Sueño radical

Sueño radical

Por: Jorge Fontevecchia. La Unión Cívica Radical, como la palabra “unión” indica, fue en su fundación a comienzos de siglo pasado una corriente con avidez de representar a todos, un movimiento también con aspiraciones hegemónicas al que el peronismo a mitad de siglo le arrebató ese papel. El modelo de partido único anidó siempre en la idea mítica de pueblo unido que el posmodernismo y el fin de siglo fueron dejando en desuso.  

Recuperar el territorio porteño y bonaerense que fueron de dominio radical hasta la debacle de Fernando de la Rúa 

Con la emergencia de un líder inusual como Raúl Alfonsín durante la recuperación democrática en 1983, el radicalismo creyó que se estaba reconstituyendo un “tercer movimiento histórico” y volvía a producirse esa unión del pueblo que, con distintas duraciones, generó grandes hechos, como la Guerra de Malvinas, los juicios a las juntas de ex comandantes o, en menor medida y más efímeramente aún, los primeros meses de la lucha contra el coronavirus.

El capital simbólico acumulado por Alfonsín en la exitosa gesta en su lucha por los derechos humanos y la recuperación democrática se degradó en parte por el fracaso económico estrepitoso al final de su gobierno. Pero el valor republicano del radicalismo que Alfonsín sí pudo potenciar le permitió a la UCR volver a ganar una elección presidencial con Fernando de la Rúa bajo la promesa de no cambiar la economía “peronista”. Y ya un segundo fracaso económico estrepitoso no solo alejó definitivamente al radicalismo de cualquier expectativa en materia económica sino ya completamente de toda la gestión de un gobierno nacional. Pudo conservar el radicalismo el reconocimiento de ser un capaz administrador a nivel provincial y municipal, lo que vino haciendo con creciente éxito, pero a nivel nacional tiene un techo ya no de cristal, sino casi de acero.

Pero no solo la presidencia con sus principales ministros tiene carácter e influencia nacional, también la Ciudad de Buenos Aires representa al país además de la provincia de Bueno Aires porque su tamaño relativo obliga tácitamente a ser coadministrada entre la autoridad provincial y la nacional.

Es el AMBA, Área Metropolitana de Buenos Aires, la zona urbana común que conforman la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CABA, y cuarenta municipios de la provincia de Buenos Aires –el Conurbano–, que en su proceso de extensión va camino a unirse a la ciudad de La Plata, la capital provincial, casi en un solo megaconglomerado urbano porteño.

No es casual que al ritmo del cambio demográfico del Conurbano los últimos gobernadores bonaerenses, además de los candidatos a presidentes, hayan venido siendo todos del AMBA y entre los mismos “vecinos” se alternen los roles para candidato a presidente, a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a gobernador de la provincia de Buenos  Aires y a primer candidato legislativo en las elecciones de medio término, tanto de la Ciudad como la Provincia. Desde que Duhalde inauguró la autopista Buenos Aires-La Plata la capital provincial está subjetivamente tan cerca como San Isidro y objetivamente como Pilar, donde residen parte de quienes trabajan en la Ciudad de Buenos Aires permitiendo inversamente que varios gobernadores bonaerenses atendieran los asuntos de la Provincia desde sus oficinas en la Capital Federal.

Esta “nacionalización” de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires hizo que el descrédito del radicalismo para ejercer cargos nacionales se extendiera también a los distritos locales del AMBA, donde hasta el fracaso de De la Rúa era tanto en la Capital Federal como en los municipios cercanos con un nivel socioeconómico similar, el lugar donde habitualmente ganaba las elecciones el radicalismo.

Ese vacío de representación fue llenado por el PRO, ganando primero el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con Macri y luego varios municipios cercanos, incluyendo la intendencia de la ciudad de La Plata. Mauricio Macri construyó un partido vecinal porteño a expensas de la representación dejada vacante por el radicalismo. Y el radicalismo usó a Mauricio Macri para recuperar centralidad en el interior, donde había sobrevivido al caos de De la Rúa. El PRO no tiene representación en el interior del país y el radicalismo es raquítico en el AMBA. Hasta allí, una perfecta relación anaclítica de dependencia y complementariedad.

Pero así como el PRO trató frustradamente de extender su llegada al interior dominado por sus aliados radicales, los radicales ven ahora la posibilidad de recuperar la Ciudad y la provincia de Buenos Aires en la medida en que Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal integren ambos la fórmula presidencial en 2023 dejando la Ciudad para Martín Lousteau y en la Provincia, ganándole la competencia en las PASO a todos los candidatos a gobernadores del PRO con una figura de la popularidad y aprobación de Facundo Manes.

Un médico carismático en una Argentina herida que precisa curación parece aún más adecuado, y Facundo Manes ya hizo explícito tanto su deseo de participar en política como su resistencia a quedar aprisionado por cualquier estructura que lo condicione. Ya rechazó ir en la lista de Cambiemos en 2017 y de acompañar la de Lavagna en 2019 al ver que gente de Barrionuevo era la que recaudaría para la campaña de Consenso Federal. 

Por ahora designó a su hermano Gastón Manes como primer candidato a convencional nacional en la lista oficialista que lleva al diputado provincial Maxi Abad como candidato a suceder a Daniel Salvador y que enfrentará al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, en las próximas internas del radicalismo bonaerense.

Lousteau en la Ciudad y Facundo Manes en la Provincia serían los dos candidatos ganadores del radicalismo potenciado

Una condición necesaria, aunque nunca suficiente,  para que el sueño del radicalismo de reconquistar el territorio que le arrebató el PRO se consume es que Rodríguez Larreta y Vidal sientan que tienen buenas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales de 2023 y no prefieran disputar el control local en una apuesta más conservadora. Se irá viendo.

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