de postes, mientras las reservas naturales vislumbran un renacimiento forestal de esta especie en un bosque todavía incipiente.

Un tercer factor muy importante es el sobrepastoreo, es decir, la presencia de mayor cantidad de ganado de la que el suelo puede soportar, ya que sus condiciones climáticas no le permiten producir alimentos para todos los animales. "Tenemos que adaptar el número de cabezas bovinas en el centro de la provincia, o caprinas, en el sur y norte, a nuestras tierras, que son muy secas", aseveraron en el Iadiza.

En la reserva de la biosfera Ñacuñán, este instituto tiene una estación experimental que desde hace 25 años genera sistemas de pastoreo para una utilización racional y sustentable de los recursos. "La técnica y la tecnología de la que disponemos aún se utiliza muy poco en el resto de la provincia", afirmó Abraham, que destacó que la sojización de la zona pampeana plantea la posibilidad de una diversificación productiva en Mendoza que puede estar orientada a la actividad ganadera.

Finalmente, el último de los factores que propician la desertificación es el de la degradación del ambiente por el avance urbano no controlado, que a su vez genera severos problemas a los pobladores de estos lugares, como en el caso de los barrios que se han asentado en el piedemonte. "Hay viviendas en cauces que deberían haber mantenido su flora original. Esta actúa como una esponja durante las fuertes lluvias de verano e impide que todo el agua llegue al bajo", explicó al respecto Abraham.

Además, donde debería estar el obstáculo para el agua hay casas, según aseguró la especialista. Así, "la mayor parte del agua descargada en las tormentas llega a la ciudad. No hay muy buen alcantarillado y los canales, como el Cacique Guaymallén, están saturados", dijo la experta.

El peligro es latente porque la mayor parte de las lluvias se concentra en verano, y en una fuerte tormenta de febrero puede caer hasta la mitad del promedio anual.

La buena noticia ante este difícil panorama es la sanción de la ley de Uso del Suelo, que permitirá, si se aplica correctamente, ir revirtiendo estos procesos. "Podrá resolver los problemas coyunturales", opinó la titular del Iadiza. Claro que es necesario que haya un estricto cumplimiento de la ley, como la del piedemonte, una norma que establecía un plan de manejo sustentable que nunca se cumplió.

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