Vaca Muerta: ¿promesa de desarrollo o suma de fracasos? La guerra es una nueva oportunidad para la gran apuesta argentina

Vaca Muerta: ¿promesa de desarrollo o suma de fracasos? La guerra es una nueva oportunidad para la gran apuesta argentina

Por Diego Cabot

El yacimiento neuquino, que podría abastecer de energía al país y exportar al mundo, sigue exhibiendo la desidia y la falta de planificación de la dirigencia argentina; ¿hasta cuándo?

Quienes siguen los números de la Argentina de estos días no solo miran los datos de la inflación, el tipo de cambio o el riesgo país. Después de esos tableros, inmediatamente dan vuelta la cara y se detienen en el termómetro.

Sucede que, en el país de Vaca Muerta, donde está quieta y latente la segunda reserva de gas no convencional del mundo, cuando hace frío no alcanza el combustible. Paradojas de un sistema energético que está atravesado por la falta de horizonte claro desde hace décadas.

El yacimiento que da que hablar en todo el mundo es un gran bloque de 35.000 kilómetros cuadrados que está debajo de los suelos de Neuquén, sobre todo, y unas pequeñas porciones de La Pampa y Mendoza. Allí, en esa profundidad de 200 metros donde se ubica el yacimiento, reside no solo la esperanza energética argentina, sino también las ilusiones de los grandes proyectos de infraestructura, así como la posibilidad de que ahí se esconda incluso la llave de los dólares que la Argentina necesita y de que se encienda, desde ese rincón patagónico, el desarrollo argentino.

Pero más allá de lo que se pueda imaginar, es también el lugar que expone como pocos la desidia, la falta de planificación, la crisis de infraestructura y la inconsistencia jurídica y política que padece el país. Vaca Muerta es un libro por escribirse con la promesa del desarrollo, pero también un compendio de fracasos criollos. De eso se trata; esa dualidad tan argentina también la expresa esa meseta neuquina.

Gas y petróleo

Antes de continuar, dos cosas para entender lo que sigue. Lo primero que hay que puntualizar es que en Vaca Muerta no solo hay gas, sino también petróleo. Y que ese combustible es también una de las principales actividades. Claro, no es necesaria tanta infraestructura para transportarlo. El problema es el gas. Sucede que la única manera de transportarlo es mediante gasoductos. Y el caño que une el lugar de producción con la red troncal que abastece al consumo ya no tiene capacidad. Por lo tanto, el gas está, pero no disponible.

“Donde yace el hidrocarburo fue hace millones de años el fondo del océano en el período jurásico. La evolución de la naturaleza nos dejó este fenómeno geológico que genera tantas expectativas como controversias. La explotación de Vaca Muerta ha recibido críticas de distintas organizaciones por la contaminación por derrames y aguas tóxicas. Las empresas trabajan con normas y objetivos de sustentabilidad y sostienen que utilizan los más altos estándares de eficiencia y cuidado medioambiental. De esta forma, una tierra ancestral se transforma día a día en un epicentro de alta tecnología, donde la maquinaria industrial y el capital humano buscan la sinergia para convertirlo en un polo productivo de excelencia”, dice Daniela Urgel, licenciada en Comunicación Social, periodista y escritora, autora del libro Debajo de mis pies, una novela que trata de un lugar pequeño donde se descubre un yacimiento de proporciones enormes.

 

"La invasión de Rusia a Ucrania impactó sobre el consumo de energía global"

 

En estos días es necesario empezar el análisis desde una mirada global. El mundo cambió con la invasión de Rusia a Ucrania. Entre las muchas consecuencias, hay una energética. Europa, un enorme consumidor de energía, mantenía gran parte de su demanda gracias a un caño gigante por el que llegaba gas desde Rusia y Ucrania. En honor a la síntesis, lo que sucede en este tiempo es que aquellos países centrales y desarrollados están en pleno proceso de cambio de proveedores.

 

"La polémica sobre la iniciación o no del gasoducto Kirchner se instaló en los medios"

Ese nuevo panorama genera un efecto concreto: la Argentina, sin gas en invierno, va a la misma góndola que los países europeos, a comprar el mismo producto. Aquí van los números que generó ese fenómeno en pocos meses y que explican gran parte de los problemas que tiene el ministro de Economía, Martín Guzmán, para cerrar las cuentas fiscales. El Gobierno importó el año pasado 56 barcos tanques de gas (GNL) por un total de 3290 millones de dólares. Ese cargamento se pagó, como para referenciar, a 8,33 dólares el millón de BTU (unidad de medición británica).

Las previsiones para el invierno son 70 barcos y no aquellos 56 de 2021. Ahora bien, como consecuencia de la guerra, el precio promedio que se pagaron los últimos 13 barcos rondó los 25 dólares el millón de BTU, mucho menor a los 40 y 30 de las dos licitaciones anteriores, pero aún muy superiores a los 8 dólares, que fue el valor de referencia del año pasado.

GNL argentino en las estanterías

Pero claro, esa es una consecuencia en el corto plazo. Sin embargo, alzando un poco la vista, la nueva concurrencia a esa góndola de un producto que será muy demandado en el mediano plazo supone una enorme oportunidad para la Argentina. ¿Cuál es? Pues poder poner GNL argentino en las estanterías.

Surgen varias preguntas. La primera es qué inversión se necesita para poder hacerlo. “Alrededor de 50.000 millones de dólares”, afirma el exsecretario de Energía Emilio Apud. Coincide Víctor Bronstein, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys) y profesor titular de la UBA: “Entre 50.000 y 60.000 millones”.

El número luce impresionante por donde se lo mire, y enorme a la hora de las comparaciones. Por caso, las reservas totales del Banco Central llegan a 41.544 millones de dólares. Ahora bien, más allá de las limitaciones, la Argentina tomó nota. “La verdad es que se han perdido dos años. En 2019 estaba lista la licitación para hacer el gasoducto, se habían presentado tres proyectos que ponían el dinero y que no le salían nada al Estado. Incluso en uno de ellos participaba YPF. Pero por cuestiones ideológicas la anularon. Y decidieron que el dinero lo ponga el Estado, además de bautizar el gasoducto con el nombre de Néstor Kirchner”, dice Apud.

Falta de infraestructura

En la última Carta Energética, una publicación trimestral del estudio Montamat y Asociados, hay un especial capítulo del proyecto: “En vistas al complejo escenario internacional y las limitaciones propias del sistema que dificultan el ingreso de mayores volúmenes, a inicios de 2022 el Gobierno Nacional ha puesto el foco en acelerar el proceso de explotación de Vaca Muerta, quizá sobre la marcha y bajo la idea de que mejorar el déficit fiscal implique no solo reemplazar el gas importado sino hacer crecer el nivel de exportaciones”.

Este primer gasoducto necesitaría, según el estudio Montamat, una inversión de 1566 millones de dólares; prevé la interconexión desde Neuquén (Tratayén) hasta la localidad bonaerense de Saliqueló.

“Vaca Muerta tiene una cantidad de recursos muy grande y puede producir más de lo que produce. Lo que sucede es que está trabado por falta de infraestructura. Hay que tener en cuenta que los desarrollos llevan años. Y este yacimiento se fue desarrollando en la última década. Son tiempos relativamente normales”, dice Bronstein.

Estos días, la polémica sobre el inicio o no de la obra del gasoducto se instaló en los medios a propósito de una publicidad oficial que dice que el proyecto está en marcha. En rigor de verdad, se licitó la compra de los caños, que fue ganada por el Grupo Techint. Pero aún no se clavó una sola pala en tierra para enterrar alguno. Sucede que la licitación de la obra civil aún no está entregada. Por lo tanto, nada está iniciado. De ahí que son contados con los dedos de una mano los que se juegan a decir que estará terminado para el invierno que viene. “Es muy difícil. Por lo tanto, al costo de la obra habrá que sumarle lo que saldrá el año próximo la importación de gas. Por eso es una barbaridad haberlo demorado tanto”, dice Apud.

Sin embargo, todos acuerdan que este es el inicio del parque de infraestructura necesario para poder llevar el gas al mundo. Vale aquí un paréntesis técnico. El miércoles la Argentina necesitó 45,8 millones de metros cúbicos para abastecer la demanda, según un informe oficial que realiza diariamente el Enargas. De ese volumen, 13,8 millones llegan desde Bolivia, y el resto se inyecta en Escobar (18 millones) y en Bahía Blanca (14 millones). Con el vecino país hay un acuerdo de precio y de pago; el resto se cancela en efectivo, con dólares frescos y de cara grande. El peso de esta factura explica gran parte de la restricción para acceder a la moneda extranjera, le da sentido al cepo y le pone sustancia al déficit fiscal. El presidente del Banco Central, Miguel Pesce, es quien primero sufre la consecuencia. A mediados de mayo, el pago de la carga de dos barcos que llegaron con GNL obligó al BCRA a desprenderse de otros US$80 millones. Así son los números de la Argentina, la emergencia se paga con reservas.

De aquel reporte del Enargas también surge que la demanda prioritaria, que está compuesta por los usuarios domiciliarios, comercios y pequeños consumidores, llegó a 84,9 millones de metros cúbicos diarios. Esos medidores se llevan entre 25 y 30 millones en épocas templadas y entre 47 y 65 millones en época de frío (datos de hace un año). No se puede hacer una comparación lineal, porque la temperatura puede no haber sido la misma, pero la demanda aumenta de la mano de las tarifas congeladas.

El gasoducto Néstor Kirchner, una vez que se termine la obra, podría suplir lo que actualmente se importa para consumo interno. No más que eso. “En la época de frío se debería abastecer el mercado sin importar; pero en el verano, que es el invierno europeo, se podría exportar. Y eso es lo que hay que hacer, exportar”, dice Bronstein.

“Con este caño no alcanza. Hay oferta, hay demanda y hay técnica. Pero falta inversión –dice Apud–. Es necesario empezar a ver cuáles son los obstáculos para poner 150 millones de metros cúbicos diarios, que es más o menos el consumo actual de la Argentina. Este gasoducto es para el mercado local. Si se quiere exportar, se necesitan dos o tres caños como este”.

Pero llegado este punto, viene la planificación. El gas que sale de Vaca Muerta podría llegar al continente con gasoductos. Pero si lo que se quiere es ser un jugador global, hay que someterlo a un proceso de licuefacción mediante el cual el gas, con el uso de frío, se convierte en líquido. Es en ese punto cuando el gas se transforma en un producto global. “En esas plantas de licuefacción el volumen se achica unas 600 veces. Esa planta es necesaria para llegar al mercado mundial”, dice Bronstein.

Oportunidad y desafío

¿Cuál es el tiempo de semejante proyecto? “Podría estar todo terminado en 2028 y se necesitan 50.000 millones”, dice Apud. Bronstein, agrega: “El gran mercado está en el mundo; el mercado regional es pequeño. Lo que sucede es que antes del conflicto, Europa estaba bien abastecida. Pero todo cambió y ahora la Argentina tiene una oportunidad que podría tener lista para ese mundo entre 2025 y 2026. Una planta tarda tres años en construirse”. Planificación, seguridad regulatoria y jurídica y, finalmente, inversión. Atributos de un país serio que son escasos en la Argentina. De ahí el desafío; de ahí el camino equidistante entre el éxito y el fracaso.

Daniela Urgel tiene una mirada de lo que está arriba de la tierra y no solo de lo que esconde el subsuelo. “En Añelo, el pueblo centenario cercano a la formación de Vaca Muerta, se concentra toda la movida petrolera. Cientos de personas llegan desde todo el país para anotarse en la bolsa del sindicato o para tocar puertas en busca de un trabajo. Entre 11.000 y 15.000 trabajadores por día, van y vienen. La ruta de una sola vía es la misma para familias, camiones y un gran caudal de vehículos que hacen 100 kilómetros por día desde la capital neuquina hasta la formación. Hacen un esquema de ocho días en el pueblo y cuatro días en sus casas. Añelo es para residencia temporaria. Tiene un escaso número de manzanas y cuadras urbanizadas para su uso comercial, industrial y de servicios, con un incipiente desarrollo inmobiliario. Creció de golpe y sin un plan organizado”, reseña.

Apunta una sentencia que le escuchó a un gerente de Operaciones de Logística y Mantenimiento de una petrolera. “El problema no está debajo de la tierra sino arriba, porque no hay políticas que resuelvan de qué manera acompañar este desarrollo sustentable”. Y para qué seguir, con semejante sentencia: el problema está arriba de la tierra; debajo, la naturaleza ya hizo todo lo que pudo.

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