La novela del gabinete: las alternativas de Alberto y Massa como solución recurrente

La novela del gabinete: las alternativas de Alberto y Massa como solución recurrente

En el gobierno, tras la reunión del presidente con la vice, abren la puerta para movimientos en el gabinete e, incluso, un nuevo paquete de medidas económicas. El rompecabezas en el staff y la mención permanente de Massa como la carta que puede oxigenar. Podría haber más anuncios al regreso de Batakis de EEUU.

Por Pablo Ibáñez

 

- Otra vez rumores de Sergio en el gabinete. Van a sonar hasta que algún día se concreten. 

- O no.

El micro diálogo es protohistoria, ocurrió hace un mes, horas antes de la renuncia de Martín Guzmán. Se escuchó en la cima del gobierno. Y tiene, desde entonces, una validez persistente, tan persistente como el versionismo que anticipa que Sergio Massa desembarcará en el gabinete de Alberto Fernández. Eso que no ocurrió tres semanas atrás cuando, en Olivos, mano a mano, el presidente le ofreció asumir como ministro de Economía.

El episodio -cuando el dólar tenía otro valor y el clima económico era menos tremendo- deja varios indicios para entender la discusión circular en torno a Massa. El domingo 3 de julio, antes del mediodía, Fernández le propuso al diputado reemplazar a Guzmán a lo que el tigrense planteó algunas condiciones. Se repite una referida a un cambio integral, que abarque el BCRA y la jefatura de Gabinete, su pedido de “oxigenación” del gobierno que el presidente desactivó, entre otros motivos, porque consideraba que no era una crisis de gabinete ni de gobierno: sino de ministro de Economía.

Hubo otro renglón en esa bilateral, esencial y poco mencionado: Fernández tentó a Massa antes de aceptar reabrir el diálogo con Cristina Kirchner. Es decir: lo planteó como una salida de emergencia que lo libere de tener que hacer lo que finalmente hizo, llamar a la vicepresidenta. Massa, a quien todo el sistema del FdT le reconoce una voluntad algo irracional de querer asumir como ministro, dijo que para cualquier movimiento era imprescindible retomar el diálogo entre los Fernández.

Massa, la solución circular

La paradoja es que cuando eso ocurrió los Fernández prescindieron de él. Más simple: Alberto veía a Massa como una solución sin Cristina y cuando en la ecuación panperonista, aun a desgano incluyó a la vice, el diputado dejó de ser una variable necesaria. Por eso el malestar, justo o no, del tigrense: al mediodía sonaba como el super ministro salvador, al anochecer estaba fuera de la receta pactista que tejieron, contra reloj y repleta de recelos, Alberto y Cristina.

En estas horas, quizá como resultado de la reunión del sábado entre los Fernández, que fue “en buenos términos”, la hipótesis Massa se instaló como una posibilidad cierta en en sectores del gobierno que negaban cada versión de llegada de diputado. “Sería bueno que el tercer socio del frente se sume al gobierno”, apuntan, en potencial, en la cercanía de Fernández.

Al regreso de Chapadmalal, donde Fernández se mostró con Juan Manzur, Fernanda Raverta y Matías Lammens, desde el entorno presidencial se deslizó que podrían producirse dos movimientos: un recambio en el staff de gobierno y el anuncio de un nuevo paquete de medidas económicas. No hay definición temporal pero, se desliza, no ocurrirían antes del miércoles cuando regresa de Washington, la ministra Silvina Batakis, que como mensaje austero viajó a EEUU solo escoltada por su viceministra, Karina Angeletti. La mini comitiva puede leerse en clave con lo que contó elDiarioAr respecto al enojo de Batakis al enterarse del viaje de un secretario de Estado al exterior con un gasto de 60 mil dólares.

Salidas

Hay otras lecturas. “Nadie lo entiende a Sergio: más de uno está tratando de manotear el picaporte para irse, y él está desesperado por entrar al gabinete”. La frase se la escuchó a un funcionario de primer orden e invita a un análisis. ¿Qué motiva al tigrense, incluso contra las sugerencias de algunos/as de su entorno, a asumir como ministro de un gobierno cruzado por múltiples crisis?

La pregunta no es antojadiza porque lo preceden varios antecedentes. El caso emblemático es el de Juan Manzur, que desembarcó como un marine norteño pero formado en el conurbano, en las bombardeadas playas del gobierno post PASO 2021, a revitalizar el gabinete y darle músculo político al presidente. Al poco tiempo, el fuego amigo lo desestabilizó.

Manzur avisa que no se quiere volver a Tucumán, lo mastica como una derrota. A su lado, lo tientan con la hipótesis de migrar a Cancillería: la promesa de vínculos en el exterior, agenda de primer nivel, conexión con universos que él frecuentó y construyó. Pero los intentos de un colaborador muy estrecho para que contemple la posibilidad de mudarse por ahora naufragaron. Manzur, por lo pronto, hace gestualidades chiquitas como mandar una carta a Diputados para avisar que en agosto irá a dar su mensaje como jefe de Gabinete. Es una manera de decir: seguiré en mi cargo.

Enroques

Tampoco está claro si el presidente contempla ese movimiento, que implicaría desplazar a Santiago Cafiero, uno de los dirigentes de más confianza del presidente, el que -según la mitología doméstica del FdT- sobrevivió al tsunami de septiembre del 2021, gestión en la que intervino Juan Manuel Olmos, el albertista que mejor decodifica al kirchnerismo. Ese título se lo otorgó un dirigente K, cercanísimo a Máximo Kirchner. Algo es cierto: la política exterior es, aún con sus sacudones, un territorio donde Fernández se siente a gusto.

Dato aparte: Manzur habla, casi todas las semanas, con Cristina. Lo confirman en Casa Rosada. En Senado, donde la vice deja filtrar, a cuenta gota sus reuniones, certifican que habla con funcionarios, los consulta sobre algunas políticas o hasta los sondea sobre sus intervenciones mediáticas. A veces eso lo explicita como cuando en su acto en Ensenada le dedicó una parrafada amable a Julián Domínguez, de Agricultura.

El ministro le había anticipado a Fernández que iría a esa actividad. Arguyó que era un acto del PJ bonaerense, su ámbito de militancia, Alberto no estuvo de acuerdo. Luego de la metralla cristinista en ese escenario y la renuncia de Guzmán, la permanencia de Domínguez en el gabinete estuvo colgada de un pincel. Alguien, se afirma, le ofreció la embajada en Brasil. Domínguez dijo que no.

Más cercano al expediente Manzur está lo de Daniel Scioli. El ex gobernador llegó a Desarrollo Productivo, sin objeciones ni demandas, y le sirvió como un atajo perfecto a Fernández para resolver el entuerto que se generó con Matías Kulfas. Pero sintió, al poco tiempo, que su sacrificio no tenía la contraprestación que imaginó. Los márgenes de respuesta y acción son menores a los que supuso, y contra lo imaginado, en vez de hablar más habla menos con el presidente.

El clima de cambios es un indicio aunque, por momentos, el presidente parece estar más cómodo en el statu quo: la permanencia de lo que está es el insumo esencial de su idea de que de a poco las cosas irán ordenándose. Ese fue el factor principal de la tirria entre los Fernández: el presidente entendía, además de considerar tratos injustos y hasta maliciosos del sistema K, que el rumbo era el correcto y daría frutos. La vice, en cambio, asumió hace tiempo que la orientación y el plan terminaba mal.

La tregua, que se produjo antes del abismo, no puede ser infinita sin una reacción. Y la reacción, casi de manera genérica en la galaxia PJ, se asume en este tiempo como un sinónimo de Sergio Massa, que quiere entrar -mientras otros esperan la oportunidad de salir-, que es visto como la única carta que puede funcionar como un desfibrilador. “Sergio siempre es una posibilidad”; dicen en gobierno frente a un eventual cambio.

Para eso, claro, deben producirse dos magias: que Alberto considere que el gobierno necesita un tratamiento de shock, y que Cristina acepte que el procedimiento incluye mecanismos, relaciones y terminales que, quizá, no son las que más le agradarían a la vice. En paralelo, Massa debe definir los términos de cómo y con quién. Su imagen, como la del resto de los dirigentes del FdT, está mal y a su lado se quejan de que paga el costo de decisiones que no toma.

Si la crisis lacera su figura pública, sin estar en el centro del poder, entonces la alternativa es entrar al centro del poder para intentar una jugada que lo vuelva taquillero otra vez. El razonamiento de Massa, el candidato circular, se empeña en soñarse como solución,. Emula el personaje borgeano de las Ruinas Circulares a quien, a diferencia del tigrense, nadie vio desembarcar en la unánime noche porque Massa siempre está llegando.

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