Ucrania: fuerzas desatadas que nadie puede controlar

Por Marcelo Cantelmi

La tragedia aérea desata toda clase de especulaciones cruzadas sobre sus autores y motivaciones, con el riesgo de convertirse en el detonante de un conflicto de mayor magnitud aún.

 

En medio de la montaña de dudas, especulaciones y suspicacias que se han alzado, la única certeza en torno a la tragedia del avión de Malaysia en Ucrania es el descontrol que exhibe desaforado esa guerra civil.

Sólo un alto nivel de anarquía puede hacer posible un resultado como el que detuvo la respiración del mundo el jueves. La cuota de responsabilidad por ese desquicio puede explicar que en las últimas horas, el líder ruso Vladimir Putin haya reforzado el tenue respaldo que, desde que ganó las elecciones de mayo, le ha brindado al gobierno del magnate ucraniano Petro Poroshenko.

Lo que existe bajo el agua es la sospecha de que nadie controla las legiones de separatistas que pelean en el Este del país por una anexión a Rusia que el Kremlin no esta dispuesto a aceptar. Podría señalarse que salvo especulaciones, no hay evidencias concretas por el momento respecto a que esos grupos separatista hayan disparado el misil fatal que destruyó el avión de Malaysia. Sin embargo, las dudas que se acumulan van contra ellos. A comienzos de esta los separatistas dejaron trascender que habían incautado una batería de los sofisticados misiles rusos Buk cuando tomaron una base militar ucraniana.

Poco después se supo que dos aviones militares de Kiev fueron derribados, el último un jet apenas un día antes de la tragedia del avión malasio. Por último, un informe de la cadena Al Jazeera abundó que periodistas norteamericanos habían observado esas baterías apenas ocultas en los territorios controlados por los separatistas.

Se trata de misiles que pueden alcanzar más del doble de la altura que volaba el avión. Ucrania cuenta con 60 unidades de esos complejos sistemas desarrollados por Rusia como parte de su amplio supermercado de armas. El Kremlin mismo, tiene operativos 250 misileras Buk.

Estos dos países, antes aliados y ahora rivales -aunque no se debería exagerar sobre ese enfrentamiento-, se han cruzado culpas sobre el origen de la tragedia. Kiev sostiene que los rebeldes fueron armados por el Kremlin con todo tipo de armas. Desde la Federación devuelven con datos no confirmados respecto a que el fallido fue del comando ucraniano cuando intentaba acertar a un avión de reconocimiento de la fuerza aérea moscovita. Es improbable, sin embargo, que un país con una estructura militar más refinada, aun incluso la de Ucrania pese a la crisis económica que la devora, carezca de capacidad para precisar el tiro y esquivar un avión comercial que volaba en una ruta muy transitada, conocida y regular. Esto lleva nuevamente las sospechas a los bosques del este ucraniano donde están asentados los separatistas con toda su precariedad. Y más allá, es cierto, hasta Moscú. El propio Barack Obama, aunque reconoció que aún resta la investigación, no tuvo vueltas en afirmar que la asistencia y los mismos suministros bélicos de los rebeldes vienen de Moscú. Olvidó sin embargo un dato relevante: los separatistas acusan a Putin de que les retiró el apoyo y esta permitiendo abiertamente que el nuevo gobierno ucraniano los extermine.

La actitud es así de evidente además si se la compara con lo que el Kremlin hizo durante la rebelión de los filorusos de la península de Crimea, a quienes inmediatamente reconoció como ciudadanos paso previo a la anexión total que hizo en marzo de esa región estratégica sobre el Mar Negro. Con el este ucraniano nada de esto ha pasado, y en gran medida las tropas que el Kremlin mantiene sobre la frontera parecen menos una amenaza a Ucrania que una barrera para impedir que ingresen los separatistas. A comienzos de este mes el jefe de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Dennis Pushilin, arremetió contra Putin en la red Twitter, denunciando que primero les dio esperanzas y después los abandonó. “¿Qué decir? Fueron muy bonitas las palabras de Putin sobre la defensa del pueblo ruso, de ‘Novorossia’ (como llaman los separatistas al este prorruso), pero sólo fueron palabras”, escribió Pushilin.

Eso es exactamente lo que sucedió. Rusia les dio alas a los separatistas, cuando convino a su estrategia para recuperar Crimea, donde tiene la base de su flota de guerra, o para presionar a Kiev y a Occidente para alejar a la Otan. Pero nunca estuvo en el radar llevarse a cuestas medio país con el quebranto económico que eso incluye. El objetivo de Putin ha sido que Ucrania otorgue más autonomía a los municipios filorusos sobre su frontera. El nuevo presidente ucraniano esta de acuerdo en esa demanda de descentralización. Pero, al margen de estas consideraciones, lo cierto es que hoy el lado más grave de esta crisis nuevamente explosiva, es que nadie parece estar en real control de las legiones de rebeldesque operan desafiando tanto a Kiev como de modo extorsivo a la Rusia de Putin para forzarlo a hacerse cargo. Todos somos prisioneros de nuestros demonios.

Se debe recordar que la crisis de Ucrania tiene dos padres. Uno de ellos ha sido el gobierno corrupto de Viktor Janukovich, una marioneta autoritaria de Moscú que provocó la rebelión de la gente hastiada del maltrato y de una economía desintegrada que produjo niveles de concentración extraordinarios. Medio centenar de millonarios son dueños de dos tercios del PBI nacional. El sueldo de los pocos que tienen trabajo son tan bajos que cotizan menos de lo que gana un obrero chino. El PBI per capita ruso de US$ 14.604 triplica el de Ucrania. Esa es una de la tentaciones de los rebeldes para anexarse al presupuesto del Kremlin.

El otro padre de esta criatura, llegó después de la caída de Janukovich en febrero pasado. Esa revolución fue secuestrada por el establishment local con el apoyo de grupos racistas de ultraderecha fanáticamente antirusos que crecieron en la plaza Maidán, el escenario rutilante de la rebelión. Sin comprender la importancia histórica que Ucrania ha tenido para Rusia, ahora Kiev ha negociado un acercamiento con Occidente, el FMI y la Unión Europea que Moscú ve como una amenaza. Ese minué es también la madera seca de esta guerra que debería ya concluir. Pero es lo que la tragedia aérea de Malaysia seguramente bloqueará con el riesgo de escalar elconflicto con la magnitud que siempre se temió que acabaría la crisis de Ucrania. Todo depende esta vez de Putin, más que de cualquier otro jugador.

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