Los "viudos" del 9-A: vencidos que buscan un destino (y cargo)

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Fueron intendentes, diputados, senadores o ministros. O fueron todo eso. Cargan, como pieles, pertenencias y mutaciones políticas. Y arrastran cicatrices de elecciones ganadas y perdidas. Radicales, peronistas o trotskistas los espera, algunos con más de 70 años otros con menos de 50, un desafío: quedarse sin cargo político.

Son los "viudos" de las PASO, dirigentes que apostaron a una candidatura, perdieron y quedan fuera de las boletas. El peronista José Manuel de la Sota, el radical Ernesto Sanz, los bonaerenses Julián Domínguez Fernando Espinoza y, entre otros, el trotskista criollo Jorge Altamira integran ese colectivo que, por el sistema de las primarias, no pueden una vez vencidos anotarse para otro cargo.

El tiro de gracia es que la legislación prohíbe, en parte, la doble postulación que en otros tiempos salvó a muchos porque les permitía ser, al mismo tiempo, candidato a gobernador y a intendente. Un caso entre tantos: Luis Patti. Algunos, como los candidatos del FIT Néstor Pitrola Christian "Chipi" Castillo, encontraron un atajo: se anotaron a gobernador y, a la vez, a diputado nacional, amparados en que se trata de dos jurisdicciones distintas.

Los espacios competitivos no son tan flexibles ni piadosos: Sanz, De la Sota y Domínguez, fallidos candidatos a presidente y a gobernador bonaerense, perdieron el 9 de agosto y se enfrentarán desde diciembre a una realidad atípica: Sanz ocupa, ininterrumpidamente, cargos electivos hace 22 años, desde 1993; Domínguez desde 1995; y De la Sota, el de currículum más frondoso, fue electo diputado en 1985, hace 30 años, y desde entonces, casi sin interrupciones, fue legislador o gobernador. Espinoza deja de ser alcalde de La Matanza luego de ocupar ese cargo durante 10 años y tras ser, durante los anteriores seis años, concejal. Altamira, candidato serial a presidente, protagonizó la sorpresa negativa de la elección al caer con Nicolás del Caño, y aunque no tiene cargo ejecutivo, quizá lo espere una tensión partidaria. Veamos:

Tras una patriada en UNA, interna contra Sergio Massa en la que carecía de chances, De la Sota cierra en diciembre un ciclo: a fin de año cumplirá 67 años y completará el que, dijo, será su tercer y último mandato como gobernador de Córdoba. La semana pasada, en la espuma por su buena elección, jugueteó con insistir, en 2019, con la aventura presidencial. A su lado deslizan dos conceptos: por una parte, que, como ocurrió entre 2007 y 2011, cuando el gobernador fue Juan Schiaretti -que heredará su cargo en diciembre próximo-, De la Sota no entorpecerá ni opinará sobre la gestión; por otra, que, quizá, quiera ser candidato a diputado nacional por su provincia en 2017. Aquella hipótesis es todavía peregrina. A De la Sota lo abruma el presente. Fue, entre los perdedores del 9-A, el actor que quedó parado con más entidad porque fue quien salvó el pellejo a Massa al aportarle el 6,5% esencial para quebrar la frontera del 20% y quien retiene un capital deseado por todos los presidenciables: los casi 700 mil votos que sacó en Córdoba, como parte del 1,4 millón que juntó a nivel nacional. Si Massa revirtiera las tendencias y llegara a la presidencia, De la Sota tendría un lugar en su gabinete. Pero esa no es, aquí y ahora, la opción más probable. ¿Puede, De la Sota, ser funcionario de otro presidente? Oscar Aguad, en medio de la campaña por la gobernación mediterránea, afirmó que el "Gallego" tenía un acuerdo con Scioli para ser su ministro. El bonaerense tuvo y tendrá diálogo con él.

•Cuando De la Sota entregue el bastón de gobernador, Sanz se despojará de dos títulos: el de senador nacional por Mendoza y el de presidente del Comité Nacional de la UCR, para el que fue elegido en diciembre de 2013 y que vence a fin de año. Una secuencia que arrancó en 1993 cuando fue electo senador provincial y continuó en 1999 cuando juró como intendente de San Rafael y en 2003 cuando fue electo senador nacional, cargo que renovó en 2009. Encaró, desde 2013, un período expansivo: ganó la pulseada interna del radicalismo en la Convención de Gualeguaychú para avanzar en un pacto con Macri y logró, según su propia ecuación, una buena cosecha de cargos para la UCR, aunque, individualmente, su elección en las PASO fue mala: sacó el 11,5% en la interna de Cambiemos, lo que equivale al 3,4% del cuadro general, casi en los niveles del 2,4% de Leopoldo Moreau en 2003, resultado que todavía persigue al "Marciano" como una mácula. Sanz rechazó, hace meses, la propuesta de Macri para que sea su candidato a vice, pero si el porteño gana, el mendocino tendrá un lugar en su gabinete. De ese resultado dependerá, también, la posibilidad de jugar o no por su reelección al frente del partido: si Cambiemos, frente que impulsó, resulta exitoso, podría tratar de seguir con la jefatura de la UCR. Si Macri no gana, es probable que sectores internos quieran pasarle la factura por ese acuerdo perdidoso.

Aunque tuvo cargos ejecutivos antes, en el Instituto Nacional de la Juventud en tiempos de Carlos Menem, el raid electoral de Domínguez arrancó en 1995, cuando ganó la intendencia de Chacabuco, luego fue diputado provincial en 1999, renovó en 2003 y en 2007 -en medio dejó dos veces su banca para ser ministro de Ruckauf, primero, y luego de Cristina de Kirchner- hasta que encabezó la lista bonaerense para el Congreso nacional en 2011. Al de Chacabuco, tan protocolar y correcto que sus amigos le dicen "el canciller", se le terminan en diciembre sus dos décadas de cargos electivos. Le prometió a Aníbal Fernández, su verdugo, y a Daniel Scioli que jugará al triunfo del FpV, pero su relación con el jefe de Gabinete quedó resentida y en el PJ ven complicado que, si corona como gobernador, el quilmeño le ceda un lugar relevante. Por eso, los dominguistas apuestan a que sea Scioli, si llega a presidente, quien lo contenga y le dé un rol en su gabinete.

•El matancero Espinoza, con 46 años, deja a Verónica Magario en la intendencia, lo que, supone, le permitirá mantener cierto control de la estructura municipal. Pero, sobre todo, el compañero de fórmula de Domínguez retiene la jefatura del PJ bonaerense, cargo que asumió en 2013 y en el que tiene mandato hasta 2017. De buena relación con Scioli, Espinoza se tiroteó feo con Fernández en la interna del FpV, pero firmaron la paz y podría formar parte del esquema anibalista, a la vez que confía que Scioli, llegado el caso, lo considerará para algún cargo nacional.

Elisa Carrió, la primera mujer en ser candidata a presidente, completó su peor score electoral el 9-A, como parte de una coreografía funcional a Macri. Tiene cargo como diputada hasta 2017, pero si gana Macri tendrá, dicen en el PRO, un cargo en el exterior. La fundadora del ARI y de la Coalición Cívica (CC) sumó su cuarta postulación presidencial: arrancó en 2003, 2007, 2011 y llegó a 2015. 

•Jorge Altamira, fundador del Partido Obrero, anudó candidaturas presidenciales desde 1989 en adelante -con un salto en 2007, cuando la postulación la ocupó Pitrola-. En la primaria del FIT, ante un desencuentro entre el PO y el PTS, compitió y cayó contra Del Caño. Con 73 años y luego de la derrota, además de la revisión interna que se abrió en el partido, quizá sea su última candidatura. 

Otros "viudos" emblemáticos de las PASO son intendentes. Raúl Othacehé, que gobierna Merlo desde 1991 -fue, en medio, ministro bonaerense y precandidato a gobernador-, hasta que cayó en la primaria con Gustavo "Tano" Menéndez. Mariano West, que gobernó Moreno entre 1995 y 2003, luego fue diputado provincial y nacional, y en 2011 volvió al distrito, donde perdió la interna, el 9-A, con el neocamporista Walter Festa. Espinoza se reunió con Othacehé en estos días para evitar un desbande en medio de las críticas de Menéndez de que el "Vasco" jugará para Macri. West está en un mundo más inquietante: se autodefinía como el intendente más K y perdió en manos de los K.

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