Miguel Ángel Pichetto: “El acuerdo con el FMI es un paso adelante del Presidente”

Miguel Ángel Pichetto: “El acuerdo con el FMI es un paso adelante del Presidente”

El ex senador rionegrino, dirigente peronista por Juntos, calificó como "positivo y auspicioso" el acuerdo anunciado por el Gobierno con el FMI. Y aunque pidió ver la "letra chica", recuerda que la opción de un default con el organismo "era el peor de los mundos". Dice que el liderazgo de la oposición "está en discusión y que se definirá en una PASO en 2023. 

"No hay proyecto que pueda llegar al poder sin liderazgo nítido, sin programa y una visión de mundo", advierte. Acaba de publicar un libro de diálogos con un periodista en el que aborda lo que entiende como el principal dilema nacional: "capitalismo o pobrismo".

Para Miguel Ángel Pichetto el dilema hamletiano nacional es: capitalismo o pobrismo. Así se titula su libro recientemente publicado por editorial Sudamericana. Se trata de una larga conversación con el periodista Carlos Reymundo Roberts, en la que este mítico dirigente peronista repasa la historia de la Argentina desde la vuelta de la democracia hasta la fecha. En ese lapso se cruzan su trayectoria personalísima con el curso de la política nacional. El recorrido va desde que fue electo intendente de Sierra Grande, una pequeña ciudad rionegrina, pasado por su salto a Cambiemos por el Peronismo Republicano y su candidatura a vicepresidente, hasta sus actuales días como Auditor General de la Nación, apoyado por el PRO.

El ex senador rionegrino, dirigente peronista por Juntos, habló con elDiarioAR. Califica como "positivo y auspicioso" el acuerdo anunciado por el Gobierno con el FMI. Y aunque pide ver la "letra chica", recuerda que la opción de un default con el organismo "era el peor de los mundos". 

Dice que el liderazgo de la oposición "está en discusión y que se definirá en una PASO en 2023. "No hay proyecto que pueda llegar al poder sin liderazgo nítido, sin programa y una visión de mundo", advierte.

¿Qué opina del principio de acuerdo alcanzado entre el gobierno y el FMI?

En principio considero que es positivo y auspicioso que el Gobierno avance en el acuerdo y evite el default. Ese escenario era negativo para la actividad económica y el sector privado. Pero habrá que analizar con detenimiento la letra chica, tarea que le cabe a diputados y senadores.

¿Qué metas le parecen más difíciles de cumplir?

Afloran contradicciones en que el FMI manda a ordenar las tarifas, por vía del orden fiscal. El Fondo plantea un orden fiscal a lo largo de los años, y veremos si hay voluntad. Y también si el Gobierno elabora un plan para reactivar la economía o recarga con impuestos a las empresas que generan trabajo. Eso sería erróneo, perjudicaría a los que invierten en la Argentina. Pero insisto: el default era el peor de los mundos.

¿Percibe visiones contrapuestas al interior del Frente de Todos sobre el acuerdo con el Fondo?

Hay distintas visiones y anomalías en el Gobierno, pero el acuerdo es un paso adelante del Presidente. Es para analizarlo. Otra hipótesis es la división de policía bueno y malo entre sectores. El dato del silencio del cristinismo es significativo, si bien Kicillof avaló el acuerdo. Espero que la Argentina puede transitar el camino de la racionalidad. El default era el aislamiento y la falta de crédito, sin siquiera el apoyo de China. . 

¿JxC apoyará en el Congreso el acuerdo?

Sacamos un documento el viernes. Plantea esas reflexiones que le estoy diciendo. 

¿Quién es el jefe en Juntos en Cambio? 

Creo en una conducción y un liderazgo, porque si no es más complicado el desarrollo de la política. Pero ese no es el esquema de hoy en Juntos por el Cambio. Se va a definir en una PASO en 2023. Es central el liderazgo. La podés cuestionar a Cristina Kirchner. Pero es una líder. 

¿Y Macri es un líder?

Macri tiene un liderazgo importante, se fue con 41 puntos. Pero en la coalición está todo en discusión. Está abierto. Hay más horizontalidad en la toma de decisión. Es una tarea más compleja. No hay proyecto que pueda llegar al poder sin liderazgo nítido, sin programa y una visión de mundo. Se tienen que definir.

¿Qué candidato a presidente prefiere? 

No excluyo a nadie. Y tampoco creo en la jubilación en la política. Solo la muerte te jubila. 

¿No excluye a Macri, a Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta?

A nadie. Ni a Morales, que es un buen dirigente, a nadie. Yo estoy con mi fuerza, el Peronismo Republicano, en la construcción de un espacio de centro derecha nacional que no está expresado. Y la quiero expresar. 

¿Usted se anota para ser candidato a presidente en una PASO de JxC?

No quiero sumar confusión, ahora no, pero trabajo en el partido, en la consolidación del espacio.  

"No creo en la jubilación en la política. Solo la muerte te jubila. Yo estoy con mi fuerza, el Peronismo Republicano, en la construcción de un espacio de centro derecha nacional que no está expresado. Y la quiero expresar"

Hay dos conceptos que atraviesan su libro: el de la disciplina y la traición. Incluso parece tironeado por el mandato de la lealtad y el del cambio. ¿Qué valor le otorga a cada uno?

El concepto de disciplina en términos democráticos es esencial para el ejercicio del gobierno. Salvo algunos temas en particular, como aborto o matrimonio igualitario en los que prima la visión personal por estar vinculados a la conciencia, y ahí tenés que abrir para que cada uno vote según su convicción. En política, tenés que aglutinar en función de lineamientos de gobierno, no existe el libre pensador en el ejercicio de la política, porque esa posición atenta contra la gobernabilidad. Si ves como funciona el parlamento en EEUU o en Gran Bretaña, notarás la función del “whip”, en inglés le dicen “whip” que significa “látigo”, los encargados de hacer cumplir con las políticas del partido y asegurar que sus compañeros de bancada asistan a las sesiones de votación. 

¿Cómo empalma la disciplina con el cambio? Usted ahora integra Juntos por el Cambio, antes era el representante de los gobernadores en el Senado y tampoco es el mismo que empezó como intendente de Sierra Grande en los 80...

Ni yo soy el mismo ni mi partido es el mismo. Hay un cambio post muerte de Néstor Kirchner, irrumpe La Cámpora, que está bien en el proceso político de los jóvenes, que propicia que se incorporen a la política. Pero paradójicamente lo hacen con ideas viejas, como la de la radicalización hacia la izquierda. Incorpora ideas viejas. Se plantean posiciones supuestamente jóvenes, pero su pensamiento es a-histórico. Aspiran a un mundo que se desarrolle, donde crezca el empleo y el bienestar pero no se corresponde con el modelo al que miran con admiración: Cuba, la Venezuela de Maduro y Nicaragua. Los admiran como modelos de un mundo idealizado. Esa posición, la de mirar a los 70 para proyectarlos como modelo hacia el futuro para reescribir la historia es negativo para el país. Sería importante que hubiera evolución y más peronistas propiciando la confluencia de capital y trabajo, con una visión del mundo menos clasista. Si la visión es la de los 70, con una estructuración sobre la lógica del conflicto e ideas económicas anacrónicas para el desarrollo económico, están condenados al fracaso.

"Hay un cambio post muerte de Néstor Kirchner, irrumpe La Cámpora, que está bien en el proceso político de los jóvenes, que propicia que se incorporen a la política. Pero paradójicamente lo hacen con ideas viejas"

¿Concretamente a qué ideas económicas anacrónicas se refiere?

A los modelos impositivos de construcción ideológica, como promover el impuesto a la riqueza, la distribución de planes como modelo eterno o todo aquello que se puede sostener yendo hacia una deriva más autoritaria tipo Cuba o Venezuela

Es posible que las posiciones de esos países caigan bien ideológicamente en algunos sectores, que exista una simpatía hasta histórica y personal, en el caso de Cristina Kirchner, pero no que necesariamente Cuba o Venezuela sean vistos como modelo de desarrollo. ¿No le parece?

Sí, pero hay una tendencia, como la de intervenir en la exportación que promueve la entrada de divisas, según un esquema de intervención que no permite el desarrollo en Argentina. Hay una construcción del imaginario en torno a la revolución, con una visión idealista y/o idealizada de los 70, cuando eso fue un modelo equivocado. Eso fue equivocado y se actualiza esa equivocación en el proceso de intervención económica que plantea Kicillof, en la visión radicalizada respecto de la política internacional. Eso reafirmó mi proceso de alejamiento que es anterior a Macri, desde una alternativa federal para respaldar un proceso de renovación conformado por ideas que sean parte de una construcción democrática, republicana, ideas como la de las reformas a establecer con participación de sindicatos y de empresarios. Hubo instancias en que circularon ese tipo de idea con el aval de Massa, Schiaretti y Urtubey. Pero nada de todo eso se terminó de concretar.

¿Por qué le cuesta tanto hacer pie a esa tercera vía peronista?

Es el espacio del peronismo federal ligado a la visión del interior, a la promoción de provincias productivas: la referencia más importante era el gobierno de Córdoba. El tema crucial para plasmarla es el del liderazgo. No hay política sin liderazgo. Cristina lo tuvo. Es inherente a la construcción de proyectos políticos.

¿Cuál es el giro que le atribuye a Cristina Kirchner en su presidencia?

Le asigno a la presencia de Néstor Kirchner un rol central y el sostén de una posición de no ruptura con el sistema, ni de definiciones tajantes en política internacional. La ausencia de Néstor Kirchner hace a la introducción de visiones más de centro izquierda, visiones fuertes en el control de la comunicación, Ley de medios, intervención judicial, “democratización” de la justicia. O en política internacional, con Cristina anhelando ocupar un rol central en los BRICs, la apuesta a Vaca Muerta que es interesante, pero también involucra un desarrollo de ruptura con Occidente. Eso se lo ve en cada cumbre, con la presencia del G20 cuestionando a Obama. Hay datos centrales de visión no conveniente a los intereses de los argentinos.

En el libro, sin embargo, reivindica el criterio institucionalista de Cristina, quien aceptó los límites que le impuso el Congreso con la 125 y la Corte con la reforma judicial. ¿Cómo concuerda su crítica con ese comportamiento?

Sí, es cierto. Lo que tuvo el cristinismo siempre fue, por un lado, un esquema de voluntad fuerte pero de aceptación cuando aparecían límites. La 125 es el ejemplo más claro. Cierto que quiso irse, motivada por Néstor Kirchner, pero después entró en proceso de racionalidad, inmediatamente bajó el proyecto. Destaco la falta de flexibilidad en la negociación que sí tenía Néstor Kirchner, mientras la vicepresidenta avanza a todo o nada con los temas centrales. Es ese afán el que primó en el proceso de conflicto con el campo: lo que se visualizó fue que el campo avanzaba para tomar el poder, cuando en realidad era un mero conflicto de intereses económicos. Ya se había iniciado el aumento de la fragilidad económica, mayor por el incrementado gasto social. Se podría haber negociado: yo mantenía el diálogo con senadores que representaban a sectores agropecuarios y no hubiera sido imposible acordar un punto medio de retenciones.

¿Cómo era la dinámica de la relación entre Néstor Kirchner y Cristina Kirchner? 

Fui testigo en viajes, en almuerzos donde el presidente me invitaba generosamente. Siempre vi un alto nivel de debate político. Y vi que el ejercicio y el liderazgo final estaba centrado en la figura del presidente, si bien la voz de ella era importante. Néstor Kirchner estaba dedicado full time. Lo encontrabas a las 7 de la mañana con los diarios leídos y a las 7.30 te llamaba. Miraba lo que se desarrollaba en el Parlamento. Lo que circulaba entre los legisladores, lo que proponían los presidentes de bloque, se quedaba en pie para estar activamente al tanto de la vida política en desenvolvimiento.

En el libro revela una anécdota de su pelea con Kirchner a raíz de la toma de la comisaría de La Boca por parte de Luis D’Elía. ¿Ilustra la relación que tuvo con Kirchner?

Sí, ilustra el ejercicio de la política en esa coyuntura política, un momento en que el bloque se dividía. El gobierno de Kirchner empezaba con expresiones críticas hacia Duhalde. Y después de la toma de la comisaría, D`Elía responsabilizó a Duhalde. En el bloque se discutió salir con una declaración de apoyo al expresidente. Una parte la firmó y la otra no. Yo logré unificar al bloque detrás de una votación en silencio sin debate, para evitar mostrar fracturas internas. Kirchner no lo entendió y me llamó desde China, donde estaba de gira. Me lo reprochó. La charla terminó muy mal, con insultos y cortamos. Yo presenté la renuncia. A los pocos días me convocó el entonces jefe de gabinete. Entré a la oficina de Alberto Fernández y al rato apareció Kirchner. Me dijo: “Mirá lo que hago con esto”. Y rompió la renuncia. “No la acepto. Dejate de joder y empecemos de nuevo”, dijo. En adelante tuvimos un trato muy respetuoso. 

Plantea que sólo se sabe de qué está hecho verdaderamente un político cuando llega a la presidencia. Usted no llegó. ¿Considera que hubiera estado a la altura?

Sí, estoy preparado para eso. Fui joven intendente de mi pueblo de 20 mil habitantes. Eso puede pensarse como poco en cuanto a experiencia ejecutiva pero fue una escuela importante, en cuanto a formación en el ejercicio del poder desde joven, en la Patagonia. Tengo un largo aprendizaje y una amplia visión del mundo y pocas emociones interfiriendo. Esa es una práctica primordial en el ejercicio del poder.

Uno de los problemas que tiene la Argentina: una fuerte emocionalidad en la toma de decisiones atenta contra los intereses. Se necesita una fuerte racionalidad y una baja emocionalidad

¿Por qué cree que carecer de emociones es un valor para ser presidente? 

Es uno de los problemas que tiene la Argentina: una fuerte emocionalidad en la toma de decisiones atenta contra los intereses. Malvinas es un ejemplo, la Plaza de Galtieri, en que se convalida a una dictadura infame. Cuando la gente empieza a gritar “Argentina, Argentina” estamos en problemas. Se necesita una fuerte racionalidad y una baja emocionalidad. Argentina no está acostumbrada a grandes sacrificios. Se consolidó una demanda cada vez mayor en el acceso a bienes y servicios a pesar de la decadencia. Eso es fuerte en Argentina mientras no lo es entre los ciudadanos de países vecinos.

Usted rechaza la tendencia a judicializar la política bajo la hipótesis de que el presidente es responsable de todo lo que pase por debajo de su figura. ¿Es una deformación del sistema judicial?

Absolutamente. Es así, no es concebible el tratamiento de un gobierno surgido del voto popular como asociación ilícita y que, como tal, sea un objetivo judicial. Ese tratamiento ni siquiera es certero desde la perspectiva del Código Penal, tanto en relación a la Cámara como en la posición que puede tomar la Corte, según el artículo 210. En el caso de la venta de armas durante el gobierno de Menem, la Corte estableció un fallo meduloso, centrado en el artículo 210. 

¿Cuándo considera que la justicia se volvió un terreno de disputa política?

Cuando existió mayor gravitación en los medios de comunicación, cuando lo demandado al Ejecutivo fue de una mayor transparencia, a partir de la mirada social sobre la irregularidad que campeaba en algunos actos de gobierno. Pero extender toda la responsabilidad de cada accionar al ejercicio de la presidencia es temerario e irregular. Todo presidente terminaría con 100 causas judiciales. Hay personas que apenas se ocupan de leer el diario y van a Comodoro Py.

Pero hay compañeros y conocidos suyos en Comodoro Py que fueron parte de esa avanzada.

Yo nunca lo hice ni lo compartí, nunca hice política judicial. Eso atenta contra la institucionalización. Respeto al Poder Judicial. Participé del debate sobre la reforma al Consejo de la Magistratura. Esa fue una ley con consenso, surgió de la flor y nata del mundo parlamentario y así se logró la ley.

¿Considera que Menem y Cristina Kirchner fueron las principales víctimas de ese esquema de judicialización?

También Macri que debe tener más de 100 causas. También es cierto que la justicia en Argentina se aplica a los derrotados. No es para ofender a nadie en particular.

¿Se aplicó con más intensidad sobre exfuncionarios de Cristina Kirchner?

Ciertamente entonces hubo una intensidad en el procesamiento y en la prisión preventiva que no se ajustaban a derecho. Porque hasta se aplicaba a una persona que estaba en el país, concurría a los tribunales cuando la citaban. No se justificaba la prisión preventiva. Operaba como pena anticipada. Funciona así, como fruto de la presión mediática y como el camino más corto. Algo que después termina en frustración, en un fracaso peor incluso para el sistema judicial. Hay que acelerar el proceso de juicios y determinar si hay responsabilidad o no, en lugar de tomar como atajo el de las prisiones por presiones.

¿Considera que no cualquier juez o fiscal debería investigar al presidente?

No lo expondría a instancias de justicia ordinaria durante su mandato, sino cualquier juez o fiscal de primera instancia lo pone en un brete. Es una cuestión a debatir. Sobre determinados hechos pueden existir procesos. Los franceses y americanos cuidan a sus presidentes. Es cierto que hay más controles y mecanismos de cuidado, pero definir a un gobierno como potencial culpable, no resulta consistente ni coherente. Pueden registrarse hechos a juzgar en acciones de un gobierno pero no por eso el presidente se tiene que hacer cargo. El derecho penal se desenvuelve sobre la acción de la persona en un evento doloso. Acá la responsabilidad recae sobre quien la llevó a cabo, no sobre el presidente como cabeza de un gobierno.

Dedica gran parte de su libro a criticar la política inmigratoria y cuestiona la “calidad” de inmigrantes que llegan a la Argentina. Antes, hace un siglo, un siglo y medio, ¿la inmigración era de “calidad”?

Era pobre, venía de Europa, pero venían con visión de trabajar, de salir adelante, de progresar. Pero no rechazo al latinoamericano pobre que viene a la Argentina, lo que pido es un proceso de distribución equilibrada, con una dirección de migraciones que organice. Hay una estructura desbordante de latinoamericanos pobres que demandan todo del Estado, vivienda, casa, trabajo. Ahí aparece concentrada la mitad de la población argentina. Cuando tengamos los resultados del censo, notaremos que en la Patagonia, que corresponde al 55% del territorio argentino, la habita apenas un 5% de la población. Va advertirse la necesidad de establecer una política migratoria, un sistema de calificación para ingresar, para definir limitaciones respecto del conurbano incluso. Las regulaciones debieran estar asociadas a perspectivas ligadas a la capacitación. En relación a las necesidades del proceso minero podrían saldarse con el ingreso de bolivianos y/o peruanos sin antecedentes penales en un planteo de organización y orden. No seamos ingenuos, no se trata de planteos xenófobos, no pretendo un muro en las fronteras sino un sistema de organización. Hay política solo para el AMBA, porque esto también se presenta en la Capital. Es una república la del AMBA, sumida en la pobreza mayoritaria. Hay otro mundo en la Argentina, una Argentina productiva. Lo notás cuando vas a Santa Fe, a Córdoba. Al oscuro mundo del conurbano no lo podés hacer crecer con políticas irresponsables. No es que no puedan venir y acceder al derecho universal a la salud, a la educación, pero para garantizarlo. El proceso de ordenamiento es un debate pendiente, nadie lo aborda porque te ponen el sello, el de la xenofobia. Pero no podemos desentendernos a cuentas de la negación del falso progresismo de la Argentina desde el que parece un tabú intocable el de las regulaciones migratorias que deja todo librado a que se haga lo que se quiera. 

¿Lo plantea como si fuera una cuestión de voluntad, de querer trabajar o no quererlo y no de un sistema?

Es otro debate muy interesante. Porque tenemos que considerar el ajuste social vigente en otros países que expulsan a esa gente. Necesitamos reformas estructurales, nuevos esquemas de ley laboral porque el actual es rígido para un mundo moderno en que numerosas fuentes de trabajo se restringen por vía de la tecnología y hay una creciente eliminación de puestos en la producción. Hay que atender en ese encuadre el desempleo. No quiero atarme al eslogan “Primero la Argentina” pero...

¿No quiere porque se parece al de Donald Trump?

Es un libro de Martín Redrado en realidad. Y ya suena a viejo. Pero sí hay que dar cabidas al inmigrante que venga a activar lo que precisa activación: tenemos que activar la minería, la pesca, la explotación del litio, la fruta, la vendimia. No podemos seguir propiciando una patria planera. 

Idealizar la pobreza tiene una contracara: la de idealizar el mundo de los empresarios poderosos y las élites, donde hay fuga, naturalización de la corrupción, racismo, sesgos, explotación. ¿No cae en ese sesgo?

No tengo esa visión. Sí, la de la Argentina que viví cuando era adolescente, la que daba oportunidades a sectores pobres y medios, daba oportunidad de trabajo, de educación. Mi viejo tenía apenas sexto grado y valoraba las oportunidades que se le abrían a sus hijos. Soy hijo de esa cultura, tengo esa cultura incorporada, no la de la elite. Porque no fui parte, todos ellos estaban en ventaja respecto de lo que estaba al alcance de mi familia. Fui a la escuela y a todas los niveles de la educación pública, también a la universitaria. No tuve acceso a otro idioma, eso sí estaba al alcance de quienes concurrían a escuelas privadas. Ellos partieron desde otra línea de largada, con otra base de posibilidades. El mundo es así. Se parte de diferentes puntos de partida y, aún así, creo en el mérito como vía. Porque si vos eliminaras la idea del mérito, del crecimiento en base al esfuerzo, del capitalismo como sistema que también premia la dedicación y la inteligencia, tu perspectiva estaría limitada a que la vida es por un lado la de las élites y por el otro, la de puras trabas insalvables.

"¿Quién viene a invertir y dedicarse a la agroindustria, a la minería, si el esquema conceptual-espiritual en la Argentina es considerar a la propiedad privada como derecho secundario?"

En el libro propone como solución a la crisis que haya alternancia de poder, prensa libre, división de poderes, defensa de la propiedad privada. ¿Eso no está ya establecido en la Argentina?

Las veo como pilares más frágiles que antes. Algunas fragilidades surgieron a partir de la instalación cultural de conceptos equivocados. La voz del Papa es potente en ese sentido. Hay que debatir, cuando se habla de la propiedad como “derecho secundario”. Ese es un concepto complicado. El Gobierno, en el fondo alentó tomas de tierras, por ejemplo, como lo que pasa con los mapuches en el sur, hubo una mirada de convalidación, no digo de autorización pero de elusión, quizás de poco interés. La postura de considerar la propiedad privada como derecho secundario complica las inversiones, es una semilla destructiva. ¿Quién viene a invertir y dedicarse a la agroindustria, a la minería, si el esquema conceptual-espiritual en la Argentina es considerar a la propiedad privada como derecho secundario?

El libro parece tener un adversario central: el Papa. ¿Es así?

No puedo competir con su voz, su potencia espiritual, pero lo que me perturba es que la iglesia construya desde una posición de estar con los humildes y los pobres. ¡Pero ojo con los que trabajan! Rodrigo Zarazaga plantea que iglesia tiene que buscar una reconciliación con los sectores medios. Es una definición interesante. Está bien que estén más cerca de los humildes pero la tarea espiritual de la iglesia es para todos. Las ideas que se desarrollan son equivocadas si no se destaca por dónde está la salida: la salida está por el lado del trabajo. Eso es lo que hay que alentar. El Papa en una reunión con Idea por zoom lo expuso con claridad y dijo que el trabajo y el mérito eran importantes. El propio presidente lo sostuvo. Son temas a destacar. El debate central involucra un cambio cultural, para destacar que salimos por el lado del trabajo no de los planes.

Dicho así parece que el Papa fomenta la pobreza, la fábrica. ¿Quizás simplemente tiene una mirada misericordiosa ante un fenómeno que existe y crece?

No digo que el Papa fabrica pobreza, pero en Latinoamérica la Iglesia goza de una influencia que ya no tiene en Europa y entre la comunidad anglosajona, y es importante que su posición rescate la igualdad: no pongo en debate que estén con los más humildes, sí propongo que se debata cierta postura según la cual una sociedad más igualitaria se logra siendo más pobre.

En el libro plantea que Alberto Fernández no parece la misma persona que usted conoció como jefe de gabinete de Kirchner. ¿Qué diferencia nota?

Lo vi y era un hombre ejecutivo, con dinámica, siempre con el respaldo del presidente Kirchner. En la presidencia, desde el Frente de Todos, los puntos de equilibrio son difíciles, Hay marchas y contramarchas, eso fragiliza la autoridad presidencial. Es importante que la recupera y termine su mandato.

¿Percibe un riesgo de que Fernández no termine el mandato?

No veo que esto esté en riesgo, aunque sí advierto que en el último año hubo una fragilidad en su voz, no lo digo para ofenderlo. Considero necesaria la recuperación de la autoridad y la dinámica presidencial.

¿Por qué piensa que sería positiva la vuelta al sistema de Colegio Electoral para elegir al presidente?

Distingo cierta fragilidad derivada de la Reforma del 94. Hay una lesión al federalismo. No se comprendía entonces el impacto del crecimiento del conurbano y AMBA. Hoy la tercera sección electoral tiene poder decisorio y esto es un factor preocupante sobre la elección. Es el conurbano en su conjunción territorial lo que define el futuro de los argentinos. Con un poder decisorio que a veces se contrapone con la defensa de intereses de los sectores productivos.

¿El gran error de Macri fue haber escuchado demasiado a Marcos Peña y a Jaime Durán Barba en el 2017? ¿Ahí se tendrían que haber recostado más sobre gobernadores y sobre el peronismo?

Fueron voces importantes en el proceso electoral, no así en el ejercicio del gobierno. Fundamentalmente en lo que era comunicación, en el sentido de no salir a explicar. La política requiere escuchar lo que pasa en el pueblo y después explicarlo en medios de comunicación, en relación directa con la gente, no solo en las redes. Eso de la política de redes descuidando el contacto directo es una posición en la que nunca creí.

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