Alberto Fernández buscó retomar el discurso moderado al hablar en la CGT. Lo hizo después de varios gestos al kirchnerismo, no correspondidos. Desde la otra orilla habían vuelto a cuestionarlo con acidez. La ex presidente tiene ahora su propio acto
Por Eduardo Aulicino
Perón siempre fue vestido según las conveniencias de proyectos de poder, en vida y en contradictorias interpretaciones posteriores acerca de qué representaba, de derecha a izquierda. Batallas, algunas trágicas. Hacía tiempo que no sucedía, pero ahora acaba de ser revivido en los cruces entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. No es un debate de fondo, sino un contrapunto módico, aunque inquietante y agotador por sus efectos políticos y de gestión, en medio de la crisis económica. Cada uno con su acto.
Las convocatorias, esta vez, tienen barniz histórico: 48 años de la muerte de Perón. Y vienen marcados por el juego acelerado a futuro: las elecciones 2023. En el medio, los días actuales: inflación, caída de ingresos, dólar y pronósticos de frío económico. Ese es el motor real y el riesgo. Alberto Fernández navega en sus contradicciones y CFK expone la decisión de esmerilar a Olivos, reducirlo, también frente al abismo.
El Presidente centró su discurso en la CGT en un punto que parecía abandonado -el perfil de “moderado”- después de gestos interpretados linealmente como destinados a recuperar algún espacio de consideración en las filas del kirchnerismo. Ayer, recurrió a Perón y lo hizo en la versión que le permitió invocarlo para reclamar unidad y contraponerlo, sin nombrarla, con la escalada de CFK en la interna. Habló de persuadir, dialogar, acordar.
El párrafo más destacado, y explícito, fue el que aludió a los cuestionamientos de al ex presidenta por la toma -o falta de toma- de decisiones y su sentido. “El poder no pasa por quien tiene la lapicera, pasa por ver quién tienen la capacidad de convencer”, dijo, y llegó a sostener que Perón “nunca necesitó de la lapicera”. Más que opinable. Fue uno de los momentos en que se colocó en línea -casi en el escalón- con Perón.
Al margen de tales tentaciones discursivas, fue quizás la alusión más cercana a la discusión de “liderazgo” doméstico, aunque alejada de la práctica inmediatamente previa y también más lejana. El Presidente venía de varios días con señales que parecían intentar puentes con la orilla kirchnerista. Las increíbles declaraciones sobre Venezuela, la nueva carga contra la Corte Suprema y la visita de Milagro Sala apuntaban en esa dirección.
El kirchnerismo, como respuesta rápida, jugó entre irónicas felicitaciones por el viaje fuera de agenda a Jujuy y declaraciones para subirle la apuesta. El caso de Sala fue ilustrativo. No se trató del reclamo de un impracticable indulto, sino de sugerirle, otra vez y por boca de Oscar Parrilli, que estudie la posibilidad de impulsar la intervención federal del Poder Judicial jujeño. Una pelea política sin garantía legislativa y con gravedad política asegurada.
La reacción del kirchnerismo fue directa y nada irónica frente a los dichos del Presidente sobre la posibilidad de competir por la reelección. Andrés “Cuervo” Larroque s encargó de afirmar que está “agotada” la actual etapa “moderada” de gestión. Lo dijo con foco en la economía: Martín Guzmán está apuntado desde hace rato por CFK, es cuestionado con mayores cuidados por Sergio Massa y sumó últimamente reclamos críticos de la mayoría de los gobernadores peronistas.
Alberto Fernández armó en la CGT un discurso con el marco de aquel mensaje. La convocatoria y las presencias -y ausencias- de ayer describieron los resultados de sus propias idas y vueltas, desgastantes. Se trata de la falta de decisión efectiva para construir su proyecto. Esta vez, fue complicado el trámite para asegurar el acto recordatorio de Perón, por disgustos variados entre los jefes cegetistas más cercanos a Olivos. La salida de compromiso fue una convocatoria a cargo del Gobierno y con sello del PJ nacional. Juan Manzur, Santiago Cafiero y el menos visible Claudio Moroni fatigaron conversaciones para cerrar trato y evitar un costo aún mayor al Presidente.
La mayoría de los gobernadores peronistas ya expusieron su decisión de abroquelarse y recrearon la “Liga” para jugar frente al Gobierno y en la interna. Apenas cinco mandatarios provinciales ocuparon ayer butacas en la CGT. Dos de ellos -Axel Kicillof y Jorge Capitanich- tienen proyectos claramente alejados del círculo presidencial. No abundaron los intendentes y tampoco asistió Massa, de actos en el GBA.
CFK prefirió correr un día su presentación, este sábado en lugar del viernes 1°. La ex presidente ya había recurrido a Perón -y a Evita, con obvio eco en este nuevo frente de disputa- al hacer pública la ofensiva sobre las organizaciones “piqueteras” por el manejo de los planes sociales. Puso en la mira al Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie, dos estructuras que cuentan con funcionarios y que se encaminan a dar sus propias batallas, como partido y especialmente en Buenos Aires.
Planteó que el Estado debe asumir el control y despliegue de los programas sociales: en rigor, un guiño a los gobernadores e intendentes como “jefes territoriales”. Con ese marco, sostuvo además que el peronismo siempre colocó como eje a los trabajadores. Es decir, no los “planeros”. Una cuestión conceptual recreada no para discutir el actual entramado social, sacudido por largas crisis, sino para otra entrega de la pelea en el interior del oficialismo.
La presentación de Alberto Fernández en la CGT terminó por acrecentar el foco sobre el escenario que tendrá ahora como figura a CFK. Por lo pronto, hasta la estética de la escenografía y la movilización del kirchnerismo y aliados serán seguramente parte de la diferenciación. Se verá qué Perón perfila el discurso de CFK.
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